El reino tras la niebla

“El día que dejé de luchar contra mi sombra, descubrí que siempre fui yo quien sangraba.”

Me levanté como de costumbre a las 6:00 AM, después de bañarme y prepararme bajé para ayudar a mi madre en la cocina. Cuando ya estaba listo el desayuno, me puse a limpiar el salón y la biblioteca. A las 7:30 comenzaron a bajar los demás y en especial el príncipe con una camiseta blanca y su pantalón negro. Me miró con nostalgia y luego dijo “buenos días a todos”

Terminaron de desayunar y luego me fui a practicar con mis hermanos un poco de combate, para eso me puse una blusa roja y el pantalón negro con botas del mismo color. Me dirigí hacia el patio trasero y empezamos, mi padre era solo un espectador y para mi sorpresa, tenía que pelear con el príncipe, no sabía si contenerme o ir con todo, el notó eso y me dijo seriamente “ve con todo”. Así empecé a dar leves patadas y luego el me hizo una llave quedando sobre mí, mi cara estaba roja y espera, ¿qué pasa con mi corazón, por qué palpita así?

Me estaba mirando con ternura (¿?) y claramente era incómoda esa posición, mis hermanos y padre mirando con cara sospechosa no lo permitiría, pude soltarme de su agarre y luego quedé sobre el para así poder salir corriendo de ahí. Hace mucho calor en estos días, tenía que controlarme y solo respirar.

Terminé de hacer lo que tenía y me fui a bañar, decidí usar un vestido verde oscuro y recogerme el cabello, también me puse un abrigo en juego con el vestido, según el iríamos a revisar una mercancía que llegaría. El chico alto me estaba esperando, usaba una camisa azul y pantalón negro, usaba botas negras y con su usual sombrero de jefe. También llevaba un abrigo de terciopelo negro.

—Que hermosas luces, Fiorella. —dice mirándome detalladamente.

—Lo mismo digo, joven John.

—Gracias por el cumplido entonces. ¿Nos vamos? —dice extendiendo su mano.

—Está bien. —accedo.

Durante el camino había paisajes demasiado hermosos, me gustaban las temporadas cálidas, pero preferiría mil veces el frío que el calor. No me gusta sudar, no me gusta cuando la temperatura sube, amamos el otoño e invierno y justo está por acabarse otoño. Muchas hijas de los duques y administradores querían que John se casara con ellas, pero él las ignoraba.

Llegamos al pueblo para revisar la nueva mercancía, solo eran algunas verduras, telas, calzado y joyería. Nada malo gracias a Dios, pero en los vendedores había algo sospechoso y en realidad no lograba descifrar qué era. John solo les ordenó que durante estuvieran en el reinose alejaran de problemas o se involucraran en ellos, que respetaran a los ciudadanos si ellos quieren respeto y sobre todo a las mujeres.

Cuando John está serio y dando órdenes se ve más guapo, sigo sin comprender porque no se ha casado o quizá tiene pareja y la tiene en secreto. Pérdida en mis pensamientos no me di cuenta cuando un vendedor me estaba llamando desde hace unos minutos atrás.

—Señorita, usted es muy bella. Tengo un collar que le quedaría a la perfección. —dice brindando una sonrisa.

—Supongo que gracias, señor mercader. Pero no estoy interesada en joyas, lo siento.

—Me llamo Joaquín, llámeme así. —se apresuró a decir.

—Entiendo, pero llamarlo así sería una falta de respeto.

—No se preocupe, no me molestaré si me llama por mi nombre. —comentó.

—¡Ejem! ¿Cuántos días estarán en el país? —interrumpió John.

—Nos quedaremos un mes, príncipe. —dijo el otro mercader.

—Bueno, ya les di las órdenes del país, que tengan una buena estadía mientras tanto. —mirándolos detenidamente.

Cuando ya corroboramos que todo estaba bien, decidimos ir a un pequeño restaurante a comer. Pedí una sopa de tómate nada más, no tenía mucha hambre y no era lo mismo que comer en familia. John también pidió lo mismo y cuando terminamos decidimos ir a la casa, pero en el camino nos detuvo la hija de Inés. ¡Lo que faltaba!

—Buenas tardes, príncipe.

—Buenas tardes, señorita Brasseur.

—Mi nombre es Alicia. -dijo ella.

—Prefiero decirle señorita Brasseur. —marcando una línea.

—Como usted quiera, ¿Cuándo podré salir con usted?

—Por ahora no tengo intenciones de cambiar de compañía, espero lo entienda. —lo dice fríamente.

—Claro, no se preocupe príncipe. Pero no entiendo porque con ella y conmigo no. —fingiendo sonreír educadamente.

—El problema es que no le dedico mi tiempo a cualquiera, señorita.

—Yo no soy cualquiera, soy la hija del duque. —explotando como su madre.

—¿Debo felicitarla por ello? Pasaré por alto la falta de respeto hacia mi compañera y su familia por ponerlas usted en una balanza, pese a saber que no hay comparación con la familia Battaglia en el reino—diciéndolo de manera sarcástica.

—Me disculpo, su majestad no fue eso que quise decir. Es solo que al verlo con la señorita Fiorella me dio un poco de envidia. —bajando su cabeza y la mirada llena de coraje.

—Eso creí, estoy un poco ocupado. Sin embargo, ya que viniste quiero que le lleves un mensaje a tus padres. —frunciendo el ceño.

—Claro, dígame mi príncipe. —emocionada.

—No te emociones, pero ya que dijiste que tu padre es el duque y se supone que su deber es llevar en alto su apellido por toda la nación, me gustaría que sus hijos también lo muestren en la base militar porque prácticamente no se esfuerzan en lo más mínimo.

—¿A qué se refiere? —dice nerviosa.

—Solo dile eso a tu madre. —diciendo eso me toma del brazo.

—Está bien, tenga un buen día.

—Fiorella, ¿nos vamos? —ignorando las palabras de Alicia.

—Me parece perfecto. —respondí.

—Te quiero llevar a un lugar.

—Vamos. —dije sonriendo a lo que él se sorprendió.

Alice se puso roja del coraje, siempre he tenido miedo de lo loca que puede llegar a ser junto a su familia. Es cierto que ella desde pequeña ha estado enamorada del príncipe cuando lo vio por primera vez a los 13 años. Sin embargo, no se puede forzar un corazón a sentir algo por alguien que no quiere.

Tomamos el camino de regreso y había una parte en específico cerca de la zona fronteriza, era una hermosa cafetería que estaba adornada con flores y arboles frondosos de roble, el ambiente era muy lindo y cálido. Era una zona que desconocía, pero me daba tranquilidad estar ahí, no había sentido ese tipo de paz en mucho tiempo. John se mostraba muy feliz de estar ahí, me dijo que era su cafetería favorita y que cuando vuelve a la ciudad es uno de los primeros lugares que visita.




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