El renacer de las tinieblas - parte uno (elemental School 4)

Prólogo: La montaña Berserker

—¡Muy buen día, hombres y mujeres, niños y niñas, ancianos y ancianas de mi querido pueblo Enemeico! Como todos ustedes sabrán, me llamo Bernardo y soy conductor y protagonista del programa de radio y cable «Bernaventurado».

 

Al pie de una enorme montaña cuya cúspide estaba invisible por inmensas nubes oscuras que la cubrían por completo, se hallaba un tumulto de al menos cuatrocientas personas que observaban y escuchaban el discurso de un joven de apariencia alta y atlética, tez bronceada, ojos cafés como su rizado cabello, el cual estaba vestido con lo que parecía ropa de alpinismo y de su mochila, color azul verdoso, colgaba lo que parecía una cámara y un radio que conectaba con una diadema micrófono en sus orejas.

 

—Para quienes no lo sepan, «Bernaventurado» es mi programa en donde comprobamos la veracidad de algunos mitos o leyendas de Enemeia, o a veces simplemente hacemos exploración. Hoy estoy aquí para comenzar con mi proyecto más ambicioso hasta la fecha: llegar a la cima de la montaña Berserker y develar lo que se oculta tras aquella permanente nube que no deja ver la cúspide.

 

—¡Contexto momento, Bernardo! —gritó una anciana voz desde la multitud.

 

—Bien, señor. Para quienes no lo sepan, Berserker es la montaña más alta de Enemeia, se dice que mide de seis a siete kilómetros de altura total y es conocida por dos motivos: la prisión Berserker y el misterio de su cúspide. Muchos se han aventurado a ver lo que hay en la cima tras la bruma eterna que la oculta desde aquí, pero no se sabe de ninguno que haya regresado de su expedición, lo único que se dice han podido encontrar de ellos entre la nieve fueron sus huellas y una que otra prenda a unos metros de la prisión, siendo el supuesto récord a cuatrocientos metros del edificio. Los cuerpos jamás son recuperados ni hallados y solo añaden más misterio al sitio en cuestión.

 

—¿Por qué cree que usted podrá conseguirlo? —preguntó una voz femenina.

 

Bernardo mostró una sonrisa que denotaba aires de grandeza, y aseguró:

 

—Porque he estudiado con detalle lo suficiente para estar muy bien preparado y lograrlo, prueba de ello es lo repleta de artículos que está mi mochila, la ropa especial que llevo para las alturas y que aprendí a utilizar mi fuego para calentarme a mí de ser necesario y cocinar lo que traigo.

 

Ni Bernardo ni las personas que estaban allí eran gente normal, sino que eran elementales. Los elementales son seres humanos que tienen la capacidad de controlar algún medio de la naturaleza, como por ejemplo el fuego en caso de Bernardo. Enemeia era la ciudad en la que vivían los elementales que decidían no ir al mundo humano a cumplir la misión de proteger y ayudar a los seres humanos.

 

—Por cierto —dijo Bernardo—, voy a estar sintonizando la radio de Enemeia hasta llegar a la prisión, pues hice algunas pruebas antes y resulta que después de allí se pierde la señal y la conexión, por lo que el resto quedará grabado en la cámara que traigo y que podrán ver su contenido cuando regrese. No sé cuántos días tardaré, lo único que tengo claro es que una vez lo consiga, la punta recibirá el nombre de mi madre que me está viendo justo ahora.

 

Bernardo se acercó a una señora de aparentes cincuenta años junto a otras mujeres con parentesco del joven, la abrazó y los demás alrededor parecieron ver que se despedía. Caminó por un sendero que, visto a lo lejos, llevaba hasta una fortaleza que estaba a una altura considerable del pie de la montaña. Aquel sitio era la prisión Berserker y la pérdida anunciada del contacto con Bernardo.

 

Anduvo caminando por unos treinta minutos mientras hablaba desde la diadema, donde la gente se amontonaba en el pie de la montaña para oírlo en las radios de los enemeicos que llevaban las suyas. Cuando la voz de Bernardo a veces era interrumpida por estática, suponían que había llegado hasta la prisión.

 

—Bien gente —escucharon desde los dispositivos y entre la estática momentánea—, he llegado a la prisión, si me lo preguntan agradecería no terminar aquí nunca, estoy a buena altura y no me imagino el frío tan horrible que hará ahí adentro si aquí apenas puedo sentir algo por mi ropa, casi siento lástima por los reclusos de ahí. Bien, saben lo que significa, nos vemos.

 

La voz de Bernardo se cortó por completo y una estática se escuchó desde todo dispositivo de las personas, quienes se empezaban a ir emocionados por lo que aquél intrépido joven pudiese grabar.


***

—¿Aún nada? —sollozaba la señora a un oficial de policía dentro de una estación.

 

—No señora, lo lamento, ni rastro, como todos los demás.

 

Habían pasado ya más de tres semanas desde que Bernardo se había aventurado a la cima de la montaña, lo cual hizo que todos lo tomaran por muerto al no haberle visto nadie de nuevo desde entonces. Aunque la desaparición de Bernardo era algo que tenía a toda Enemeia triste al ser una celebridad, fue de cierta ayuda para la reputación misteriosa de la montaña, pues el joven añadió otro misterio cuando fueron a revisar el perímetro cercano: el cómo la cámara que Bernardo llevaba parecía haber sido desmantelada por algo o por alguien para sacar el rollo o la tarjeta de memoria que contenía lo que ésta había grabado.

 



#5174 en Otros
#853 en Acción

En el texto hay: elementos, juvenil, ficcion

Editado: 07.07.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.