El Reino Olvidado

Capitulo 3

Despertó temprano por la mañana descansada y preparada para un nuevo día de universidad, clases y paciencia para Doña Cecilia. Esa mujer le drenaba la paciencia y energía, varias veces la hizo sentirse enferma y sin valor, nunca fue muy agradable con ella, desde pequeña fue muy dura y siendo ella siempre tan delicada y un poco enfermiza la dejaba hacer con ella lo que quisiera, pero ahora que estaba mayor el trato era aún peor.

Esa mañana le dejo una nota donde decía que no había desayuno, gracias al cielo que su abuela desconocida le trasfería dinero a una cuenta en la que solo ella podía gastar y comprarse un desayuno antes de entrar a clases, y simplemente no gastaba mucho de allí a menos que fuera necesario, como cosas de la universidad o el pago por quedarse en la pequeña habitación donde dormía.

Un día descubrió que Doña Cecilia la robaba cuando ella estaba a cargo de su dinero. Se compraba ropa seguida y a ella le daba sus batas viejas y desechas con rotos por algunas partes. Deseaba todas las noches poder administrar su propio dinero y deseaba que fuera más para poder estar mejor.

Una mañana salió descalza de su cuerpo ya que no tenía que ponerse en los pies y escucho a Cecilia hablando por teléfono en la cocina, muy animada se reía y estaba a punto de aparecer cuando esta dijo “Esa estúpida niña no sabe cuánto dinero le mandan y yo me lo gasto todito para mi” escucho como del otro lado se carcajeaban, y sintió como palidecía y los oídos le pitaban. Doña Cecilia dijo otras cosas que no pudo escuchar y colgó, no se dio cuenta que estaba llorando hasta que la señora abrió la puerta de la cocina y cuando la vio pego un grito que despertó a todos los demás que dormían en esa casa.

De a partir de ese día se las ingenio y una tarde que la señora salió se escabullo a su cuarto y registro hasta el último lugar que se le ocurrió encontrando una cajita de madera con pestillos de oro, dentro estaba una tarjeta, dinero en efectivo y algunas cartas escritas a mano con caligrafía perfecta donde le explicaba todo, sintió que estaba en su derecho y se llevó la caja de madera a su habitación, por miedo a que se la quitara siempre la cargaba encima.

Llegando a la cantina pidió un sándwich con todo y una bolsita de salsa de tomate para llevar, cuando se la entregaron se fue directo a donde estaba el salón de clases cuando alguien la llamo.

- Amanda, espera.

Volteo y resulto ser aquel chico que conoció dos meses atrás en un concurso de música de la universidad. De pequeña descubrió que tenía una voz dulce y melódica y quería cantar, se metió al concurso porque escucho que ayudarían a entrenar la voz y que las mejores voces las grabarían en un estudio con una canción de la que no podían hablar todavía, ella fue una de esas voces pero luego enfermo y no pudo grabar la canción, para cuando ya se sentía mejor todo estaba listo y no pudo participar. El chico también fue una de las mejores voces, le agradaba y ella le agrado, siempre fue dulce, atento y respetuoso con ella, muy caballeroso y se sentía bien con él, cómoda y feliz.

- ¿Te acompaño a tu clase?

- Muchas gracias pero ¿y tú clase?

- No te preocupes, resulta que tengo la mañana libre.

- Está bien, vamos.- caminaros unos minutos en silencio hasta que decidió romperlo – ¿Cómo estas hoy?

- Sinceramente algo nervioso.

- ¿Por qué? ¿tiene un examen importante?

- Ese algo que me importa pero no un examen.

- Ya veo, si, te noto un poco pálido.

- ¿Sí? ¿mucho?

- No – rio por mentirle y noto que su rostro se ponía rojo y el también rio.

- No puedes reír así tan lindo cuando un chico está a tu lado.

- Que va, tú eres la cara bonita.

El chico palideció y se quedó en silencio hasta que llegaron a la puerta del salón.

- Aquí me quedo yo, gracias por acompañarme Ricardo, no sé qué hubiese hecho sin ti, seguro un ave me agarra y me lleva volando.

Rieron los dos pero el incómodo y ella decepcionada. Después que se fue entro y se sentó en su pupitre de siempre al fondo de la clase, y se puso a comer.

Terminadas las clases y agotada se fue de la universidad sin más, no tenía muchos amigos de los que despedirse, no era buena conversando con chicos, por eso nunca había tenido novio y con las chicas no sabía que se debía decir para que estas la aceptaran, llego a pensar que era muy rara para los demás, y como pasaba la mayoría del tiempo enferma no se molestaba en encajar.

Llego cansada y con hambre, en la cocina encontró restos de una sopa de pollo y eso ceno, estudio horas en su habitación hasta que se durmió con el libro en su pecho.

La chica estaba en una cueva con muchas piedras preciosas que alumbraban el interior como un bello arcoíris, estaba sentada en una fuente con los delicados pies dentro del agua, haciéndola sentir relajada y fuerte, cargaba un vestido blanco que le llegaba hasta las rodillas, escuchaba el agua corres del otro lado y veía plantas crecer a su alrededor dando frutos grandes, quiso probar y una rama nació en su dirección, creciendo hasta posar un fruto rosa en sus piernas, escucho la voz de un hombre que le hablaba “Es lo más delicioso que probaras en tu vida” no miro de donde provenía, agarro el fruto con sus dos manos y le dio un mordisco, su boca se inundó de jugo con un sabor divino que la hizo ver estrellas de colores en el cielo arriba de ella, deseo quedarse en ese lugar para siempre, donde no corría peligro ni la amenazaban las enfermedades, era libre y pura, nada estaba mal en ella y se sentía ligera como una pluma.

Despertó bien descansada para otro día productivo, feliz, dispuesta y capaz.

Se acercaban los exámenes y ella debía estar centrada, esa mañana antes de salir conto las pastillas que debía tomarse, una cuando se levantó, una cuando salió del baño, otra después de comer, otra más antes de salir de la casa y así hasta que llegaba a la universidad, para tomar una en la entrada de esta y otra al llegar al salón, cada media hora las ultimas hasta terminar con todas, entre esas habían vitaminas, hierro y otras importantes.




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