El renacer de las tinieblas - parte uno (elemental School 4)

Capítulo 17: La invitación

La mañana del sábado no se hizo esperar, la luz del sol se asomaba a través de las ventanas de la Ee, donde por un pasillo caminaban juntos Agda y Alexandre, el cual cabizbajo se llevaba la mano a la cara tratando de cubrirse de los otros estudiantes, los cuales al verlos les hacían mofas, imitaban un beso o simplemente les decían "había niños presentes" en referencia a los de primero de aquella clase.

 

Como el francés temía, toda la escuela se terminó enterando del asunto entre él y Agda el día anterior gracias a que alguien, quien buscaba al director, había escuchado los regaños del mismo hacia Agda y Alexandre desde el otro lado de la puerta, y como era de esperarse, aquel que llamaban como un chistoso suceso se esparció de manera pandémica por toda la Ee. Alexandre, rojo como un tomate, en aquel momento hubiera preferido mil veces una expulsión antes que la advertencia que les dio Lenard a ambos y comerse las creencias de las personas de que él y Agda estaban juntos.

 

—¡Qué linda la parejita, van a tener una cita! —se rió Ryan al ver que se dirigían a la salida.

 

—Ya quisiera él tener una cita conmigo —dijo Agda por lo bajo mientras cruzaban por el umbral.

 

Caminaron por el pasto a las afueras del centro de estudio, rodeándolo como quien buscase el camino hacia Enemeia que Alexandre recorría cada sábado para visitar a su amigo, mismo que tenía las mismas ansias de escuchar al francés aunque sea una vez por semana y ponerse al corriente de lo sucedido. Alexandre se alegró de pensar que Aren de ninguna forma podía saber lo de Agda y que tuviera una razón para molestarlo.

 

El camino hacia el hospital era cuanto menos largo, el único método para ir más rápido era surcando los cielos, y el único que podía hacerlo no dejaba ver ni sus huellas desde que salió de la Ee junto a sus amigos después del desayuno.

 

Tras varios minutos caminando, finalmente la estructura del hospital estaba frente a ellos, y sus puertas de cristal abiertas esperando el paso de ambos. Alexandre trotó dejando atrás a Agda, quien indignada le lanzó una bala de sombra para que lo esperara.

 

—¿Tú a mí que me…? —espetó el de tez pálida, pero dejó salir aire para tranquilizarse— apurate, quiero verlo y retomar lo que dejamos pendiente la semana pasada por culpa tuya.

 

—Yo no te dije que lloraras y salieras como niña dolida —argumentó Agda, ahora adelantándose al francés y llegando ambos a recepción.

 

—Venimos de visita, somos amigos de Aaren —dijo Alexandre.

 

—De acuerdo, ¿nombres?

 

—Adga Ellingsen y Alexandre Martin.

 

—Alexandre Martin… —terminaba de anotar la recepcionista— Bien, pueden pasar, ya usted conoce la habitación. 

 

—Muchas gracias. Te diría que me siguieras, pero creo que ya sabes donde está la habitación de Aaren —se dirigió a Agda, quien estaba a la par suya.

 

—Solo recuerdo la mentira de que ibas bien con Cha, en dónde fue no lo recuerdo —se llevó el índice a la barbilla.

 

—Te juro que eres desesperante.

 

—Con algún talento tenía que nacer —le sonrió.

 

Alexandre volteó la mirada y decidió mejor seguir buscando a Aaren, el cual estaba unos pisos más arriba de ellos, muy posiblemente a la espera de volver a escuchar a su amigo.

 

Ambos tomaron una desviación a la izquierda que conducía a un elevador a mitad de una pared derecha, abriendo este sus puertas dejando pasar un par de enfermeros que salían del mismo con un paciente en silla de ruedas, aprovechando ambos para ingresar y tocar Alexandre el botón que llevaba al quinto piso del hospital.

 

El elevador ascendió de golpe, provocando en ambos un ligero y rápido retortijón en la barriga y una sensación de mareo durante el trayecto, el cual luego de unos segundos se detuvo y abrió nuevamente el paso al ocultar las puertas que parecían ser absorbidas por el marco del ascensor. Los dos individuos salieron aún algo mareados, pero dicha sensación desapareció cuando, tras algunos pasos, llegaron finalmente a la habitación en la que estaba ingresado Aaren.

 

Alexandre pensaba en qué podría hablar con Aaren, ya que lo último que le había pasado en toda la semana era un secreto que le había jurado a Agda no decirle a nadie, y mucho menos lo iba a hacer si la mencionada estaba a la par suyo en aquel momento. Tomó el pomo de la puerta decidido a improvisar algo, pero sintió como una mano en su pecho lo retenía, volteando a ver que Agda le decía entre señas que se callara, y en aquel momento escuchó una voz al otro lado de la puerta. 

 

Ambos pegaron sus oídos a la madera de la puerta, pudiendo escuchar casi claro una voz áspera que parecía hablar con Aaren.

 

—Lastimosamente aún no hay pistas sobre quien lanzó la maldición, pero créanos que estamos haciendo todo en nuestro poder para rastrear al sujeto y encerrarlo de inmediato en Berserker, eso téngalo por seguro.

 

—Sé que tarde o temprano va a aparecer y lo tendrán de frente —dijo Aaren con la voz calmada de siempre—, y sé que hacen todo lo posible por encontrarlo, no se disculpe.

 

—También hay algo que tenemos que contarle, señor Aaren —dijo otra voz dentro de la habitación—: debido a su situación actual, creemos que ya es posible darlo de alta y que regrese a la Ee, pero claro está que no podrá recibir clases normales.

 

—¡¿Voy a volver a la Ee?! —se emocionó. 

 

—Aún se está viendo la posibilidad —dijo aquella otra voz rasposa—, hay que ver si las condiciones de la academia son capaces de tenerlo de nuevo con sus dificultades oculares y darle de alguna forma las clases que le faltan y perdió. 

 

—¡Puedo aprenderme las cosas con solo escucharlas una vez si es posible, pero quiero regresar a la Ee ya! —argumentó sonriente, solo que ni Agda ni Alexandre lo vieron— ¡Quiero volver a estar con mis amigos y no depender de los horarios de visita para hablarles!



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En el texto hay: elementos, juvenil, ficcion

Editado: 07.07.2023

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