El Reino Sagrado de las Conspiraciones

Parte Nexo 3: Ciudad Catedral.

Ubicada en otro continente, uno agonizante por un conflicto de cientos de años, se encontraba sobrevolando en lo más alto del cielo una inconmensurable superficie de tierra con forma de una cruz; esta era sostenida por nubes blancas y sobre el terreno se había construido una ciudad.

     El pie de la “cruz” era muy boscoso lleno de vegetación y campos de cultivos con edificaciones simples, más en los brazos y el centro es donde se erguía como tal la ciudad. Edificios blancos y altos con techos que variaban entre azul y violeta.

     La cúspide del terreno sobre las nubes con forma de cruz era montañosa y elevada, recordaba a un sendero de escaleras de algún monasterio hinduista y en su cima se encontraba una estructura que hacía referencia a la Plaza de San Pedro donde residían los Forasteros. Por detrás daba comienzo la gigante Basílica.

     Dentro de este lugar es donde el Siervo de Dios había aparecido y donde también se instaló la Navytragwyd, abandonando la sala de los Axis Mundi este se dirigió a reunirse con quienes le dieron su encomienda para informarles el resultado.

     En su pasar por los amplios y artísticos pasillos de la Ciudad Catedral el Siervo de Dios se cruza con sus congéneres, seres que compartían características como especie pero con ciertos rasgos diferentes. Los Siervos de Dios son una especie de la raza de los Ángeles, para acceder a ella era necesario obtener la clase racial Chalkydri y Querubín de esa forma se podía empezar a subirse la otra clase racial.

     No solo se encontraban seres similares sino también superiores, la mezcla de Chalkydri y Serafín permitía subir a la clase Cuerpo de Dios, los cuales también se encontraban allí. Se trataba de seres humanoides tanto femeninos como masculinos que vestían elegantes trajes blancos y sus cabezas eran protegidas por cascos de oro, además de tener rayos amarillos como armas. Estos tenían la tarea de proteger el lugar y reaccionaron contra cualquier ser que demostrara hostilidad en la Ciudad Catedral.

     De camino el Siervo de Dios se encontró con algo inesperado, más bien, fue interrumpido por una voz distinta que lo llamaba. –¡Tu! Eres a quien mandaron a investigar el país humano ¿verdad?

     El rostro con  nueve ojos de distintos colores del ser se voltearon al unísono para ver a su hablante, se trataba de él y de ella, los que siempre van juntos. –Asi es señor Mys –contestó–. He regresado de cumplir esa tarea. Ahora iba a reunirme con la Navytragwyd para informarle ¿sabe dónde estara?

     Levantando la mirada el joven lo pensó un segundo. –Ay la última vez, hace poco, me la crucé en la sala de siempre. –Estos dos seres, a pesar de parecer humanos no lo eran. Esto debido a que ambos habían llegado hace 200 años contados y es imposible que los humanos vivan tanto, con mucha suerte llegan a los 90 años.

     –Entonces iré a buscarla allí, espero que siga.

     Antes de poder marcharse fue interrumpido otra vez. –Espera, espera. Cuéntame ¿Encontraste algo allí?

     El Siervo de Dios no tenía ningún motivo u orden de ocultarles información, asi que fue sincero. –Podría confirmar que efectivamente se trata de Advenedizos.

     –¿Y qué Ítems Místicos trajeron? –Aquel ser humanoide de contextura delgada y ropas simples era engañoso, su apariencia no representaba su ser real. Una de estas causas era su extremado poder a pesar de que a simple viste parecía débil, era capaz de usar el más alto nivel de magia y tenía consigo objetos mágicos realmente poderosos; pero el mas de todos era el sombrero de bruja sobre su cabeza.

     –No he logrado averiguar eso, pero debe ser algo capaz de exterminar al batallón de 400 Gegenees del Reino Carmesí.

     Mys observó a su compañera, una princesa de cabello rosado brillante y con una tiara de hojas y ramas de la cual brotaban ramos de uvas. Parecía querer preguntarle algo pero rápidamente se retractó, en su lugar le hizo la pregunta al gran sombrero de bruja sobre su cabeza. –¿Tú no sabes sobre un Ítem Místico asi?

     El sombrero de bruja, con dos botones que recordaban a ojos e hilos que parecían una boca, se inclinó hacia adelante molesto. –Tonto, literalmente cualquier objeto de clase Mística es capaz de eso. Tonto –reconfirmó al final el sombrero.

     –Siempre mal humor tú, idiota.

     La princesa a su costado le tiró de la manga. –Vamos –le recordó antes de que se pusieran a discutir otra vez.

     –Ay cierto jajajaja.

     –¿Puedo preguntar a donde se dirigen? –quiso saber el Siervo de Dios al intuir que se dirigían para la sala de la que provenía, donde se encuentran todos los Axis Mundi.

     –Claro, ya que el conflicto se ha calmado un poco allí abajo íbamos a tomarnos un descanso. –Mys golpeó el suelo blanco con la punta de uno de sus pies, refiriéndose al continente que sobrevolaban.

     –¡Vamos a ir al Reino Mercante! –quiso llamar la atención esa princesa molesta.

     El Siervo de Dios inclinó la cabeza. –Espero que la pasen bien, ya no los interrumpiré asi que si me disculpan. –Ellos se despidieron y cada uno continuó con su recorrido. El ser de nueve ojos fue hacia una habitación más al centro de la Basílica, donde debería encontrar la sala que siempre visita su diosa.

     Aquel lugar parecía muy lujosa: pisos con baldosas que unidas formaban un gran arte, sillones muy cómodos y muebles de la más fina madera, además de candelabros, espejos, cuadros, etcétera. No obstante, lo que más sobresalía era la presencia de aquella entidad de cuerpo reluciente: dos pares de alas colgaban de su espalda, una aureola sobre su cabellera celeste y ojos dorados. Era muy similar a cierto tipo de ángeles aunque en realidad no pertenecía a esa raza, era un ser muy superior, un ser capaz de haberlos liberado y que por lo tanto ahora todos en la Ciudad Catedral le servían como a su diosa.




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