El Renacer del Fénix

Prólogo

El novio de mamá es veloz. Me duelen las piernas por intentar caminar rápido como él. Hace mucho viento, el cielo sigue estando gris aún después de la lluvia.
Hay pequeños charcos frente a mí. ¡Que divertido! Como no veo personas caminando en la acera empiezo a saltar de un charco a otro.
—Apresúrate, maldita sea —Cedric grita pero no le hago caso.
Salto sin parar.
—Tres monitos saltaban en la cama...
El agua salpica mi uniforme, mis zapatos se ensucian mucho. Mis pies siguen doliendo pero no me importa. Estoy feliz.
—Uno se cayó y en la cabeza se pegó. La mamá llamó al doctor... —mi cabeza se golpea con algo duro y grande —Auch.
—¿Eres tonta? No lavas tu ropa. ¿Por qué la ensucias?
Miro mis zapatos y me quedo callada como hago cada vez que me grita.
—Camina rápido. Lloverá de nuevo y si te mojas Natalia me culpará a mí.
Hago lo que ordena. Ya no canto. El camino a casa es aburrido. La mochila del colegio pesa mucho y empecé a estornudar hace poco. Ya quiero ver a mamá y a mi hermanita.
Llegamos a casa. Pongo la mochila, mi capa y los zapatos en el suelo junto a la puerta. No quiero mojar el sofá para mamá no se enoje.
Corro a buscarla, gritando por toda la casa hasta que la encuentro en la habitación de Mily.
—¡Mamita, ya llegué!
—Shh. No grites, cielo. Despertarás a Emily —mece a mi hermanita en sus brazos.
—Vale —camino hacia ella, le doy un beso en la mejilla y miro a Mily dormir —Que linda es. La quiero mucho.
Mily es bonita como mamá, no se parece en nada al feo de Cedric. A veces quisiera preguntarle a mamá si mi carita es como la suya o como la de mi papá —a quien no conozco—, pero no lo hago porque se pondrá triste. A mamá no le gusta hablar de papá.
—Nosotras también te amamos, cielo —pone a mi hermana en su cama, la cubre con su manta de lunares y se despide de ella con un beso en la frente.
Salimos de su habitación. Me acompaña al baño y me prepara agua calentita para ducharme. Hace un poco de frío así que me apresuro quitándome el uniforme.
—¿Cómo estuvo tu día, mami? —entro en la bañera.
—Maravilloso, mi cielo. Ahora que estás aquí mi día mejora mucho —me frota la cabeza con mi champú de fresas —¿Cómo te fue en el colegio? ¿Te portaste bien?
—Siempre me porto bien, mami —juego con las burbujas que flotan en el agua, sostengo un poco de espuma con mis manos y antes de que se escape por completo se la lanzo a mamá —Hoy aprendí una canción. ¿Quieres escucharla?
—Cántame —me salpica agua en el rostro mientras frota mi cuerpo.
—Tres monitos saltaban en la cama, uno se cayó y en la cabeza se golpeó —aplaudo siguiendo el ritmo —La mamá llamó al doctor y el doctor le respondió: no más monos saltando en la cama... —dejo de cantar, intento recordar a la maestra cantando hoy en la mañana —Se me olvidó que iba después.
—Eres una dulzura —frota su nariz contra la mía —No importa si olvidaste el resto de la canción. Cantas muy bien.
—Gracias, mami —me ayuda a salir de la bañera y a secarme —¿Por qué tienes esas "orejas" en tus ojos? ¿Estás enferma?
—¿De qué hablas? Mis orejas están aquí ¿lo ves? —se toca la bolita de su oreja, se ve muy graciosa.
—Hablo de esas bolsitas negras en tus ojos, mami...
—Natalia, ¿dónde están mis cervezas? —Cedric abre la puerta del baño. Mamá me cubre con la toalla.
—Ahora no. Estoy ocupada —mamá se levanta y va hacia la puerta para cerrarla —Nada de cervezas. Estoy atendiendo a mi hija.
—No me importa. Que la mocosa espere —le grita.
—No le hables así a mi mamá —digo en voz baja pero él logra oírme. No me gusta su mirada.
—¿Qué has dicho, bastarda? —empuja a mamá y entra en el baño. Camino hacia atrás —Repite eso que dijiste.
—Déjala en paz —mami me abraza antes de que Cedric se acerque más —No la vuelvas a llamar así. Te guste o no, es mi hija tanto como lo es Emily.
Él no me agrada. Es malo, feo y grita todo el tiempo. Nos trata mal a mamá y a mí. Quisiera saber si papá también es así, o si es amable, fuerte y guapo como los papás de mis amigas del cole.
Cuando sea grande seré detective como Tadeo Jhones, el niño de las caricaturas que busca tesoros escondidos. Tal vez encuentre a papá y él me diga por qué nunca me ha visitado, por qué no llama por teléfono para hablar conmigo. Tengo muchas preguntas pero la más difícil es ¿por qué Cedric me odia?
***
Mamá dice que las niñas buenas hacen caso. Creo que estoy siendo mala porque no estoy durmiendo. Tuve una pesadilla tan fea como Cedric. No podré seguir durmiendo.
La puerta de mi habitación está un poco abierta. Veo una sombra en el suelo. Creo que es mamá. Se va a enojar si me ve despierta y descubre que me hice pis en la cama.
Me cubro con mi manta hasta taparme la nariz. Ya mami no verá mi cuerpo, solo puede ver mis ojitos.
Cierro los ojos. Mamá se acerca a mi cama, me destapa y me pone un paño húmedo en la nariz. Huele horrible. Abro los ojos y pataleo con fuerza. No es mamá.
Quiero gritar pero me tapa la boca. Es más fuerte que yo. Lloro. Tengo miedo.
«¡Mami, ayúdame!»
***
Abro los ojos y los vuelvo a cerrar. Abrazo mi cuerpo. Tengo frío. Quiero mi mantita. Abro y cierro los ojos tantas veces como puedo. Seguro es una pesadilla.
Estoy sentada en un auto. A mi lado está él, mirándome mal como siempre.
—Hemos llegado —dice un hombre en la silla de conductor, se gira a mirarme y Cedric le da dinero —Oh, su hija despertó. Hola, preciosa —dice el señor, amable.
No puedo responder. Empiezo a llorar de nuevo. Quiero volver a casa.
—No es mi hija —Cedric me toma el brazo, abre una puerta y me obliga a salir del auto.
Estamos frente a un gran edificio. No veo nada más que las ventanas iluminadas.
—Suéltame. Suéltame —grito sin parar, intento soltarme pero Cedric me agarra con más fuerza.
—Cállate, bastarda. No causas más que problemas.
No me gusta este lugar.
Nos paramos frente a una gran puerta de madera. Una señora de pelo blanco aparece frente a nosotros.
—Eres tú —si antes le temía a la mirada de Cedric, ahora estoy más que asustada por la forma en que me mira esta mujer —Te pareces mucho a Elijah. Es una pena. Nunca lo conocerás.
No le respondo. No sé de qué habla. ¿Quién es Elijah?
—Ya cumplí mi parte del trato, ahora es tu turno —le dice Cedric.
—Suelta mi brazo. Me lastimas —trato de quitar su mano de mi brazo pero el dolor empeora —Si no me dejas, voy a gritar.
—Grita todo lo que quieras. Nadie te escuchará.
—Mentiroso. Mi mami vendrá a salvarme.
Él se ríe. No sé que le da tanta gracia. ¿Por qué se ríe de mi dolor?
—No tienes madre, bastarda. A partir de ahora, oficialmente, eres huérfana.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.