El Renacer de un Imperio

Capítulo 8. Intrusión Deliberada

Por primera vez, no sabía si quería ahorcar a Zareth con su propia ropa o darle un puñetazo en la espalda tan fuerte que lo dejara sin aliento. Su “espectacular” entrada de último minuto había dejado a medio campus murmurando. ¿Cómo era posible que alguien saliera de esa prueba sin un solo rasguño, como si hubiera estado paseando por los jardines en lugar de luchar por su vida en un bosque maldito?

“Me perdí y tuve suerte”, había dicho con esa sonrisa tranquila que me hacía querer arrojarle un tazón de sopa hirviendo. “Encontré el camino tarde, eso es todo”.

¡Mentiroso!

Claramente había algo más. Y yo, como la coronel brillante y decidida que era, no iba a quedarme con la duda. Así que me convertí en la sombra más persistente de Zareth Valtor, sacrificando incluso mi amado sueño matutino (Cielos, cómo lo extrañaba!) para seguirlo en sus entrenamientos y encontrar la oportunidad de interrogarlo.

Pero, oh sorpresa, Noctis Velmor estaba con él. ¿En serio? ¿El mismísimo General Velmor entrenándolo personalmente? ¿Qué era lo siguiente, que el General Dusk le sirviera el desayuno?

En las clases, Zareth estaba rodeado de admiradores como una estrella de teatro barata. ¿Era tan popular? Sí, bueno, era atractivo, con ese pelo oscuro y esos ojos fríos... Pero, ¿en qué destacaba exactamente? Hasta ahora, solo había logrado el mínimo esfuerzo para no ser expulsado. Nada más.

Espera, ese hombre de color chocolate que siempre va con él ¿Dónde lo he visto? Bueno, eso no es importante ahora. No encuentro una oportunidad, ni a la hora del almuerzo. Solo me quedo revolviendo la sopa como si las respuestas a mi problema pudieran salir de ella. Thavian me observa fijamente.

— ¿Qué tienes hoy, Xali? — Thavian habló con la boca llena, un trozo de carne colgando peligrosamente de su tenedor —. Pareces más distraída que un gato frente a un espejo.

— Necesito hablar con alguien — respondí, clavando mi cuchillo en la carne con más fuerza de la necesaria —. Pero no puedo atraparlo.

Sus ojos violetas brillaron como si le hubieran anunciado una prenda gratis. — ¿Con quién?

— No importa — gruñí.

— Claro que importa, si no, no estarías revolviendo esa sopa como si esperaras que te revelar el mundo entero.

— No es nada importante — insistí, evitando su mirada.

— Ajá — se inclinó hacia adelante, una sonrisa pícara estirando sus labios —. Entonces dime, ¿por qué te pones tan tensa cuando insisto?

— ¡No lo estoy! — Mi voz sonó un octavo más aguda de lo normal.

— Mmm... ¿Zareth Valtor?

— ¡Cállate Thavy! — casi salté de mi asiento, lanzando miradas asesinas a los cadetes cercanos que podrían haber escuchado. Debo calmarme.

— ¡Ves! —Thavian se recostó en su silla, triunfante —. Así que es él.

— No es lo que piensas — protesté, aunque ni yo misma sabía qué estaba pensando.

No era que quisiera ocultárselo específicamente a Thavy, pero, cada persona adicional era como echar leña al fuego. Los rumores en la Academia se esparcían más rápido que el fuego en un campo seco, y si esto salía a la luz, la situación sería catastrófica.

Un hombre mostrando interés en Zareth podía interpretarse como búsqueda de poder, una alianza estratégica. Pero una mujer, y encima de alto rango... Las implicaciones eran muy diferentes. En cuestión de horas, los murmullos correrían por los pasillos: "La Coronel Storm, usando su posición para acosar a un novato", "Qué asco, aprovechándose de su rango para seducir al prodigio del hielo", "Seguro quiere usarlo para sus propios fines".

Mi reputación, no es que me importe, cuidadosamente construida durante años, se desmoronaría en un instante. No importaba si mis intenciones eran inocentes, ¿lo eran?. La percepción era más fuerte que la realidad, y en este lugar, las apariencias lo eran todo.

Thavy, con toda su buena intención, no entendía el peligro. Para ella, todo era un juego, un chisme divertido. Pero para mí... esto podía costarme el respeto de mis subordinados, la confianza de mis superiores, incluso mi posición ¿O sólo estaba exagerando?

Así que, por ahora, era mejor mantener la boca cerrada. O al menos, asegurarme de que si alguien descubría la verdad, no fuera porque yo misma la había regado.

— Claro que no — dijo, mordisqueando con una sonrisa que prometía problemas —. Pero tranquila, yo te ayudo.

— ¡No necesito ayuda! — Mentira. Necesitaba ayuda urgentemente.

— Xali — sus ojos brillaron con malicia—, ¿cuándo aprenderás que conmigo nunca hay escape?

Desgraciada Thavian.

Y así, sin querer, acababa de firmar mi propio tratado de rendición ante la peor chismosa de la Academia.

— Bien, no encuentro la oportunidad de hablar a solas con Zareth — admití, derrotada antes de siquiera empezar.

Thavy parpadeó, como si la respuesta fuera tan obvia que doliera.

— Pero eres su superior. Podrías simplemente llamarlo. — Hizo una pausa y añadió, como si acabara de tener una revelación — ¿O quieres que yo lo haga por ti?

— Ese no es el punto — repliqué, conteniendo un suspiro —. Necesito que nadie se entere. Y... no soy buena en este tipo de cosas.

Thavy se quedó callada, pero no por falta de ideas. A pesar de su naturaleza impulsiva, su mente trabajaba con una precisión letal. En el campo de batalla, era la primera en comprender mis estrategias, la más rápida en ejecutarlas. Su poder de persuasión superaba incluso al mío.

— Mmmm... — El sonido escapó de sus labios mientras sus ojos violeta brillaban con un cálculo demasiado astuto —. ¿Probaste de noche?

— ¿Qué? — La pregunta me tomó por sorpresa, como si hubiera sugerido algo descabellado —. ¿En la noche? No suena... apropiado.

— ¿No lo has intentado? — Su tono era casi acusador, como si hubiera cometido un error imperdonable, como si hubiera dejado de pasar lo más obvio —. Solo ve a su cuarto cuando nadie te vea. Listo.

Sentí cómo el calor se escurría de mi rostro. ¿Por qué esa idea me hacía sentir como si estuviera planeando algo indecente? Era sencillo. Pero, no sé porque me sonaba tan impropio. No es que fuera a lanzarme sobre él... No. Ni siquiera podía completar el pensamiento.




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