El Reino Olvidado

Capitulo 4

Recostada en una esquina del baño paso horas hasta que se sintió mejor, se sintió un poco débil y necesitaba agua y comida, agradecía que ya no tuviera que salir a la universidad así como se sentía, tardaría días recuperándose y lo sabía. Estaba en el baño cuando tocaron la puerta del cuarto, escucho a Cecilia entrar, caminar y tocar la puerta del baño.

- Niña, sal del baño.

Con rapidez se tapó con el paño y corrió abrirle la puerta, pensando en que querría ahora la señora, parada en frente de ella muy autoritaria con cara de perro le dijo.

- Se acabó la mensualidad, me pagas o te vas.

- ¿Cuánto es?- se recostó en el marco de la puerta.

- 50 mil.

- ¿Cómo dijo?

- Lo que escucho y lo quiero en efectivo.

- Pero es demasiado, no tengo esa cantidad en efectivo.

- ¿Y qué quieres que haga? Aumento.

- Pero si hace un mes eran 10 mil.

- Tienes hasta mañana.- Camino a la puerta- Seguro tu abuela te manda más dinero.- Salió tirando la puerta con suficiente fuerza que pego un brinco.

Se desesperó al no encontrar una solución, camino de un lado a otro por la habitación, de un momento a otro se acordó que estaba en paño y empezó a buscar ropa en las gavetas que tenía a la izquierda de la cama. Estaba un poco mareada cuando se enderezo con la ropa en mano, se vistió tan rápido como pudo y metió sus pertenencias más importantes en el gastado bolso tejido.

En la cocina abrió la nevera y consiguió un yogurt, lo tomo y salió a escondidas por la puerta trasera. Ya llevaba diez minutos caminando cuando en una esquina de la calle vio un local y se decidió a entrar, por esa calle pasaban muchas personas y carros, un área muy concurrida. Navego por internet un buen rato encontrando un buen lugar donde podía quedarse, con todo incluido y a buen precio, un regalo de los Dioses.

Al encargado le pago el tiempo que estuvo navegando y salió, su siguiente problema, como haría para llamar y pedir una habitación, pero ya llevaba un minuto caminando por la calle cuando vio un teléfono público, con alegría corrió y marco el número que tenía anotado en su palma de la mano, introdujo una moneda y escucho repicar en la línea.

“Residencias Carmen ¿Qué necesita?” respondió la vos de una mujer al otro lado. “Llamo para saber si tiene una habitación disponible”. Cinco minutos después de hablar con la señora colgó, ya tenía donde quedarse y lo mejor de todo si podía mudarse de inmediato y no le quedaría muy lejos de la universidad. Regreso a la casa y empezó a empacar todas sus cosas, que no eran muchas, dejo todo ordenado y limpio. Tuvo que hacer igual dos viajes de la casa de Doña Cecilia a la residencia, esta se encontraba en diligencias y no estaba para notar que Amanda se iría de ese lugar.

Dejo una nota arriba de la cama sosteniéndose con un viejo candelabro que se encontraban en todas las habitaciones para cuando la electricidad fallaba.

Le agradezco que todos estos años me allá prestado esta habitación de su casa, y que Dios la perdone por su comportamiento conmigo.

Eso ultimo lo escribió para molestarla más de lo que estaría cuando se enterara de que se había ido del lugar. A pesar de la muy valiente decisión que tomo, en el fondo se sentía asustada y muy sola, nunca tuvo a nadie y ahora estaba más lejos de tener compañía, pero era mejor eso a que la trataran con desprecio. Antes de ir a su nuevo hogar tomo una de sus últimas pinturas y salió para siempre de aquel lugar. Paso por un café, pidió capuchino, se sentó a esperar y viajo metida en sus pensamientos. Era extraño que no pudiera recordar nada antes de llegar al hospital donde despertó y que después de eso nunca vio a su abuela, recordó el apoyo económico que le daba y que todavía lo necesitaba ya que con 16 años no encontraría un trabajo.

Una idea brillo en su mente y saco un cuaderno de su bolso, escribió mientras daba sorbos al café, cuando termino espero otro rato mirando a la nada, ignorando lo que pasaba a su alrededor, por fin se decidió y se levantó para marcharse cuando un chico se le acerco, un chico guapo y alto, todo un tipazo.

- Chica ¿cómo te llamas?- le pregunto.

- ¿Qué quiere?

- No se asuste, solo quería preguntar por su nombre, me parece conocida - ella sabía que el mentía y le siguió la corriente.

- Me llamo Amanda, ahora dígame de donde me conoce porque no lo recuerdo.

- Del cine ¿no me recuerdas?- negó moviendo la cabeza, ese tipo era un total extraño, ella nunca había salido al cine, sintió miedo y cuando el trato de acercar se, ella retrocedió y salió de allí corriendo.

Llego a la residencia sudorosa y agotada, por el pasillo de camino a su habitación se encontró con la dueña del lugar a la cual saludo con rapidez, cuando entro a la habitación lanzo todo a su nueva cama y corrió al baño, le había entrado una necesidad de bañarse, se sentía sucia y tenía una tarea que hacer, debía concentrarse. Ya bañada y vestida arranco la página donde había escrito la carta para su abuela y la metió en un sobre, la nueva pintura la coloco en la cama junto con la carta, solo tenía una caja de zapatos para lo que tenía que hacer y puso manos a la obra. Terminada empaco la pintura y la carta sellando la caja, anoto en ella la misma dirección que estaba escrito en antiguas cartas de su abuela. Volvió a salir caminando esta vez a la tienda donde podía dejarla para que la mandaran por ella a donde vivía su abuela, pago lo que tenía que pasar y se fue a descansar.

Carta de Amanda para su abuela.

Querida abuela:

Estoy agradecida de corazón por todo lo que haces por mí, perdona que no te pueda recordar, estos años han sido también difíciles para, en la escuela y la casa de Doña Cecilia, hablando de ella quiero que sepas que me mude de allá, estos últimos días era casi imposible convivir con ella, siempre he sido paciente pero ya se habían cometido demasiadas injusticias, espero me perdones y me entiendas.




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