El ritual había comenzado, y para eso era necesario un sacrificio. El sonido provocado por un coro de personas hablando al unísono generó un eco que resonó por todo el lugar. Aquel grupo de ocho personas reunidas se encontraban muy por debajo de la superficie, específicamente era una gigantesca caverna la cual fue alterada y modificada con el tiempo; aunque se trataban de cambios mínimos.
Se había agrandado la caverna hasta que tuvo 15 metros de alto, se colocaron baldosas en el suelo para hacer un piso liso, y a los costados había columnas de mármol con lámparas de gas encima para minimizar la oscuridad del lugar.
Pero el sector que más modificaciones sufrió fue la sala central. Un altar de piedra se encontraba en su centro, el suelo tenía pequeños canales que si se miraban de arriba podría apreciarse una mándala con símbolos dentro. El altar era cuadrado y en cada punta un pilar de piedra se erguía en lo alto, en la cima de cada uno había unos canales de metal que conectaban a una punta piramidal, lugar donde reposaba una majestuosa piedra de color: blanco, verde y rosado.
El grupo de ocho personas se encontraba utilizando el lugar en estos momentos, todos vestían túnicas enterizas de un color violeta oscuro y sus rostros eran tapados por mascaras blancas con el dibujo de un círculo negro.
En el centro del altar estaba una mesa de piedra hecha para sacrificios, y sobre ella un niño se movía desesperadamente una y otra vez para dar intentos fallidos de escapar. Sus extremidades estiradas lo obligaban a formar una X y estaban encadenadas a las puntas de la mesa, estos grilletes estaban encantados, por lo que la piel del niño se quemaba cuando los rozaba.
La especie del niño a sacrificar se conoce como Dhampiro, resultado de la mezcla entre los vampiros y otros seres mortales, en el Reino Carmesí su estatus a veces suele variar entre Alta Especie y Baja Especie. Luego de que el niño fuera capturado se le cortaron los dientes y principalmente los colmillos para que no pudiera succionar sangre, algo que igual despues no importó mucho porque para evitar que interrumpiera la ceremonia su boca fue cocida y la lengua rebanada, por lo que el temor y miedo que expresaba provenía principalmente de los demás músculos de su rostro. Por ejemplo, cuando el grupo de ocho personas dejó de cantar en coro y uno de los miembros se acercó a él sus ojos se abrieron con espanto e intentó alejar su cara en dirección contraria.
Al revelar la mano del interior de su túnica el Dhampiro se hizo la idea de que se trataba de una mujer, esta sacó una daga que levantó en alto. Para el niño eso fue una eternidad, aunque la mujer quiso acabar lo más pronto posible con esto, por compasión del menor.
Su mano descendió rápidamente hasta clavarse en el pecho del muchacho, a la altura de sus hombros. Sin perder tiempo la daga se desplazó para un costado abriendo todo el torso del niño. El dolor que experimentó lo hizo hacer tal fuerza para intentar gritar que sus labios se partieron y rompieron el hilo que los unía, aunque gracias a la falta de lengua no interrumpió la ceremonia.
Una línea roja se formó en su torso desnudo y la sangre comenzó a correr por sus costados, esta cayó al altar de piedra y lentamente goteaba al suelo. Ellos no tenían tiempo que perder, así que la mujer repitió el proceso, esta vez haciendo la herida todavía más profunda y sacando más sangre.
Ahora si, como si saliera de una fuente el líquido brotó en grandes cantidades. Los movimientos erráticos de desesperación ayudaban a que la sangre cayera más fácilmente, y una vez que las gotas tocaban el piso se movían por los canales de la mándala hasta llenarla por completo y dejarla de un color rojo oscuro.
El cantico al unísono regresó, pero era más que solo eso, se trataba de un hechizo mágico que absorbió el Thelema de la criatura. La sangre brilló y antinaturalmente se movió por los canales hasta llegar a los pilares en las puntas por los cuales subió. Por último, la sangre utilizó las conexiones de metal en las puntas para viajar hasta la piedra para que esta absorbiera la energía.
Los colores blanco, verde y rosado aumentaron su intensidad; tanto fue que las lámparas no eran necesarias. El ítem mágico de clase legendaria, “Sacrificio de los Devotos” había sido recargado y ahora sí la mujer pudo darle el descanso eterno al niño atravesando su corazón.
La sangre restante también se dirigió al ítem por lo que todos los canales quedaron vacíos y el ritual podía darse por completado.
Un suspiro se escuchó salir de la boca de varios miembros y rápidamente uno tomó la iniciativa sobre los demás, por su voz se trataba de un hombre. –Ya saben, encárguense del cadáver. –Todos se bajaron del altar de piedra–. Como se trata de una especie poderosa podemos esperar que con su sacrificio nos dé al menos dos semanas siendo optimistas.
Sin embargo, un inesperado temblor sacudió toda la caverna provocando que algunos miembros se tambalearan al casi perder el equilibrio y algunas rocas pequeñas cayeran de las estalactitas del techo.
Debajo de las máscaras los ojos de todos apuntaron hacia la cima de su altar, el ítem mágico con forma de piedra que parecía que brillaría lo suficiente por dos semanas empezó a titilar. Su luz se redujo drásticamente hasta llegar a ser la mitad de lo que era en un principio.
Quien parecía ser el líder de la secta golpeó con mucha fuerza su mano contra la pared a su lado. –¡Mierda! Cada vez se hace más complicado, se necesita el doble de Thelema para la mitad del tiempo.
La mujer que tenía su túnica manchada de sangre por el ritual se le acercó. –Ya han pasado varias generaciones, ellos empiezan a hacerse más resistentes al efecto del hechizo. Tenemos que buscar otras fuentes de energía para mantener el ítem funcionando, o sino ellos podrían despertar y sería el fin.
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Editado: 27.06.2024