El Renacer de un Imperio

Capítulo 34. Para Ganar, También hay que Perder

Salí de la sala con paso firme, dejando atrás el ambiente cargado que habíamos creado con la conversación. Caminé hasta donde estaba Draven, quien me esperaba junto a una de las columnas del pasillo, jugueteando distraídamente con un cuchillo pequeño que hacía girar entre los dedos.

— Todo listo — le informé —. Volveremos en unas cuatro horas.

Draven alzó una ceja, visiblemente impresionado. Su expresión, llena de incredulidad y resignación, me hizo sonreír.

— No dejas de dar miedo — dijo con una risa nerviosa —. ¿Cómo haces para que la gente haga exactamente lo que quieres? Vamos, dime, ¿qué te pidió a cambio?

Me reí con suavidad, bajando el tono como si se tratara de un secreto entre viejos amigos. Era una petición peculiar, de esas que solo alguien como ella se atrevería a hacer... y que solo yo, o el rey, podríamos cumplir por razones completamente diferentes.

— Te lo cuento en el camino — le respondí mientras me giraba para dar una última indicación —. Alarik — llamé —, Lorien estará ocupada el resto del día. Desea que no la interrumpan y me dijo que cuides la entrada de su estudio hasta que termine.

Como era habitual, Alarik no dijo una sola palabra. Asintió con seriedad y se encaminó en silencio hacia su puesto, como una sombra obediente.

Con eso resuelto, Draven y yo salimos del castillo. Nos esperaba una tarde ajetreada, apenas estábamos empezando, necesitábamos alistar ciertos elementos antes de regresar con Lorien, y además, me urgía reunir al resto de nuestros compañeros. Aún no contábamos con el permiso formal del rey para emprender la próxima búsqueda, así que no podía moverme abiertamente... pero sí podía preparar el terreno.

Le envié un mensaje rápido a Mordrek, para que nos reuniera a todos al final del día. Era un movimiento arriesgado, lo sabía, porque si el rey se oponía, podríamos estar violando la cadena de mando. Pero tenía confianza en mí misma y en aquellos a quién estoy involucrando, si Lorien lograba lo que le pedí, no habría manera de que Su Majestad nos negara su aprobación, además, había demasiado en juego para esperar con los brazos cruzados.

Pasaron las horas entre encargos, ajustes logísticos y mapas desdoblados sobre mesas improvisadas. Cuando comenzábamos a preparar nuestro regreso al castillo, Draven, que había estado mordiéndose la lengua todo el rato, finalmente estalló.

— Bueno — dijo con los brazos cruzados —. ¿Ya me vas a decir qué fue lo que le prometiste a la Comandante Black?

Me detuve un momento, luego me giré lentamente hacia él con una sonrisa astuta. Casi lo olvido. — De ahora en adelante… llámala Lorien.

Draven frunció el ceño con tanta fuerza que parecía que su rostro iba a colapsar sobre sí mismo, su cara se arrugo tanto como una pasa. — ¿De qué estás hablando ahora?

Sabía que debía explicarlo con calma. Si le soltaba todo de golpe, se alborotaría más de lo necesario.

— Su condición fue simple — comencé con un tono casual —. Quería que te transfirieran a la guardia personal del rey durante medio año, que la llames por su nombre y que, bueno… actúes como su guardaespaldas personal durante ese tiempo.

No me contuve. La cara de Draven fue un poema que leí con claridad, sus ojos se abrieron con incredulidad, sus labios se entreabrieron y por un instante quedó mudo.

— ¿¡Pero qué carajos!? — exclamó, completamente fuera de sí. Era la primera vez que lo escuchaba decir algo así de escandaloso, casi caigo al suelo solo por el tono de su voz. — Bromeas, ¿verdad? — añadió con una mirada fulminante —. Vamos, deja el juego y dime la verdad.

— Es la verdad — dije, esta vez con seriedad, deteniéndome por completo.

Draven se llevó una mano al rostro, cubriéndose los ojos como si quisiera borrar la realidad con la palma. Luego me miró directamente, con sus ojos ardiendo de frustración.

— ¡Me vendiste! — espetó.

— ¿Eh? — alcancé a decir, confusa.

— ¡Me vendiste sin mi permiso! Tan vulgarmente ¿Cómo crees que voy a aceptar eso?

Sabía que esto pasaría. Conociéndolo, era evidente que reaccionaría así, pero tenía que calmarlo antes de que su ira se volviera un problema mayor. Después de todo, la única manera de que Draven ingresara a la guardia personal del rey era si el propio monarca lo solicitaba... o si él mismo pedía el traslado de forma voluntaria. Luego de eso, se le haría una evaluación, y con sus antecedentes, no tendría problemas en ser aceptado.

Aquí era donde entraba yo, convencerlo de dar ese primer paso. Porque sin ese traslado, Lorien no haría lo que le pedí... y sin eso, no podríamos avanzar. Ahora debía jugar con mis mejores cartas.

— Piénsalo como unas vacaciones de la guardia — le dije con un tono conciliador mientras caminaba a su alrededor en círculos, tratando de ser persuasiva —. Además, el rey apenas sale de palacio últimamente. Después de la guerra, que estoy segura de que ganaremos, probablemente te pases los días sentado en un banco tomando piña colada al sol.

Intenté que sonara como una broma, ligera, inofensiva… pero Draven seguía con el ceño fruncido y los brazos cruzados, claramente sin humor para mis juegos.

Suspiré y añadí con voz más suave. — Mira… sé que no debí hacerlo sin consultarte, pero lo hice por un bien mayor. Estoy dispuesta a sacrificarme también, cuando termines tu parte y regreses a la guardia regular, te deberé seis meses de favores, lo que necesites ¿Qué dices?

Draven me fulminó con la mirada. Su silencio pesaba más que mil palabras, y por un momento me pregunté si había ido demasiado lejos, si había abusado de nuestra reciente y cercana amistad.

Aiya… ¿me pasé con la confianza?

No lo pensé demasiado. La verdad era que sabía que Lorien lo observaba más de lo normal, soy bastante perceptiva con respecto a estas cosas y conociéndola, con su carácter reservado y rígido solo ocultaba una cosa: interés. Sentimientos que no podía revelar, por eso no fui a ella primero… porque mi verdadera carta de negociación con ella era él.




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