El Renacer de un Imperio

Capítulo 3. Ser Odiada es algo de lo más Normal

El ambiente en la cafetería estaba tan denso que podías cortarlo con un cuchillo. El Coronel Mordrek Shade, con su rostro sombrío y su voz grave, se acercó al novato que aún se recuperaba del impacto de mi bandeja en su cara. No era ningún secreto que Shade no estaba de buen humor; su esposa debía haberlo regañado por alguna de sus habituales estupideces.

Mordrek Shade es un hombre imponente de 42 años, de estatura alta y complexión fuerte, con una presencia que domina cualquier habitación. Su cabello gris plateado, corto y al ras, combina con su barba igualmente plateada, dándole un aspecto de sabiduría y experiencia. Sus ojos son de un color gris oscuro, casi negro, que parecen ver a través de las personas, como si pudiera leer sus pensamientos con solo mirarlas (aunque no puede, por las limitaciones de su poder, solo puede entablar conversaciones mentales con otros, como un chat automático). Su rostro está marcado por arrugas de expresión que delatan años de liderazgo y decisiones difíciles. Mordrek viste con ropa oscura y formal, usualmente con una capa negra que le da un aire de misterio. Su habilidad de telepatía se refleja en su mirada penetrante y en la forma en que parece saber siempre lo que estás pensando, incluso antes de que lo digas.

— Novato, ¿cuál es tu nombre? — preguntó con un tono que hacía temblar hasta a los más valientes.

El novato, todavía aturdido pero aliviado de ver a los coroneles intervenir, se enderezó y respondió con una voz que intentaba sonar firme:

— Mi nombre es Jhon Dusk.

El silencio que siguió fue ensordecedor. Todos los presentes, desde los novatos hasta los oficiales, contuvieron la respiración. Incluso yo, que rara vez me sorprendía por algo, sentí un nudo en el estómago.

— Dusk — repitió el Coronel Shade, su voz ahora más grave —. ¿De la familia del General Taranis Dusk?

— Sí, señor. Es mi padre — respondió el joven, con una mezcla de orgullo y desafío en su mirada.

Carajo. Esto tenía que ser una broma. El General Taranis Dusk no solo era uno de los hombres más poderosos del reino, sino que también era sobrino del rey. Su familia, conocida por su dominio sobre el fuego, era una de las más influyentes y temidas. Y yo, por supuesto, tenía ciertos... roces no muy amistosos con el general. Ahora, su hijo también me odiaba. ¿Qué podría salir mal? ¿Que toda la familia Dusk decidiera quemarme viva en una hoguera improvisada?

— Parece que al fin el preciado hijo del General Dusk, nuestro director de la academia, tuvo la habilidad suficiente para llegar aquí — intervino el Coronel Draven Kaelor, apareciendo en escena con esa elegancia calculada que tanto lo caracterizaba.

Genial. Ahora estábamos todos los coroneles reunidos. Esto iba a ser una ocasión memorable.

— Con razón fue a dar el discurso de los nuevos — continuó Kaelor, mirando al Coronel Shade con una sonrisa que no llegaba a sus ojos —. Usualmente nunca lo hace. Creo que es parte de tu escuadrón. Tienes suerte.

Draven Kaelor es un hombre de 35 años, de complexión robusta y musculosa, con una presencia que inspira tanto respeto como temor. Su cabello oscuro, corto y peinado hacia atrás, resalta su rostro angular y su mirada intensa. Sus ojos son de un azul profundo, casi hipnótico, pero con un destello de frialdad que advierte de su naturaleza calculadora. Una barba corta bien cuidada enmarca su mandíbula fuerte, dándole un aire de autoridad. Draven viste con túnicas verdes, el color de su escuadrón, que contrastan con su personalidad fría y distante. A pesar de su habilidad de curación, su presencia no transmite consuelo, sino una advertencia silenciosa de que no es alguien con quien se deba jugar. Un poco irónico, como si el destino estuviera jugando con él. Era conocido por ser un promotor de alianzas, pero también era el más astuto y peligroso de todos los coroneles. Aunque técnicamente teníamos el mismo rango, era evidente quién tenía más influencia. Y, por alguna razón, siempre parecía tener un interés particular en hacerme la vida imposible. De hecho, estaba casi segura de que muchos de los "accidentes" que casi me costaron la vida habían sido orquestados por él.

— Parece que debo disciplinarlo bien — respondió el Coronel Shade, mirando a Kaelor con una expresión que no prometía nada bueno para el joven Dusk.

En ese momento, sentí que el agarre del Coronel Sylas Raven se suavizaba, y tanto yo como el novato loco fuimos liberados. Shade se volvió hacia Jhon Dusk con una mirada que podría haber derretido el hielo.

Sylas Raven es un hombre alto y delgado de 40 años, con una presencia que impone respeto sin necesidad de palabras. Su cabello negro azabache, con algunas hebras plateadas en las sienes, está siempre recogido en una coleta baja que le da un aire de severidad. Sus ojos son de un gris frío, casi metálico, que parecen penetrar hasta el alma de quien los mira. Su rostro es anguloso, con una nariz afilada y una cicatriz que le atraviza la ceja izquierda, un recordatorio de alguna batalla pasada. Sylas viste siempre de negro con un cinturón violeta, el color de su escuadrón, con una capa larga que parece fundirse con las sombras. Su postura es erguida y calculada, como si cada movimiento fuera planeado con anticipación. Su habilidad de parálisis se refleja en su mirada gélida, capaz de congelar a cualquiera en su lugar.

— Lamento que no la hayas conocido antes — dijo, señalándome con un gesto —, pero esta mujer es la Coronel Xalenir Storm. Por favor, muestra respeto.

Finalmente, había tenido mi presentación. Si con todos los coroneles presentes los demás no me creían, no habría nada que pudiera convencerlos.

Pero el joven Dusk no parecía impresionado. Tal vez era porque venía de la familia del rey, o porque estaba acostumbrado a que le lamieran los pies, pero su mirada era de un desprecio absoluto. Me miró como si fuera la cucaracha más insignificante de toda la guardia.




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