El renacer de las tinieblas - parte uno (elemental School 4)

Capitulo 1: Alas en llamas

Cuando el manto de la noche cubría el cielo por completo, una pantalla de computadora en una oscura habitación proyectaba un vídeo de una pareja sentada a orillas del mar en lo que parecía lodo o arena mojada y cubiertos de una ligera neblina. El hombre, que tenía sus rasgados ojos enrojecidos debido a las lágrimas que corrían de ellos, abrazaba a su esposa, la cual estaba recostada de espalda en su pecho. Aquella chica, también de ojos característicos en los asiáticos, tenía la pinta de que en cualquier momento iba a fallecer, pues la debilidad en su cuerpo, la fatiga en su respirar y su mirada perdida eran cosas muy notorias en ella.

 

Con voz triste pero esforzándose por no sollozar, aquél muchacho hablaba en otro idioma, pero unos subtítulos traducían mientras sonaba una triste melodía de piano de fondo:

 

—Siento no irme contigo…

 

La chica tomó la mano de su esposo con las fuerzas que le quedaban y la acercó a su boca, como intentando besarla. El joven continuó con una voz que reflejaba las ganas que tenía de romperse a llorar en ese instante.

 

—Nunca te olvidaré…, no te olvides de mí, te lo ruego. Te amo.

 

Siguieron abrazados por un momento hasta que la chica, aún sin partir, cerró los ojos un poco, lo miró suspirando con algo de dificultad y acarició la mejilla de su amado para posteriormente aferrar su mano al brazo derecho de su esposo.

 

—Aquí estoy… —suspiraba el muchacho casi sollozando—, aquí estoy…

 

El sonido de las olas fué lo único que se pudo oír por un breve momento.

 

—Amor… —dijo el muchacho sollozando y casi como un imploro—, espérame. Amor… espérame —repitió mientras aún abrazaba a su mujer.

 

Tras aquellas palabras, la chica finalmente cerró sus ojos, exhaló un último suspiro, y la mano que se aferraba al brazo del jóven perdió de pronto todas sus fuerzas, cayendo sobre la arena mojada emitiendo un ruido sordo. El muchacho, al comprender lo que ocurrió, finalmente se rompió en llanto, y poniendo su frente sobre el hombro izquierdo del cuerpo sin vida de su amada, repitió por última vez:

 

—Espérame…

 

Aparte del sonido del mar y el sollozo del jóven, se escuchaban otros dos llantos fuera de la pantalla… o bueno, uno de ellos venía de fuera  de la misma y otro desde la computadora sin ser de aquél vídeo.

 

Con una lámpara como único medio de luz que le teñia de color naranja la mitad izquierda de la cara, un joven con cabello negro algo largo hasta la nuca que parecía acabar en punta con flequillos adelante, ojos del mismo color que su pelo y que desprendían un montón de lágrimas, nariz nubia y labios algo gruesos estaba llorando desconsoladamente ante la escena que se vió en la pantalla.

 

—Es que sufrieron mucho para estar juntos, ¿Y así es como termina? ¡No es justo! —sollozaba.

 

Aquel joven se llamaba Sebástian Mendez, y en ese momento se encontraba viendo el final de un dorama que veía acompañado de alguien muy especial para él. Un sollozo femenino se escuchaba a través el parlante de la computadora, y mientras que por un lado la escena continuaba con el asiático cargando sobre su espalda el cuerpo de su amada despidiéndose de ella, por otra parte del monitor se veía a una chica de oscuro cabello corto hasta poco más del mentón y un flequillo, cara circular, ojos negros y rasgados como los personajes de la novela, nariz y labios pequeños y un pálido tono de piel se encontraba tal vez llorando incluso más que Sebástian por la misma razón. Aquella fémina se llamaba Cha Sung Shin, o Sun-Shin a como la apodaban, y era la novia de Sebástian.

 

Hacía unos cuantos meses ambos habían iniciado una relación y, como una actividad de pareja, decidieron ver durante sus vacaciones un dorama que a Cha le había interesado, y por ello es que estaba en coreano como idioma original y subtitulado al español para que Sebástian entendiese, pues Sun-Shin hablaba en coreano y no entendía español.

 

—¡No merecía morir! —lloraba desconsolada la chica mientras unas lágrimas bajaban de sus ojos y caían por su mejilla— ¡Cuando por fin se casaron y el otro se sacrificó para que ella pudiera ver a su amado…! ¡No es justo!

 

Para poder ambos comunicarse durante sus llamadas, estaban usando una aplicación que traducía lo que alguno quisiese hablarle al otro. Sebástian tenía está aplicación para traducir al coreano lo que decía y oír en español lo que su novia decía, y Sun-Shin lo tenía viceversa.

 

Así pasaron unos buenos minutos tranquilizandose mientras la palabra «Fin» era lo único en la pantalla además del jóven junto a un piano mirando al océano desde la orilla, Sebástian se había calmado finalmente mientras que Sun-Shin aún sollozaba cuando un chirrido se escuchó en la habitación del chico. Una mujer de apariencia rellenita y algo similar a Sebástian (salvo por su largo cabello ondulado junto con sus ojos color chocolate) entró a la habitación, algo alarmada por el llanto que se escuchaba hasta las otras habitaciones. Aquella mujer era la madre de Sebástian, y su nombre era Valeria Acevedo.

 

—¿Qué pasó? —preguntó frunciendo el entrecejo— ¿Por qué estás llorando?

 

Sebástian, algo avergonzado que su madre supiera que había llorado, se limpió los ojos con los dedos y respondió:

 

—Estaba viendo una novela con Cha, y pues usted ya sabe cómo puede ponerse la trama a veces.

 

—Ah, entonces ya no ves novelas conmigo para verlas con "Yan Yun Ming", ¿No? —alegó, aunque Sebástian sabía que era broma y se notaba que su madre fingía frustración.

 

—Cha Sung Shin —corrigió Sebástian mientras reía, siempre le causaba gracia que su madre intentara recordar el nombre exacto de su novia—, de hecho está en videollamada conmigo ahorita.



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En el texto hay: elementos, juvenil, ficcion

Editado: 07.07.2023

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