El Renacer de un Imperio

Capítulo 5.  La Vergüenza que Quema

El día no pudo haberme tratado peor. Desde la mañana hasta el anochecer, no tuve un solo momento de paz. Thavy había salido de mi habitación hace horas, pero yo no había logrado conciliar el sueño. Mi mente no dejaba de repetir la escena de mi caída, una y otra vez, como si quisiera recordarme lo ridícula que había sido.

Finalmente, decidí que no podía quedarme encerrada en mi habitación. Necesitaba aire, espacio, algo que me distrajera de mi propia vergüenza. Me puse una capa gruesa para protegerme del frío nocturno y salí de la habitación. Caminar en esta noche fría quizás me daría algo de somnolencia, o al menos me ayudaría a despejar la mente.

Subí hasta lo alto de una loma cercana al gimnasio norte. Desde aquí, se podía ver toda la academia: las torres iluminadas, los patios silenciosos, las sombras de los árboles moviéndose con el viento. Era un lugar tranquilo, alejado del bullicio y las miradas curiosas. O eso pensaba.

— ¿No puedes dormir? — una voz suave pero firme rompió el silencio de la noche.

Me di la vuelta rápidamente, casi tropezando de nuevo (por suerte, esta vez no pasó). Allí estaba Zareth, de pie bajo la luz de la luna, con su traje de entrenamiento negro y esa mirada que parecía ver a través de mí.

— ¿Qué haces aquí? — pregunté, tratando de sonar autoritaria, pero mi voz sonó más como un susurro nervioso.

— Lo mismo que tú, supongo — respondió, acercándose con paso tranquilo —. Pensar.

— ¿Y qué tienes que pensar tú? — pregunté, cruzando los brazos —. Hoy fuiste el héroe del día.

Él sonrió, una sonrisa que iluminó su rostro de una manera que no quería admitir que me gustaba. ¿Seré fácil?

— No creas que todo es tan fácil para mí — dijo, mirando hacia la academia —. Tener un apellido como el mío viene con…expectativas, que no quiero cumplir.

— Sí, claro — dije, con un tono sarcástico —. Debe ser terrible ser el prodigio del clan Valtor.

Él se rió, una risa suave pero genuina que me hizo sentir aún más incómoda.

— No te burles — dijo —. Al menos tú no tienes a todo el mundo esperando que seas perfecto.

— Oh, claro —respondí, levantando una ceja —. Porque tropezar frente a todos es exactamente lo que esperan de una coronel.

Zareth se rió de nuevo, y esta vez no pude evitar sonreír un poco.

— Bueno, al menos les diste algo de qué hablar — dijo, con un tono juguetón —. Aunque, para ser honesto, no esperaba que fueras tan… humana.

— ¿Humana? — pregunté, frunciendo el ceño —. ¿Qué se supone que significa eso?

— Que no eres solo una figura de autoridad — explicó, mirándome directamente —. Eres más accesible. Y eso es… refrescante.

No supe qué decir. Sus palabras me tomaron por sorpresa, y por un momento, me olvidé de mi vergüenza. Pero entonces, recordé que mañana tendría que entrenarlo, y mi ansiedad regresó. ¿Qué estoy haciendo? ¿Qué estoy pensando justo ahora? Si soy demasiado blanda con él sería demasiado peligroso para mí. Tengo una reputación que mantener.

— Bueno, no te acostumbres — dije, tratando de recuperar mi compostura —. Mañana en el gimnasio, no voy a ser tan “refrescante”.

Él sonrió de nuevo, como si supiera que estaba fingiendo.

— Lo espero con ansias, Coronel Storm — dijo, antes de dar media vuelta y caminar hacia la academia.

Me quedé allí, mirándolo alejarse, con una mezcla de alivio y nerviosismo. Mañana sería un día interesante.

--------

El día siguiente llegó demasiado rápido. Después de una noche de sueño inquieto, me dirigí al gimnasio norte con una sensación de pesadez en el estómago. No tenía idea de cómo entrenar a Zareth. ¿Qué podía enseñarle yo, una estratega, a alguien con un poder tan impresionante como el suyo?

Cuando llegué, Zareth ya estaba allí, calentando con una serie de movimientos fluidos que parecían casi coreografiados. Me detuve un momento para observarlo, impresionada a pesar de mí misma.

— Buenos días, coronel — dijo, sin dejar de moverse —. ¿Lista para el entrenamiento?

— Estas tomando mi palabra — respondí, tratando de sonar segura —. Hoy vamos a trabajar en combate cuerpo a cuerpo.

Él asintió, deteniéndose y mirándome con esos ojos dispares que parecían verlo todo.

— ¿Y qué esperas que aprenda? — preguntó, con un tono que sonaba genuinamente curioso.

— A defenderse sin depender de su habilidad — dije, recordando las palabras del General Dusk —. En el campo de batalla, no siempre puedes confiar en tus poderes.

Zareth asintió de nuevo, y nos colocamos en posición.

El primer round fue… desastroso. Intenté demostrarle una técnica básica de bloqueo, pero él la esquivó con una facilidad que me dejó boquiabierta.

— ¿Eso es todo? — preguntó, con una sonrisa que me hizo sentir como una novata.

— No — respondí, sintiendo cómo mi orgullo se encendía —. Vamos de nuevo.

Esta vez, me concentré más, moviéndome con la precisión que había aprendido en años de entrenamiento. Pero Zareth no era un oponente fácil. Cada vez que intentaba derribarlo, él encontraba una manera de contrarrestar mis movimientos.

Finalmente, después de varios intentos fallidos, logré inmovilizarlo brevemente.

— Ahí lo tienes — dije, jadeando un poco —. Así se hace.

Él sonrió, y esta vez no había burla en su mirada.

— No eres tan débil como pareces, coronel — dijo, levantándose con facilidad.

— Gracias — respondí, con un tono sarcástico —. Eso significa mucho, viniendo de ti.

Pero en el fondo, sabía que no era más fuerte que él. Estaba jugando conmigo. Zareth tenía un talento natural, una habilidad que no podía enseñarle. Lo único que podía hacer era guiarlo, ayudarlo a perfeccionar lo que ya tenía.

Y tal vez, solo tal vez, aprender algo de él en el proceso.

Ya se acercaba la hora del almuerzo, y mi cuerpo lo sabía. Mientras los demás novatos estaban en clases generales, Zareth seguía aquí conmigo, recibiendo clases personalizadas de, quizás, el peor coronel de la guardia.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.