Abrí mis ojos y Rayan me estaba observado como el acosador que es, me besó la frente y se acercó más a mi, comenzó a besarme con más intensidad y nuestro cuerpos estaban frente a frente, sentía su olor, su calidez, Rayan tenía ese poder, pero alguien golpeó la puerta.
—Mierda.— dijo agarrando una remera para ponerse encima. Tapé mi cara y veía como la luz entraba por la habitación por la ventana. Vi mi celular y eran las siete de la mañana en punto. Me levanté, me coloqué la ropa que me había sacado y como un zombie caminé hasta el baño, escuché desde allí una voz conocida, era Jack.
Cuando vas a salir de mi vida.
—Hermano, abrió un gimnasio nuevo, vamos ahora, cámbiate y desocúpate.— le gritaba a Rayan, de mala gana tratando de dar una impresión salgo del baño y me dirijo a la cocina lentamente. Jack no se sorprendió, estaba con su patética sonrisa, me saludó como siempre, como si nada entre nosotros hubiera pasado.
—Debo irme Rayan, Elio me matará si llego tarde, nos vemos para el almuerzo.— le dije sonriendo besando sus labios tiernamente.
Entré a mi habitación y me coloqué un vestido verde y unos zapatos a tono, encontré el relicario tirado en el piso de mi sala y recordé que hacía allí, me lo puse y sonreí en el espejo. Jamás había sido acomplejada con mi cuerpo, bueno, quizás en la fiebre de los diecisiete, esas en las que debías vestir con poca ropa y tener un abdomen planisimo, pero decidí con el tiempo no seguir con esos absurdos canónes. Salí del hotel silenciosamente con unos auriculares escuchando la radio aburrida. Escuchaba política, es el tema central de cualquier titular, no era de mi interés, pero a pesar de esto participé en mi adolescencia de grupos revolucionarios, pero no dieron mucho fruto y se separaron en pleno auge, ahí me di cuenta de muchas cosas. Miré mi reloj y eran cerca de las ocho, pasé por un puesto de café y pedí dos, a Elio le encantaba el café de este carrito, dice que le recuerda a sus épocas de jóven, esas en las que no paraba de beber.
En la entrada de mi trabajo siempre me encuentro a Miriam, María del Carmen y Gloria, señoras de avanzada edad que me quieren atrapar para que salga con sus hijos, son guapos pero detestables. Ellas trabajan con Elio desde hace decadas, son como unas "hermanos", eso es lo que me dice él siempre. Las saludé a las tres y me señalaron la puerta donde estaba mi jefe, generalmente cuando eso pasa era por dos razones, una porque tiene una reunión importante o porque me metí en problemas. Mi cara ensombreció y entré temerosa, solo se escuchaba la punta de mis tacones y juro que odiaba ese ruido.
—¿Elio?— pregunté dejando mis cosas en el escritorio como si la mesa fuera tan frágil que la rompería.
—Al fin llegas.— me dijo sacandome el café de las manos y cerrando las persianas de la oficina.—Para que las chismosas no oigan.— me volvió a decir tomando el café.
—¿Qué pasa?— crucé mis brazos apoyándome en la punta del escritorio.
—Es hora de que te cuente la verdad Ariana, te lo mereces.— me dijo borrando su sonria.
—¿De qué verdad habla señor?— le pregunté arrugando mi nariz, sólo hacía eso cuando estaba nerviosa.
Elio me ofreció la silla y luego se sentó él. Sus ojos demostraban temor, nerviosismo y tranquilidad. Me miró el relicario y me lo señaló.
—De eso.— tosió en seco.—Trabajas hace tiempo para mi, nunca te lo dije por miedo a que me abandones y con razón. Eres la secretaria más eficiente que he encontrado en mis años de servicio.
Mi corazón comenzó acelerarse
—No entiendo.— le respondí removiendome en la silla.
—Tengo una hija.— largó de un tirón. Nunca me había querido contestar esa pregutna.
—¿Con Claudia?— pregunté curiosa, Claudia era la mejor amiga de Elio y su actual esposa.
—No. Antes de ella. Fui un jóven demasiado coqueto y con las relaciones era muy decidido y me casé a la primera, Claudia era mi mejor amiga, pero en ese tiempo no pensé en ella como algo más. Tuve una hija con Margot Montenegro. Ahora que lo pienso, me casé con la oscuridad en persona. — me dijo jugando con el café en la mano.
—Perdoná Elio, no sé que tengo que ver en esta situación...— le dije sonriendo intantado no dañar sus sentimientos.
—Mi ex mujer se casó con un hombre luego de dejarme, un mafioso, y por lo que me enteré necesitan ampliar el negocio familiar, pero Margot no puede tener más hijos. Mi hija que se llama Ariana, jamás quiso ir con ella, se quedó conmigo, vivimos juntos por un tiempo, trabajaba para mi, hasta que ella vino en busqueda de su hija y Ariana tomó la decisión de irse al extranjero y no regresar. Perdí contacto con ella hace tres años y medio.— me dijo tristemente, muchos sentimientos de tristeza venían a mi, trataba de no perder el hilo de la historia.
Mis manos temblaban y Elio se apresuró a decir nervioso.
—Estas en peligro.— me dijo tomando una de mis temblorosas manos.
—¿Por qué?— le pregunté abriendo mis ojos.
—Ese relicario que portas con orgullo es de la familia Montenegro, vale millones te aseguro, le pertenece a mi hija.— me dijo señalandome el collar. Temblé.
—Pero la mujer que lo buscaba tenía un padre, ahora que lo recuerdo me dijo que tenía un lunar en la espalda y que venían por mi ¿Sabe lo que significa?
—Me temo que sí, ¿Por qué no me llamaste como te lo pedí?— me preguntó refregando sus ojos enojado.
—Porque no estaba segura de lo que significaba y en verdad no tenía idea.— le respondí con inocencia.
—No importa, dos personas te vigilan, te cuidan día y noche.— arrugé mi frente confundida. Una llamada de Rayan me llegó pero apagué el celular.
—¿Quién?— le pregunté levantando mi voz.
—No te lo diré, estás más segura.— me respondió apoyándose en el espaldar de su silla sonriendo.— ¿Con quién estuviste peleando ayer?— me preguntó interesado.
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Editado: 04.12.2021