Los pasillos del palacio tenían tres colores distintos de baldosas, cada uno representaba a una de las tres deidades que regían su cultura. Sobre estos estaban los pasos de las tres personas más importantes del gobierno: a la cabeza y en el centro estaba la Resplandeciente Reina Teresa, seguida del Primer Ministro Prif Weinidog y por ultimo Pythia. –¿Hiciste lo que te pedí? –le preguntó la Reina a su Consejera sin necesidad de voltear la cabeza.
–Claro que si su Alteza. Indagué y les pregunté a los astros, estos me revelaron algunos temas que los representantes del Reino de Kereszt quieren tratar en la reunión. No tiene nada de qué preocuparse ya que son cosas sencillas: quieren vender su carne en nuestro territorio, telas, productos lácteos y poco más.
Un escalofrió recorrió el cuerpo de la Virtud Teológica de la Caridad, como si una brisa de aire helado lo atravesara solo a él. –¿Solo eso? ¿No quieren nada relacionado a productos derivados de las Bestias Divinas?
Esto llamó lo suficiente la atención de la Reina como para voltear su cabeza ligeramente esperando una respuesta a la par que seguía caminando hacia adelante, la Pitonisa de los 333 Astros entrecerró los ojos ante el ligero tono agresivo de su compañero. –La primera vez que le pregunté a los cuerpos celestes no dijeron nada al respecto. De todas formas, sabes que acostumbro hacer un segundo mensaje por si algo cambio, en efecto ese fue el caso.
Sin poder aguantar la necesidad de saber el chisme Teresa se volteó de golpe. –¿Y qué te dijeron? –quiso saber entusiasmada.
–Parece que también quieren comprarnos Lagrimas de Amor en grandes cantidades. –Para concluir Pythia sacó su lengua burlándose de los otros dos–. La Resplandeciente Reina se desilusionó ya que pensó que sería algo más interesante y curioso.
<No lo entiendo, si de eso va el tratado comercial que los representantes del Kereszt quieren hacer entonces no entiendo porque ese maldito demonio fue tan insistente en que debía estar de acuerdo con sus pedidos y convencer a los demás de que acepten> Prif no quería ponerse nervioso antes de su importante reunión, pero la confusión dentro de su cabeza se lo hacía difícil.
<¿Por qué el demonio querría eso? El Reino Carmesí es habitado por demonios ¿será que ellos sí lograron exterminar a la humanidad y suplantaron a todos? Las personas a las que estamos por recibir serian demonios haciéndose pasar por humanos, y tendrían la oportunidad perfecta para asesinar a la Reina>sin darse cuenta él se llevó una mano a la boca para tapársela mientras sentía como empezaba a sudar ligeramente.
De repente, una gran cantidad de Paladines aparecieron formados rígidamente con la espalda en la pared y la vista al frente. Al final de su recorrido se encontraban grandes puertas y del otro lado deberían estar sus invitados, una vez que los tres estuvieron de frente un grupo de nueve sacerdotes abrieron las grandes puertas de piedra.
<En principio eso no podría ser posible, ese tipo de seres no deberían ser capaces de atravesar la barrera protectora de la capital. Pero ahí estaba el error, un demonio ya estaba dentro y me atormentaba, así que quizás si existía una forma> Otro escalofrió recorrió todo su cuerpo. El Primer Ministro tenía mucho miedo de lo que estaba por pasar.
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El carruaje, distinto al que habían estado usando todo este tiempo, se detuvo y los primeros en bajar fueron Rosario y Eliseo. Al abrirle la puerta a sus invitados se dieron cuenta de la expresión de la mujer, esta seguía totalmente impresionada y atónita de que hubiera lámparas de gas colgadas por toda la ciudad y que se iluminaran de noche.
–Hemos llegado representantes. El Palacio Catedral Napelhold. –La joven de túnica blanca y piel morena extendió sus brazos para los costados, aunque eso no fue suficiente para abarcar todo el majestuoso lugar.
La primera en bajar fue la persona a la que llamaban Salvadora de los Humanos, su rostro pareció iluminarse todavía más al estar en presencia de semejante estructura. –Es como cinco veces más grande que el castillo de nuestra capital. –Parecía que pensaba en voz alta lo que podía significar que estaba algo nerviosa.
El hombre bien arreglado bajando a su espalda agachó la mirada algo avergonzado. –Por favor no lo digas en voz alta. –Por último, también salieron Saturno, Neptuno y Venus.
Lo primero con lo que se toparon fueron rejas de metal negras con afiladas puntas, estas median cinco metros de alto y se expandían a lo largo de todo el territorio, aunque con varias entradas custodiadas por Paladines.
Cuando sus compañeros vieron a Rosario, Eliseo y las personas que protegían estos rápidamente se formaron para dejarlos pasar. Todos asintieron y bajaron la cabeza al unísono, este accionar le recordó a Júpiter a esos soldados de rojo con altos sombreros negros que estaban en un palacio de Inglaterra que vio en fotos de internet. Solo que aquí los guardias estaban vestidos diferentes.
Seguido de cruzar las rejas se encontraron con una enorme plaza verde llena de flores, también se veían varias capillas pequeñas esparcidas a lo largo y todas ocupadas por personas dentro. Pero ambos hermanos pensaron y acertaron que lo que sin duda más se robaría la atención de los extranjeros eran las estatuas en el centro de la plaza, delante de la entrada principal.
La mujer de cabello corto y rulado de color negro no dudó en señalarlas. –¿Esos son sus dioses? –preguntó asombrada.
–Así es –contesto el espadachín con dos fundas a cada lado y una cara llena de orgullo por su nación–. En el centro y a la cabeza está el Emperador Solar…
–Se ve enojado –susurró Júpiter.
–…A sus dos costados lo acompañan las Diosas Lunares.
El miembro del Triunvirato, quien se estaba conteniendo, no pudo ganarle a la curiosidad. –¿Y la persona detrás de las tres estatuas?
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Editado: 27.06.2024