Ámbar
La oscuridad es lo único que ven mis ojos. Silencio. Solo escucho el trinar de unos pájaros y el inquietante susurro de las hojas de los árboles movidas por el viento. Se respira un aire denso; un ambiente terrorífico me rodea, y siento una mirada hostil sobre mí. Relámpagos iluminan el sombrío cielo, anunciando la tempestad que se acerca.
-Wicca... wicca... wicca...
-Volverás... wicca... Volverás... wicca... metatrón... wicca...
-Volverás...
Despierto agitada de mi sueño. Mi corazón late desenfrenadamente, mi respiración es rápida y mi frente está empapada en sudor. El cobertor de gatitos que antes me protegía del frío ahora me incomoda.
Tomo una ducha tibia para intentar relajarme y dejar atrás la desagradable pesadilla que acabo de tener. Me cepillo los dientes, me pongo el uniforme escolar, tomo mi mochila y salgo hacia la escuela.
Tengo quince minutos para llegar. Casi todas las mañanas me ocurre lo mismo: me quedo dormida sumida en mis sueños o pesadillas. Nunca logro llegar a tiempo al colegio. Por suerte, tengo excelentes notas de respaldo y un hombre misterioso que ha pagado mi colegiatura durante todos estos años.
Le debo mucho a ese desconocido; gracias a él estudio en el bachillerato privado más prestigioso del país. Aunque agradecería que se dejara de rodeos y se presentara ante mí de una vez. Me encantaría conocer a la persona que me ha ayudado todo este tiempo.
Un pasillo repleto de estudiantes apresurados me recibe. Suena el timbre, indicando el inicio de mi primera clase.
-¿Eres tú, morena, o es un holograma? -Peter aparece y me besa en la mejilla.
-Supongo que es mi sexy espíritu con el que hablas.
-Ámbar Okland llega temprano al colegio... Lloverá dinero -cruza un brazo por encima de mi hombro y entramos juntos al salón.
***
-Metatrón... wicca... Metatrón... wicca...
-Búscalo... vuelve... vuelve...
-Ayuda... Quiero salir... libérame...
Todo es blanco a mi alrededor. No hay rastros de vida, figuras, colores ni ruidos que revelen el lugar en el que me encuentro. Solo escucho voces.
-Wicca... wicca... libérame... búscalo... búscalo...
-Morena -alguien sacude mi hombro con insistencia, pero sigo sumida en mi sueño-. Morena, despierta -vuelve a zarandearme-. Despierta, Ámbar.
Ante tanta insistencia, finalmente me despierto. Refriego mis ojos para aclarar mi vista borrosa.
-Señorita Okland, ¿puede hablarnos sobre la relación entre el folklore y las brujas de Salem? -la profesora Maura me observa con detenimiento y una ceja levantada, esperando mi respuesta.
Peter me mira con preocupación. Todos voltean a verme con miradas curiosas. Entrometidos. Chismosos.
-El episodio de histeria colectiva ocurrido en Salem, Massachusetts, ha sido inmortalizado en el folklore, generando mitos, leyendas y tradiciones que representan a las brujas desde malévolas hechiceras hasta sabias curanderas.
-Bien. No vuelva a dormirse en mi clase -asiento con la cabeza.
Suena el timbre, finalizando esta aburrida materia.
Mi amigo pelirrojo me observa sorprendido. Es lógico; ni siquiera yo esperaba responder con tanta fluidez y seguridad. Además, nunca me he interesado por saber algo sobre las brujas y ese timbre de voz con el que hablé no era el mío.
-¿Cómo respondiste con tanta certeza?
-Creo que Bonnie Bennett me ayudó -él me mira con extrañeza-. Ya sabes, la bruja de *The Vampire Diaries* -menciono el nombre de esa serie que tanto me gusta.
-Sí, esa bruja. Ya la recuerdo. Vamos a buscar a Neila.
***
Durante todo el día intentamos comunicarnos con mi amiga, pero ella nunca apareció. Me envió un mensaje diciendo que estaba enferma y por eso se ausentaría a clases, pero no me convenció. Algo me decía que era una excusa; era como si me estuviera evitando.
Por fortuna, todas mis lecciones de hoy coincidían con las de Peter. Él me mantuvo despierta con sus chistes sin sentido y comentarios coquetos.
Hemos terminado la escuela. Estamos sentados en Camden Lock Bridge (el puente de Camden), tomando helado, pues, según el pelirrojo, mi cabeza se encontraba en la octava nebulosa.
-Venga, dime, ¿qué tienes? Tu comportamiento de hoy ha sido algo... inusual.
Eso es cierto. Olvidé desayunar en casa, en la escuela confundí al portero del equipo de fútbol con el líder del consejo estudiantil, asistí a clase de Informática en lugar de la de Inglés y, para colmo, estuve a punto de perder mi móvil en la cafetería.
-La cabeza me da vueltas. Mi cerebro ha eliminado muchos sucesos; por más que lo intento, no logro recordar -le cuento mi problema-. Me duermo en cualquier lugar, tengo pesadillas rarísimas todo el tiempo, escucho voces...
-Espera, ¿puedes escuchar voces? -pregunta sorprendido-. ¿Las que hacen eso no son las videntes?
-No lo sé. En mis pesadillas muchas voces comienzan a hablar a la vez -continúo narrando mi situación-. Nunca veo un sitio en específico; solo son... espacios en blanco y negro.
-¿Qué te dicen esas voces? ¿Reconoces alguna?
-Tal vez sí las conozco, pero no las identifico. Dicen cosas sin sentido, palabras que no comprendo.
-Creo que estás sufriendo amnesia temporal. Aunque no entiendo el motivo, siempre has tenido una excelente memoria. ¿Quieres que te lleve a un hospital? Me estás preocupando, morena.
-No es necesario. Vamos a casa.
Peter no solo me acompañó a mi humilde morada. También me prestó su abrigo para protegerme del frío, organizó mi librero, compró el incienso de orquídeas que tanto me gusta, pidió pizza de pepperoni y no se marchó hasta comprobar con sus propios ojos que podía estar sana y salva por mi cuenta. Fosforito es un caballero; si aún continúa soltero es por...
Mejor no hablar sobre eso.
Iré a saludar a la señora Estela; de paso le daré un poco de té. No la he visto en todo el día. Bajo las escaleras hasta su apartamento, ubicado en el segundo piso.