El Reino Olvidado

Capitulo 5

Tenía tres días ya viviendo en la residencia, no pensó que fuera tan aburrido, no conocía sus nuevos vecinos y no salía ya que clases no tenia, miraba al techo por horas, pintaba y dibujaba, había parado un poco las pastillas a excepción de las vitaminas, ya no sabía qué hacer y sentía la depresión acechando con golpearla fuertemente, no podía seguir así. Pensó en su abuela y si la carta le habrá llegado. Esos días comió poco, vivir sola no era como lo pensaba, casi no tenía comida, se vio en el espejo que había en una de las cuatro paredes que la rodeaban, se sintió pequeña y frágil, estaba huesuda ¿será posible que esté en peligro de muerte? después de vomitar sangre unos días atrás, se puso nerviosa.

Escucho movimientos afuera en el pasillo, y dos personas discutiendo. Se pegó en la puerta escuchando todo. Escucho una estrujada.

- No me toques - dijo furiosa una mujer.

- Escúchame bien, esto, lo nuestro no puede terminar - decía un hombre encolerizado - Yo te dejo a ti, no tu a mí.

- Estás loco. Suéltame, suéltame que me haces daño.

- Tu eres mía, solo mía, de nadie más.

- SUELTAME YA.

- OLVIDATE DE ESE TIPO.

- Déjame - la muchacha susurro ya sin fuerzas, apenas pudo escucharla.

- Estas advertida.

Pisadas fuertes y silencio, después escucho llorar a la chica, no aguanto y lentamente abrió la puerta de la habitación, la chica estaba sentada en el suelo abrazando sus piernas y lloraba, se tapó la cara con su cabello y la escondió entre las rodillas, en ese momento las bisagras de la puerta sonaron y la chica volteo a verla, tenía sus ojos azules chorreados de maquillaje. Agacho la cabeza avergonzada de que la hubiese descubierto espiándola, camino para entrar de nuevo cuando la chica le hablo.

- Espera - Se miraron y la chica se secó las lágrimas levantándose y caminando hacia ella - Ayúdame por favor - Tenia el cabello negro y largo hasta sus caderas, estaba espelucada, se le notaban muchos los huesos, como ella - Por favor - le suplico. La hizo pasar, era más alta que ella. Cerro la puerta y volteo a verla, estaba sentada en la punta de la cama, templando.

- ¿Qué tienes? respira.

- El. Estoy cansada, no me deja tranquila - lloriqueo de nuevo - déjame quedarme contigo unos días, nadie debe saberlo.

- No te preocupes por eso, estoy sola en la vida.- La chica se le quedo mirando y suspiro.

- Yo, este… yo…mmm. Yo no te seré un estorbo, solo serán unos días.

- Está bien, no tengo problema.

Tocaron la puerta y la chica se levantó de la cama de un salto, de pronto alarmada.

- Escóndete en el baño - le dijo Amanda con sus labios, a lo que la chica se apresuró a hacerlo.

En la puerta estaba parada la encargada de la residencia con una caja en las manos. La dejo a sus pies.

- Te llego un paquete, querida.

- Muchas gracias señora Carmen – le dijo con una sonrisa.

Se emociona al saber que su abuela al fin le había respondido, recogió la caja del suelo y lo puso encima de la cama. Estaba a punto de abrirlo cuando la chica salió del baño.

- ¿Qué es?

- Un paquete, me acaba de llegar. Por cierto ¿Cuál es tu nombre?

- Linda Luz.- le respondió de inmediato.

- Yo me llamo Amanda, un gusto Linda.

Se estrecharon las manos, las de la chica muy frias y un poco sudorosas.

- Perdóname, pero es algo un poco íntimo, con permiso- se paró y se llevó con ella la caja al baño.

Dentro había dos cartas, dos vestidos tipo princesa que no sabía para que los utilizaría, una cajita bañada en oro con un collar, un par de zarcillos y una pulsera con piedritas rojas incrustadas, el sobre que siempre le llegaba con dinero en efectivo y una daga, pensó ¿para que la utilizaría? Leyó las cartas y se sintió feliz, dos de aquellas cosas son reliquia familiar que su abuela le dio de su madre, los vestidos si no tenía sentido pero eran bellísimos. También se lamentó por no recordar a sus padres, donde sea que estuvieran, pensó en lo atentos que hubiesen sido con ella.

Linda toco la puerta.

- Compañera, perdona la molestia pero me estoy orinando desde hace media hora.

Apresurada metió todas las cosas de vuelta a la caja, la dejo entrar y se sentó en la cama pensando. Sospecho de Linda, apenas la conocía, no sabía nada de ella ni si tenía malas mañas, espero que así no fuera, sin más que hacer se probó los vestidos, estaban un poco grandes para su diminuto cuerpo. Los guardo y puso la caja debajo de la cama, sellándola antes.

Linda salió del baño y le pidió que si podría ayudarla a buscar algunas cosas de su habitación antes que llegara el. Antes de salir tranco con llave la puerta y se la colgó en el cuello como collar.

La misión escape salió a la perfección, Linda vigilaba una esquina mientras ella abría la puerta de su habitación, le dijo que se apurara que ya venía y se metieron corriendo arrastrando una maleta de sus pertenencias. Rieron acostadas en el piso después de que los pasos se perdieran por el pasillo a la izquierda.

Pasaron los días hablando, Linda resulto ser una chica muy amable y cariñosa, pero también muy boba. Le conto a ella que llevaba meses viviendo con el chico, al principio todo estaba bien pero que el empezó a celarla por todo, no la dejaba salir y se atrevio a golpear dos veces. Amanda solo podía estar sorprendida, nadie en su vida la había tratado mal, aparte de Cecilia, pero esta no era de gran importancia para ella, siempre lo tuvo claro. Al cuarto día se pudo comunicar con un hermano y se fue, despidiéndose de ella con un abrazo. Cuando entro de nuevo a la habitación se sintió sola otra vez, tenía un dolor de cabeza que trataba de ignorar.

A eso de las dos de la tarde le entro hambre y salió a comer en la calle, cerca de la residencia quedaba un puesto de hamburguesa y allí pidió una que no pudo comer por completo porque su estómago estaba cerrado después de tantos días de mala alimentación. Se levantó de la mesa dispuesta a irse cuando vio un cartel pegado en un local cercano al puesto de hamburguesa.




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