Por las ventanas se veía un cielo celeste y faltó de nubes, y la única compañía de ese enorme manto era un sol brillante que parecía estar estampado como si se tratase de un adorno de gorro. Unas aves de plumaje parecido al fuego volaban en manadas mientras se chirriaban los unos a los otros. Lo único malo de aquel momento era el estar en un salón de clases con Azariel retomando una y otra vez el tema que habían visto con anterioridad.
—¡Despierte! —gritó el peliazul mientras golpeaba la mesa del pupitre, despertando a Wyatt y haciéndole dar un brinco del susto.
—N-no estaba dormido —se apresuró a decir Wyatt aguantando un bostezo y con el corazón en la garganta—, estaba… estaba concentrándome para entender mejor lo que usted decía.
—Concentrándose… —repitió Azariel arisco— dejé tarea la última vez, ¿Esta vez se dignó a hacerla?
—Quien estudia y hace tareas es porque duda de sus conocimientos —respondió Wyatt sacando una carcajada al resto de la clase.
Azariel emitió un bufido y regresó a la pizarra, donde estaba escrito un mapa mental sobre los tipos de movimientos y continuó explicando. La verdad era que hasta Luna se había aburrido ya, hacía poco tiempo comenzaron las clases en la Ee y, por lo general, no tomaba más de tres sesiones los temas que Azariel impartía, pero este se había extendido bastante y casi no se añadía nada nuevo. Sebástian hacia la mueca de copiar aquel gráfico, pero en su cuaderno anotaba en su lugar las ideas para las próximas clases BETA y planes para mantener el arcángel infernal por más tiempo.
Volteaba a ver a los pájaros en el cielo buscando alguna idea. ¿Estar en el cielo en el momento en que su transformación debía culminar lo haría mantenerla por mera supervivencia como había dicho Azariel tantas veces? Luego recordó que nada anormal le había pasado a su cuerpo para ayudarlo a frenar algo pesado que iba a caerle encima hacía dos años y desistió de aquella idea. Cuando la voz de alguien a su derecha resonó en su cabeza, lo que antes era la imagen de la bóveda celeste regresó a la imagen de Azariel, quien se hallaba hablando con un estudiante tez morena.
—¿Por qué no vemos algo nuevo ya? Desde que inició el año nos ha estado repitiendo lo mismo cada clase y ya ni siquiera da información nueva.
—El imbécil de Wyatt seguro ya hasta se lo aprendió de memoria, y eso ya es mucho decir —comentó Ryan.
—¡Silencio! y tú, Ryan, no le hables así a nadie si no quieres que te castigue.
—Tomo la palabra de Alessandro acerca del tema —intervino Cha, que hacía unos segundos parecía batallar internamente si dormir un poco o escuchar por milésima vez a Azariel—, los otros años ni siquiera comenzábamos con temas, eran repasos, pero ahora estamos siempre enfocados en lo mismo.
El silencio ensordeció el aula por unos segundos, donde la mayoría pensaba la forma en la que Azariel regañaría a Cha y al resto por cuestionar la clase, aunque también agradeciendo por aquello que no se atrevían a decir. Tras un breve momento que parecieron eternos, Azariel exhaló y volvió a la pizarra como si nada hubiera pasado.
Como Sebástian y el resto sabían lo que Azariel iba a decir a continuación (algo sobre la responsabilidad del uso del elemento, lo cual les sorprendió ya que eso era más un tema para convivencia elemental), éste volvió a ver a los pájaros, los cuales ya se habían perdido de la vista que la ventana mostraba, dejando ver únicamente unas montañas en lo más lejano de Enemeia. No sabía qué hacer para mantener el arcángel, «¿Tan siquiera puedo aumentar el tiempo o solo estoy perdiendo el tiempo?» pensaba, y de pronto le pareció atractivo el brillo que producía la plata que le rodeaba su anular. No había pensado demasiado en aquello que había ocurrido tras la clase de educación física, pero Cha no había demostrado alguna cosa por la que Sebástian tuviera que preocuparse, incluso recordaba cómo actuaba ella el año anterior y cómo la había ayudado con sus traumas.
un sonido continuo, ruidoso y hasta algo molesto lo sacó de su ensimismamiento, era el timbre que indicaba el fin de la clase de Azariel, por lo que (en lo bajo y sin que el peliazul se diera cuenta) todos empezaron a emitir resoplidos de satisfacción o sonreir, mientras que Azariel salió por la puerta y caminó hasta que nadie en el salón pudo verlo.
No hubo tiempo tan siquiera de moverse de su lugar cuando la imponente figura de Lenard apareció por el umbral, tan calmo y con el semblante sereno de siempre. Saludó con la mano a los alumnos y empezó a dar la clase.
—Buenos días jovenes, el día de hoy les vengo a hablar, nuevamente, sobre el rumbo que ustedes deben tomar tras la Ee.
Aunque fué sin intenciones de faltar el respeto y más bien por instinto tras la clase anterior, todos exhalaron notoriamente irritados. La sonrisa de Lenard se borró, y Sebástian pudo ver que en su cara se reflejaba la extrañeza ante aquel gesto.
—¿Qué ocurre? Puedo entender que mi clase no es la más entretenida que digamos, pero no pensaba que…
—Es que venimos de algo similar con el profesor Azariel —Explicó Luna antes que Lenard se sintiera ofendido—: Ha estado repitiendo el mismo tema desde la semana pasada. Sabemos que no hay ninguna obligación de cambiar de tema cada día, pero él no pone nada nuevo, y ahora que viene a decirnos que también vamos a ver lo mismo hoy…
—Pero no les explicó el por qué? —inquirió Lenard con el ceño fruncido, y ante el silencio que interpretó como un «No», continuó— Los alumnos de tercer y cuarto año reciben una materia nueva con el profesor Azariel, y ustedes van a comenzar a educarse en esta a partir del segundo bimestre, por lo que ese tema que ha estado repitiendo sin parar es con el fin de que puedan comprenderlo a la perfección, ya que es una introducción.