El Renacer de un Imperio

Capítulo 35. Ejecutando el Cambio del Plan

Llegamos a la sede de la Guardia de Ébano cuando la noche ya había cubierto la ciudad con su manto silencioso. Mordrek se había adelantado a reunir a todos los involucrados, siguiendo las instrucciones que le había dado antes, el resto de los coroneles ya estaban presentes: Sylas, imperturbable como siempre, y Azrael, cuya expresión ya revelaba sospechas. Junto a ellos aguardaban varios comandantes clave: Thavian, con porte sereno; Luther Thorn, siempre tan veloz como imprudente; Lorien, aún recuperándose, pero con la firmeza intacta; Azel, callado pero letal; y Alarik, con su habitual temple de hierro. También estaban allí los capitanes que más confiaban en mí: Renegan Dusk, tan imponente con su sola presencia, Jhon Dusk, que solía tener una lengua afilada y un mal carácter, pero desde la invasión que sufrimos la última vez cambio mucho, y Mathew Malakar, amable pero de mente fría y cálculo perfecto.

Habíamos escogido un lugar poco común para reunirnos, fue mi idea, una sala olvidada de la vieja biblioteca del fuerte, un rincón donde el polvo parecía haber vencido al tiempo. Nadie se acercaba allí, y mucho menos durante la noche, eso lo tenía claro, las velas proyectaban sombras alargadas en los muros de piedra, y el crujido ocasional de la madera vieja servía como único sonido de fondo. No perdí el tiempo y con voz firme y mirada decidida, me dirigí a todos.

— Les asignaré misiones a cada uno — comencé, y todos se enderezaron en sus asientos —. Estas tareas deben ejecutarse mañana mismo, sin excepción, porque dentro de dos días, invadiremos Persia.

El impacto fue inmediato. Las miradas se cruzaron y los murmullos se alzaron como un viento contenido. Azrael fue el primero en hablar, con su voz teñida de incredulidad.

— ¿En dos días? ¿No es demasiado pronto?

Me adelanté antes de que la duda se propagara. — Todo ya está preparado — respondí con seguridad —. Si atacamos en su propio territorio, nuestras pérdidas se reducirán considerablemente, además, los tomaremos por sorpresa, y eso nos dará la ventaja que necesitamos. El rey dio la autorización y ahora vengo como la implacable comodín, no pueden haber dudas ni objeciones.

Sylas se incorporó ligeramente, con sus ojos fijos en los demás.

— Eres el comodín — dijo, con un tono neutral —. Y aunque aún no me acostumbro a tus métodos, ninguna de las misiones en las que te han enviado ha fallado, no nos hemos acostumbrado a que seas tú pero la belleza siempre es letal, solo podemos confiar.

Aquellas palabras, aunque breves, sirvieron como ancla para la sala para que la tensión se disipara ligeramente. Aproveché el momento y me acerqué a Thavian primero.

— Thavy, irás con Luther y Azel a la frontera sur — dije, y saqué un sobre sellado con el emblema imperial —. Debes entregar esta carta a la dirección indicada, en el lugar ya los estarán esperando.

Thavian recibió la carta sin hacer preguntas y asintió con la seriedad que la caracterizaba en momentos de seriedad, no se portaba igual que siempre. Luego, me volví hacia Luther. — Con tu velocidad, no será un problema llegar antes del atardecer. — Luther sonrió con confianza, pero no dijo nada, sabía que no era momento para jactancias, pero en su mirada pude ver que aprobaba la confianza que le estaba dando.

Me dirigí ahora hacia Sylas y los Dusk. — Sylas, tú irás con Renegan y Jhon Dusk a las montañas. Su misión será proteger a los dragones durante su hibernación, se supone que la batalla sería cuando ellos salieran, pero no hay tiempo, ahora ellos estarán dormidos hasta el próximo mes y no pueden ser perturbados. Aquí — les entregué un pergamino enrollado — están las instrucciones necesarias, la distancia adecuada para no perturbarlos y las medidas necesarias para proteger el bosque.

Jhon, que ahora parecía más hombre que muchacho, frunció el ceño al leer las indicaciones. Me acerqué un poco a él, notando cómo me evitaba la mirada.

— Has madurado, Jhon — le dije en voz baja, casi en tono maternal —. Ya no eres aquel chico impulsivo que buscaba pelea por orgullo, parece que estás entendiendo todo con una sola mirada, me enorgulleces, pero te sugiero leer los detalles cuando estén en el lugar.

Él bufó, apartando la vista. — No esperes que te agradezca por el alago... de todas formas, ya no te odio — dijo, con dificultad —. Tal vez te respeto, un poco, solo por eso estoy dispuesto a ser tu subordinado en esta ocasión.

No pude evitar sonreír. Mi título sí que hacía que muchos me vieran de forma diferente. — Con eso me basta.

Me giré hacia el siguiente grupo. — Azrael y Mordrek irán con Alarik y Mathew a preparar la frontera oeste. Ese será el punto por donde nuestro ejército cruzará, — señale la dirección en un mapa que tenía. — Nadie nos espera por allí, será la jugada clave para tomarlos desprevenidos.

Todos asintieron en silencio, sabían lo que implicaba aquella responsabilidad.

Finalmente, volví la mirada hacia Lorien. — Tú estarás con los generales, dirigiendo las tropas y organizando los escuadrones de la guardia. Hay tareas específicas que solo tú puedes coordinar, aquí están las instrucciones — le entregué un papel cuidadosamente escrito.

Lorien asintió con calma, ya estaba preparada para lo que debía ejecutar. Había recuperado parte de su fuerza, y aunque aún llevaba las secuelas visibles del trauma reciente, su espíritu estaba intacto.

— Deben prepararse para el día acordado. Es todo — concluí.

Pero entonces Luther, directo como siempre, alzó la voz. — ¿Y qué harán usted y el coronel Kaelor?

Me detuve un segundo antes de responder, arqueando mis labios sin querer. Esperaba que alguno me hiciera esa pregunta, entonces miré a todos uno por uno antes de responder, con una leve sonrisa.

— Entraremos como espías en el territorio enemigo.

El silencio fue absoluto.

— Es la parte más arriesgada, lo sé, pero sin riesgo no hay ganancia. Nos infiltraremos por un punto inesperado y nos acercaremos al nuevo emperador, Ravakh. Lo estudiaremos y les estaremos informando de todo lo que haga, así, cuando llegue el momento… atacaremos desde dentro.




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