El Renacer de un Imperio

Capítulo 16. El Amor no es una Elección

La noche había caído por completo cuando finalmente me enfrenté a Zareth. La luna iluminaba apenas sus facciones, pero podía ver esa expresión desafiante que tanto me exasperaba.

— ¿Qué carajos fue eso? — le espeté directamente, sin rodeos —. No uses tu autoridad sobre el dragón para jugar.

Zareth arqueó una ceja, fingiendo inocencia.

— No sé de qué hablas — respondió, encogiéndose de hombros —. Regan actuó por su cuenta.

Mis manos se cerraron en puños involuntariamente. ¿En serio pretendía mentirme así?

— ¿Acaso no estabas en clase cuando explicaron sobre el vínculo y los dragones? — pregunté, contando mentalmente hasta diez.

— Quizá... — hizo una pausa teatral, llevándose una mano a la barbilla en un gesto pensativo —. O quizá no presté atención.

Me cabrea.

El descaro con que lo decía, y esa sonrisa burlona, hacían hervir mi sangre. Era evidente que nadie se había atrevido a llamarle la atención antes, protegido como estaba por el favoritismo real. Si cualquier otro soldado hubiera logrado vincularse con Regan, probablemente habría sido ejecutado al amanecer por el mero riesgo que representaba. Pero no, el rey lo había mirado y se había marchado como si nada, como si este vínculo fuera lo mejor que nos podía haber pasado.

Resoplé profundamente. No tenía opción.

— Escúchame bien — comencé, sintiéndome como un instructor novato recitando el manual básico —. Cuando te vinculas a un dragón, este no actúa por sí solo. Tus emociones lo influyen directamente. Sus corazones ahora son uno. Él puede sentir tus pensamientos y emociones, igual que tú puedes sentir los suyos.

Zareth me observaba con curiosidad, como si realmente le interesara lo que decía. Continué — Por eso, una vez que un soldado se vincula, debe trabajar en su control emocional. Tu subconsciente puede afectar las acciones del dragón. Lo más probable es que tuviste el pensamiento de rostizar a Sylas y Azrael, y Regan simplemente actuó acorde a ti. Así que desde ahora, más te vale tener cuidado con lo que piensas.

Vi cómo sus ojos se estrechaban mientras procesaba la información. Parecía estar tomando en serio mis palabras.

Entonces, inesperadamente, preguntó: — ¿Puedes llamar a tu dragón ahora?

— ¿Eh? — No entendía adónde quería llegar con eso —. Está dormido — respondí —. Es difícil despertarlos una vez que se duermen, a menos que el jinete esté en peligro de muerte.

— Excelente dato — murmuró Zareth, y en ese momento debí haber sospechado algo.

Pero fue demasiado tarde. Antes de que pudiera reaccionar, Regan batió sus alas y, con un movimiento rápido que apenas pude percibir, me atrapó entre sus garras.

— ¡Zareth! ¿Qué estás haciendo? — grité, sintiendo el suelo alejarse bajo mis pies.

Él solo se reía, esa risa desenfadada que no controlaba cuando me tomaba el pelo. Luego corrió unos pasos y saltó sobre el lomo de Regan, que se inclinó para recibirlo. En segundos, estábamos volando a baja altura en la oscuridad de la noche.

— ¡Bájame ahora mismo! — exigí, pero mis palabras se las llevó el aire.

Zareth no solo no me soltó, sino que comenzó a hacer volteretas y giros bruscos que me hicieron ver estrellas. Fue un caos absoluto. Sentía mi estómago en la garganta con cada maniobra, mis manos aferrándose desesperadamente a las garras del dragón para no caer. Y cuando finalmente aterrizamos en la loma del gimnasio norte, Regan me soltó como si fuera un saco de papas. Caí sobre la hierba húmeda, jadeando y mareada.

Zareth descendió con elegancia, satisfecho consigo mismo.

— Ya entiendo — dijo, mirando a Regan con admiración —. Esto es muy interesante.

Me incorporé con dificultad, mi ropa estaba empapada y cubierta de barro. Cada músculo de mi cuerpo me dolía.

— Si vuelves a hacer algo así — gruñí, señalándolo con un dedo tembloroso —, te juro que encontraré la manera de rostizarte yo misma.

Pero Zareth solo sonrió. Y Regan, detrás de él, emitió un sonido que casi parecía una risa draconiana.

Me quedé tendida en el suelo, la hierba húmeda estaba empapando mi espalda más de lo normal, estando sin fuerzas y sin ganas de seguir soportando al insufrible engreído. Ahora tan solo respirar era un esfuerzo. Zareth se acercó y se agachó a mi nivel, su silueta recortándose contra la luz de la luna.

— Si tu dragón está dormido — dijo al borde de la burla —, solo puede despertarlo un impulso fuerte, como en batalla o si estás en peligro... Pero como Regan no tenía intenciones de matarte, pudo jugar contigo sin despertar a Othus. ¿No es así?

Ahg. Que fuera tan rápido para entender las cosas y encima usarme como conejillo de indias, debería ser un delito pugnado con la muerte.

— Si ya lo sabías, ¿para qué me preguntas? — espeté, apartando la mirada —. Y por lo que veo, Regan no se había ido porque necesitaba completar el estímulo del vínculo que no habías hecho.

Intenté levantarme para marcharme, pero Zareth fue más rápido. Su mano cerró alrededor de mi muñeca con firmeza.

— No te vayas todavía — susurró, su tono me hizo detenerme instintivamente.

— Quiero dormir — protesté, aunque mi voz sonó menos convincente de lo que pretendía —. Ha sido un día eterno y mañana será peor.

Pero en lugar de soltarme, tiró de mí hacia él.

— Xalenir, yo...

Su aliento era cálido contra mi piel, su cuerpo irradiaba un calor que contrastaba con el frío de la noche. A pesar de los rasguños que cruzaban sus brazos, de las posibles costillas rotas que debían dolerle, se mantenía firme, mirándome con una intensidad que me hacía sentir vulnerable. Me estaba envolviendo con esos ojos dispares que atravesaban hasta mi alma.

Y justo cuando el mundo parecía detenerse, un hocico escamoso se interpuso entre nosotros. Regan empujó su enorme cabeza entre los dos, rompiendo el contacto.

¿Estaba... celoso?

— ¿No te has ido todavía? — Zareth regañó al dragón, pero la bestia solo respondió con un gruñido lastimero, frotando su cabeza contra el pecho de su jinete como un cachorro hambriento de afecto.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.