El Renacer de un Imperio

Capítulo 31. Verdad Desvelada (parte 2)

Rathmar no se detuvo. Su mirada se oscureció con un dejo de furia contenida, y continuó con voz firme, casi quebrada por la memoria. — Usted debía morir.

Sus palabras me helaron por dentro, pero él no vaciló.

— Era la orden del emperador, ejecutarla era lo correcto y a lo que estaba acostumbrado a hacer… pero él no pudo. No soportaba la idea de hacerle daño, se había involucrado demasiado con usted, así que tomó el camino más difícil e improvisó. Fingió obedecer llevándola como esclava, fue la única forma que encontró de mantenerla con vida, de lo contrario, el primer príncipe no hubiera dudado en cortarle el cuello.

Mi respiración se cortó, no podía creer que Zareth me había llevado a ese infierno... para salvarme.

— Me ordenó vigilarla — siguió Rathmar —. Que nadie osara tocarla. Nadie. Ni hacerle el más mínimo daño, él mismo me lo exigió con rigurosidad. Luego, cuando el emperador ordenó entregarla a su hermano… el príncipe no se quedó de brazos cruzados, usted no sabe, no vió la verdad de todo lo que estaba haciendo, de cómo estaba sufriendo. En ese momento, fingió colaborar y obedecer, sabiendo el riesgo, trazo un plan para poder entrometerse y salvar a su dragón.

Hizo una pausa breve, y sus puños se cerraron con fuerza. — Era un plan suicida, no quería que se involucrara por una simple mujer, pero que podía hacer yo, solo un sirviente para ir en contra de sus deseos. Lo que hizo fue mas grave de lo que usted imagina. Congelar el estado vital de un ser vivo y mantenerlo en pausa… era una aberración contra la naturaleza, no sería fácil pero, si lo lograba, el precio sería alto, sus órganos pagarían con dolor incalculable y aun así… lo hizo. Lo hizo por usted.

Tragué saliva con dificultad, sintiendo cómo el corazón se me encogía en el pecho.

— Después de sacar al dragón, pasó muchas noches en agonía — murmuró Rathmar, con la voz más baja ahora, como si odiara recordar —. El congelamiento forzado que había hecho empezó a afectar sus pulmones y su corazón. Tuve que meterlo en agua caliente casi todo el tiempo para que no sucumbiera ante el efecto, el príncipe sufría solo, no me dejaba estar a su lado, se encerraba y no quería que nadie lo viera así.

Entonces, como si una venda cayera de mis ojos, los recuerdos llegaron a mí como cuchillas.

Claro que lo noté, su ausencia en su propia casa, de por sí era extraño que yo durmiera en su habitación y no me topara tanto con él, todo el tiempo el silencio que llenaba su habitación. Hubo muchas noches en que desaparecía sin razón y tenía esa frialdad fingida todo el tiempo, como si solo me estuviera dando tiempo, pero el cansancio en su mirada cada vez que evitaba cruzarse conmigo no lo pudo disimular. No le di importancia en ese entonces, pero hasta ahora sé que no era rechazo lo que estaba sintiendo, era dolor.

Me estaba protegiendo incluso de su sufrimiento para que no lo notara, y sí que lo ignoré.

Sentí que el suelo se desmoronaba bajo mis pies, el nudo en mi garganta se hizo insoportable, me estaba rompiendo por dentro con cada palabra que pronunciaba Rathmar, quería solo cerrar los ojos y fingir que esto no era real, preferiría que fuera como siempre pensé y no de esta manera. No podía respirar, mis labios temblaron, y apenas si pude susurrar:

— No quería que lo viera… sufrir.

La idea me aterrorizó y me paralizó. Y mientras esa verdad me atravesaba con una violencia inesperada, las lágrimas comenzaron a caer sin permiso, una a una, muy silenciosas, amargas y llenas de culpa.

Zareth, ese monstruo al que tanto odié… me había amado y protegido en silencio.

Rathmar asintió con pesar, como si las palabras que estaban por salir le pesaran más que cualquier herida de guerra.

— En aquel momento, cuando su hermano, el primer príncipe, estuvo con usted… él quiso ir a arrebatársela de inmediato. Estaba completamente fuera de sí, ciego de furia, afortunadamente logré hacerlo entrar en razón, al menos por unas horas. Mientras él luchaba contra su impulso, yo me encargué de vigilar personalmente los aposentos del primer príncipe. Sabía que era un acto prohibido, una traición a la corona… pero obedecí.

Desvió la mirada por un segundo, como si el recuerdo aún le quemara por dentro.

— Fue entonces cuando vi lo que ocurrió, mientras vigilaba vi con mis propios ojos el momento en que él… la drogó. En ese instante no supe qué hacer. ¿Debía reportarlo? O ¿Callarlo? Sabía que, si se lo contaba al príncipe, correría directo hacia su hermano y cometería una locura. Pero también entendí que si él llegaba a descubrir la verdad demasiado tarde, el dolor lo destrozaría, mucho más que el hielo que ya corroía sus órganos. Y… tal vez me desterraría por habérselo ocultado.

Su voz tembló ligeramente, y por primera vez, vi un brillo de humedad en sus ojos.

— Aun así… no podía permitir que algo le pasara a usted, así que se lo dije, conociendo los posibles riesgos. Intenté que encontráramos una solución pacífica y calculada, pero en cuanto escuchó lo ocurrido… cambió, de una manera que no conocía, su mirada se endureció y tomó su espada sin pensar y salió sin pronunciar palabra. Lo tuve que seguir, traté de detenerlo a toda costa, pero ya no me escuchaba.

Tragué saliva, sabiendo exactamente a qué noche se refería, esa en la que mis recuerdos eran una bruma difusa.

— Derribó a los guardias sin esfuerzo y entró a los aposentos de su hermano por la fuerza. Y llegó justo… justo en el momento en que él iba a lanzarse sobre usted.

Mi piel se erizó. El vacío de ese instante oscuro se llenaba ahora con imágenes que jamás imaginé.

— Los ojos del príncipe se llenaron de una furia descomunal — continuó Rathmar —. No dijo una palabra, sino que actuó, extendió la mano y… lo congeló sin dudar desde dentro, colándose en sus venas. No lo mató al instante, por fortuna, no quería que perdiera la conciencia, quería que sintiera cada segundo de sufrimiento y luego… comenzó a golpearlo, brutalmente y sin piedad.




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