Único capítulo
«No me lo puedo creer. ¿Pero dónde puñetas me he metido?», pienso al ver la cantidad de cuerpos que me rodean. «Cuando pille a Carla la machaco».
—Tienes que ir —me dijo con una gran sonrisa—¡es el local de moda ahora mismo y te lo vas a pasar en grande!
¿Local de moda? ¿Este antro tenebroso lleno de humo y con la música machacona que sonaba?
Miro a mi alrededor buscando un rincón tranquilo donde esconderme de esta gente y un cosquilleo intenso en mi nuca hace que gire de golpe la cabeza creyendo que alguien me había tocado, pero no, allí no había nadie. Busco antes de darme la vuelta y una intensa y tenebrosa mirada hace que me quede estática en mi lugar. No sé qué es lo que me sucede, pero no puedo apartar los ojos de los de ese hombre. Es como… como si estuviera hipnotizada porque por mucho que le diga a mi cerebro que deje de observarlo no me hace ningún caso.
Me tenso cuando lo veo acercarse poco a poco en mi dirección y lo observo. Es un hombre alto y delgado. Sus ojos azul claro no se apartan de mí. Va vestido totalmente de negro, lo cual hace que el contraste con su blanca y lechosa piel sea más intenso.
—Hola —susurra cerca de mi oído haciendo que su frío aliento erice mi piel.
—Ho… hola —le contesto mirando a un punto fijo a su espalda. No sé qué me está pasando, pero no me puedo mover.
—¿Cómo te llamas, preciosa?
Se endereza y me mira de nuevo.
—So… Sonia —respondo con dificultad. Carraspeo pasando la mano por mi garganta.
—Bonito nombre. Y dime, Sonia, ¿estás sola?
«¿Y ahora qué le digo? ¿Qué sí? No, no seas tonta, dile que no, que estás esperando a tu novio».
—Pues… pues estoy esperando a mi novio. No creo que tarde mucho en llegar, la verdad.
Ese hombre sonríe con sorna después de escucharme y niega.
—No lo creo. No sé porqué, pero tengo la impresión de que tu novio no vendrá a este local, preciosa.
—¿No? ¿Y cómo lo sabes? No me conoces, no lo conoces a él.
Vuelve a sonreír y siento cómo empiezo a cabrearme. ¿Acaso este tipo se está riendo de mí?
—No. No te conozco y no lo conozco a él, linda. Pero la verdad es que me gustaría mucho llegar a conocerte a ti.
Veo como se relame los labios y frunzo el ceño.
—¿Y por qué te gustaría llegar a conocerme?
—Pues porque tu olor es embriagador, dulzura. Hueles maravillosamente y la verdad es que me muero de ganas de probarte. Di que sí, Sonia. Mírame a los ojos fijamente y dilo.
Levanto la mirada de su pecho que es donde estaba mirando, y un jadeo sale de mis labios al mirar sus ojos escarlatas.
—¡Ays-Dios-Mío! —susurro y él niega.
—No, preciosa, aquí no hay ningún dios que te pueda salvar de mí. Serás mía, Sonia. Mía para siempre.
Un empujón a mi espalda hace que reaccione de golpe haciendo que pueda retirar la mirada de los ojos de ese tipo.
—¡Y una mierda! —grito y le estampo mi mano en la mejilla con fuerza. La verdad es que le he metido una buena leche, pero la mirada de sorpresa que pone, seguida de una de ira, hace que me tense y que tenga ganas de salir corriendo.
«No te lo pienses, tonta. ¡Corre!», grito interiormente y no me lo pienso.
Lo empujo con todas mis fuerzas haciéndolo trastabillar, me doy la vuelta y empiezo a correr para alejarme de ese hombre. Golpeo con mis codos a los cuerpos que tengo delante, los cuales me gritan y se quejan al sentir cómo los golpeo y cuando estoy cerca de la salida, un brazo rodea mi cintura y me levanta del suelo.
—¡Suéltame, imbécil! ¡Déjame marchar! —grito con todas mis fuerzas logrando que mi voz se escuche en todo el local.
La música para de golpe. Solo escucho silencio y veo a todo el mundo mirando en mi dirección.
Mi respiración acelerada a causa de la carrerita logra que salga como jadeos de mi interior y siento ganas de echarme a llorar.
—Suéltala, Ariam. Ella no es tuya.
Busco el sonido de esa voz y veo como la multitud se aparta para dejar pasar a un hombre. ¡Y qué hombre madre del amor hermoso!
Es rubio y alto, muy alto, debe medir cerca del metro noventa. Tiene un cuerpo musculado, se le nota por la negra camiseta que ciñe su fuerte torso. Levanto la vista de nuevo y me fijo en su atractiva cara. Sus facciones cinceladas hacen que me quede sin respiración. Sus preciosos ojos color ámbar no dejan de observarme. Es como si fueran oro líquido. Y su pelo… ese largo, lacio y rubio pelo hacen que sienta ganas de pasar mis dedos por él. Es… es… un Adonis, joder.
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Editado: 10.01.2020