El frío viento de invierno llenaba cada uno de los rincones de Enemeia a finales del mes de octubre, y junto a aquella sensación gélida que penetraba por todos los poros de la piel, aparecía en los estudiantes una mezcla de alegría por estar al borde de las vacaciones, melancolía por otro año que pasaba y tristeza por ser, para algunos, la última vez que verían la escuela y a los profesores que por cuatro años los habían acompañado en el trayecto de dominar aquello que los hacía especiales. Claro está también que seguido de todo esto estaban los exámenes, que insensibles a cualquier sentir del alumnado aparecían como un balde de agua helada (incluso más que el ventarrón matinal) y les recordaba que aún hay cosas por hacer antes que cualquier otra cosa.
Producto de aquella invitación recibida a los de tercer año, el cuarteto se había propuesto estudiar todos juntos para evitar cualquier inconveniente relacionado con no obtener un puntaje aprobatorio requerido en cualquier clase. La verdad era que no hacía falta tal acto, ya que ninguno de ellos estaba en peligro (incluso Wyatt, que era conocido por tener problemas con las clases de Azariel, le estaba yendo relativamente bien), pero el hecho que el peliazul se estuviera comportando en aquel momento tan tranquilo en lugar de recordarles a todos lo que les iba a ocurrir si por cualquier motivo desaprobaban era motivo suficiente para estudiar los temas de clase hasta en otro idioma de ser posible.
Pasaban los días finales del año lectivo, y con ellos las amenazantes hojas a resolver cada mañana de esa semana, pero cuando las tenían ya a la vista y el aire gélido les congelaba el sudor, notaban algo que, o era muy bueno, o era motivo de tener el corazón con la desagradable sensación de aquel momento: estaban bastante sencillos.
Cada profesor, en cada sección respectiva, notaba la cara de desconcierto de unos de los alumnos al ver las preguntas y los vítores de otros, pero de igual forma todos ellos se detenían a releer las preguntas unas tres veces antes de responder, sin perder el deje de duda en ningún momento.
—O es que yo me volví una bestia estudiando o está malo todo lo que puse —Concluía Wyatt mientras estudiaba junto a los otros para el día siguiente.
—Tal vez es porque el examen era de Brandon —opinaba Luna—, que creo que es el que más empeño le pone a su clase, veremos mañana con matemática o con Azariel el jueves.
—Pero sí está raro este asunto —comentaba Sebástian vuelto arcángel para aminorar el frío—, por lo general nos pone preguntas capciosas como mínimo, aquí no.
—¿Será factible preguntarles el motivo?
—No veo por qué no —habló Cha—, a menos que crean que nos estamos burlando y nos aumenten la dificultad de los siguientes o nos reduzcan la nota solo porque si.
—¿Que Azariel qué? —preguntó Wyatt con ironía—. Oigan, ahora que recuerdo, ¿no había dicho ese viejo que si inventábamos un movimiento nos eximíamos de la clase? ¡Estamos aún a tiempo!
—¿Y tú ya tienes un movimiento propio? —cuestionó Luna—, porque en lo que nos respecta aquí, lo único nuevo que tienes es el Lightning Storm, y por desgracia no puedes mostrárselo a nadie.
—Aparte que es una transformación, no un movimiento —añadió Cha mirando por encima de su cuaderno.
—Pues con el Lightning Storm me eximiría de esta clase ahora y el año siguiente —dijo el inglés con el foco prendido— pero por desgracia, a como dicen, no es factible enseñarselo a nadie más que a ustedes.
—Lo mejor sería estudiar —opinó Sebástian—, toma menos tiempo del que nos podría tomar hacer un movimiento, ya que dudo por ejemplo que al chico de la maldición seguro no le tomó tres días nada más para crear esa cosa.
—Ni me recuerdes al sujeto —se quejó Wyatt—, tras que por su culpa existen las maldiciones me hizo tener clases con Azariel. ¡Envoltura eléctrica era patente mía!
—¿Si recuerdas que envoltura eléctrica la creó otra persona? —dijo Luna, cerrando su cuaderno al haber terminado de repasar y enderezando su postura.
—Ay, es verdad, no dije nada entonces —se retractó y, con notoria amargura, regresó a ojear los procesos para cada tipo de ejercicio matemático que pudiera salir el día siguiente.
—No te sientas mal Wyatt —lo reconfortó Luna acercándose y acariciándole el cabello—, piensa que si la chica no hubiera hecho el movimiento estarías eximido, tan solo llegaste tarde a desarrollarlo.
—Si Wyatt, no te preocupes por el examen de Azariel, no eres en absoluto un baboso, ¡Mira envoltura eléctrica y voltaic clawling! si de verdad no sabías que ya existían es que no eres nada idiota, solo estás retrasado…
—¡Lo que djo Seb…! ¿Que solo está qué cosa? — se empezó a reír Cha.
—¿Eh?... —frunció el entrecejo, hasta que se dió cuenta de lo que había dicho, e inmediatamente se lanzó hacia el inglés— ¡No lo dije con esa intención, lo juro!
—Tranquilo, te entendí —se rió también—, pero no me deja de preocupar aún así… ¿Se imaginan que se haya puesto de acuerdo con los profesores para que el primer examen sea fácil, descuidarnos y reprobar con él?
—¿Tú crees?
—Es Azariel, me lo esperaría de él —aseguró.
—Pues siendo ese el caso tenemos bastante que estudiar mañana, basta de hablar y concentrarse más acerca de qué nos va a servir esto en el futuro, o mejor aún, por qué miramos matemáticas todo el año si de todos modos en el examen virtual de la escuela que nos tapa miramos matemática de todas formas.
—Clase de relleno —soltó Wyatt, regresando ahora sí a su cuaderno.
El siguiente día, así como el anterior, empezó despertando a todos con el fuerte soplo de bóreas penetrando por espacios entre las ventanas de las habitaciones, cuyos alfeizares se encontraban cubiertos con una gruesa capa de nieve. Al despertarse, además de aquella imagen inicial del pedazo de cristal, se encontraba la de Enemeia y sus aledaños en aquellas épocas: todo cubierto de blanco, desde los techos que de ellos colgaban decoraciones navideñas hasta las calles y la grama, misma que parecia que habia sido ayer que estaba tan verde como las esmeraldas. El bosque sombrío no parecía tan espeluznante en esos momentos: los lúgubres árboles tenían las hojas cubiertas de escarcha, y si prestabas atención suficiente podrías notar que en su suelo brincaban conejos que, gracias a su pelaje, se camuflaban en la nieve.