El Renacer del Fénix

Capítulo 5 “Mala racha”✓

Ámbar

Drake. Drake. Drake.

He repetido ese nombre tantas veces que he perdido la cuenta. Algo me dice que el poseedor de esos bellos ojos verdes y el tal Drake son la misma persona.

Drake. Drake. Drake.

¿Quién eres? ¿Por qué no quiero olvidarte? ¿De dónde te conozco?

Aún proceso la muerte de la señora Estela. ¿De verdad murió en un incendio? ¿Por qué no fui a su entierro? ¿Le habrán hecho un altar o hicieron como si nunca hubiera existido? ¿Descansará en paz? ¿Qué es una wicca? ¿Por qué no paro de pensar?

Mi cerebro quiere recordarme algo, intenta encajar algunas piezas de este difícil rompecabezas. Debo relacionar mis pesadillas con el fallecimiento de la señora Estela. Son las únicas memorias que tengo hasta ahora. Bebo mi último sorbo de café. Necesito estudiar funciones trigonométricas para el examen de entrenamiento de Matemáticas.

***
Estuve despierta durante toda la noche. Estoy agotada, mis ojeras son pronunciadas, mi melena densa y enmarañada cae como catarata sobre mis hombros, dándome un perfecto look de La Llorona. Es un milagro que la pantalla de mi móvil no se haya roto con el reflejo de mi faceta desaliñada.

Tomo un baño y esta vez no olvido desayunar mis croissants de almendra, acompañado de un capuchino.

¿Dónde están mis manzanas? Debo hacer la compra semanal; mi refrigerador está tan vacío como este apartamento, poblado solo por mí y un varias montañas de papeles.

Milagrosamente llego temprano al colegio.

—¿Qué onda? ¿Me extrañaste? —pregunta Neila en cuanto tomo asiento en el salón. —Has recordado mi existencia. Qué bien.

—Me siento mejor, gracias por preguntar. Yo sí eché de menos tu sarcasmo —me sonríe.

Hoy está más comunicativa que de costumbre. Aprovecharé la ocasión.

—Fosforito estuvo conmigo todo el día; de igual modo, extrañé tu sonrisa eufórica —nos abrazamos como si no nos hubiéramos visto en años—. ¿Por qué Brandon te mordió aquel día en la cárcel?

Cubro mi boca con mis manos con rapidez. Esa no soy yo. Me gusta ser sutil cuando voy a hacer preguntas incómodas.

«¿Quién está hablando por mí?»

—Este... ojitos... yo —está nerviosa —. No fue una mordida, fue un chupón.

—No te creo. Para hacer un chupón solo hay que succionar la piel, pero Brandon enterró los dientes en tu cuello. Explícamelo. —No puedo. Es algo íntimo.

—¿Cómo que íntimo? —golpeo la mesa con fuerza, llamando la atención de todos en el salón—. Cuéntame, Neila. Somos amigas, ¿verdad? —ese sí es mi timbre de voz.

—Claro que somos amigas, pero ya te dije: hay cosas que no se pueden contar ni siquiera a las amigas.

—Vale, ¿por qué fuimos a visitar a Brandon?

—Pues porque yo quería ir y tú te ofreciste a acompañarme.
«Qué extraño. No recuerdo eso.»

Tampoco me puedo fiar de mi memoria. Es como las de Doris; me atrevo a decir que soy su pariente lejana.

—¿Por qué te desmayaste después de ser mordida... digo, succionada?

—Porque... —su celular suena con una notificación.

Creo que es un mensaje; lo responde con alegría, debe ser Brandon. ¿Esta perra me está ignorando?

Indignada, tomo mi mochila y me cambio de lugar. No me sentaré junto a esa traidora que prefiere andar de amorosa con su novio antes que hablar conmigo.
***

El resto del día transcurre bastante bien. No he confundido mis turnos de clases ni he perdido mi celular; aunque ahora lo que no encuentro son mis auriculares. He evitado a Neila a más no poder. Peter me ha hecho reír como nunca; no ha cerrado la boca desde que nos encontramos en la clase de Educación Física.

—(...) Le rocé el cul* por error y acabé con un moretón en el ojo.

—Claro... por error —carcajadas escapan de mi boca con espontaneidad.—Pobre Fosforito, no merecías que te arruinaran tu magnífico rostro...

—Tienes que entenderme. Solo imagínate ese cul* redondo y pequeño, con su cuerpo bien proporcionado y sus piernas de modelo —hace gestos con las manos como si estuviera tocando el trasero de alguien.

—Asco, Peter. No tengo que imaginarme nada porque soy cien por ciento heterosexual, ¿recuerdas?

—Sí, tienes razón. Suena el timbre que da inicio a la última lección del día.

Peter toma su mochila y sale como un rayo hacia la salida de la cafetería.

—¿Dónde están tus modales, Fosforito? —él regresa y me da un beso en la mejilla.

—Nos vemos más tarde, morena.

—Nos vemos.

Él se va por su lado y yo, de lenta que soy, aún guardo mis libros y carpetas. Camino hacia la puerta de la cafetería cuando algo despierta mi curiosidad.

Noto un ave blanca posada en la ventana. ¿Es un cuervo o una paloma?

Fijo mi vista en ella, la detallo con calma; ella me mira. Sus ojos son color café, tiene algo brillante en su pata derecha; creo que es un anillo.

—¡¡Cuidado!! —una chica exclama, haciéndome salir de mi burbuja. Ella intenta sacudir el café que ha caído en su playera.

«¿Cómo es que no la vi?»

—Lo siento, no era mi intención...

—No te preocupes. Estoy bien —levanta el pulgar de su mano derecha y me sonríe.

Observo sus libros en el suelo. El examen...

¡¡Llegaré tarde!!

—Gracias por tu comprensión. Después lo recompensaré.

Corro lo más rápido que puedo. Atravieso pasillos, tropiezo con algunos estudiantes; otros me miran como si estuviera loca. Debo ser un desastre ahora mismo con las manchas de café en mi ropa y el cabello desordenado, pero no me importa.

Debo llegar cuanto antes al salón.

—Permiso, profesor —digo en un tono de voz casi inaudible. El profesor se voltea y me ve con cara de pocos amigos.

—Cinco minutos tarde, señorita Okland.

—Tuve un problema. No volverá a ocurrir —doy unos pasos para entrar al salón, pero él me detiene.

—¿Le dije en algún momento que entrara?

—Pero...

—Vuelva por donde vino.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.