El Renacer del Fénix

Capítulo 7 “Mala racha (Parte III)”

Ámbar

¿Trato hecho?¿Escuché bien? No, no lo creo. Peter no es capaz de hacerme eso. Él no lo haría.

Con esa frase en mente arrastro a Neila hasta el lugar en el que creo haber escuchado la voz del pelirrojo. Ella se queja, dice que la ignoro, pero eso no me importa estoy centrada en lo importante. Subimos las escaleras hasta llegar al casino, fijo mi vista en Peter, él no para de mirar con furia a otro man que no conozco. Nos acercamos a ellos.

—Miren esta belleza. La amiga de Júpiter vino a mí y viene acompañada —duce causándome repulsión —Que delicia —se reclamé los labios.

Simulo no haberlo escuchado, observo a Peter con decepción.

—¿Qué crees que haces?

—Tranquila, lo tengo todo controlado.

Inicia el juego. Ellos se miran con rabia, toman sus cartas, colocan dinero sobre la mesa, beben de sus tragos, vuelven a mirarse. Esto se vuelve tedioso, sé jugar póker pero con ellos no comprendo. Me gusta más el juego de billar.

Peter muestra sus cartas orgullo, tiene una escalera de colores. El otro hombre le enseña su escalera real con superioridad. Ha ganado.

—Bueno delicia, parece que esta noche la pasarás conmigo—él intenta acercarse a mí pero Peter se lo impide.

—No la toques— le lanza un puñetazo que hace caer al suelo al pobre individuo.

El man se levanta. Su séquito de idiotas y algunos espectadores se acercan a la mesa, vasos vuelan por el aire, escucho cristales rompiéndose en el suelo, golpes se estrellan en sus rostros, la gente comienza a empujarnos.

Todo ocurre muy rápido. Caigo al suelo, no veo a Neila ¿dónde está Peter?

Seguridad aparece, unos hombres me ayudan a levantarme, me sacan del casino. Bajo las escaleras y veo a Fosforito. Está hablando seriamente con un señor, supongo que es el gerente de este lugar.

—Ahora no tengo dinero pero pagaré los daños, lo prometo.

Bajo las escaleras para acercarme a ellos.

—Yo tengo dinero. Es muy poco pero al menos tendrás una parte— le entrego el dinero que traía al gerente.

—De acuerdo —cuenta el dinero que le di —Tienes una semana para pagarme—le habla a Peter y se retira.

—Que vergüenza, morena. No debiste hacer eso...— Peter comienza a hablar rascándose la nuca como muestra de nerviosismo.

Lo interrumpo con un tortazo que le deja impresionado. Su mejilla está roja.

—¿Vergüenza? Vergüenza es algo que tus huev** no conocen, Peter. "No debiste hacer eso. Lo hago por tu bien. Es demasiado fuerte para ti. Lo tengo todo controlado"— repito sus mismas frases con exageración— Estoy harta ¿Lo entiendes? ¡Harta! ¿Quién te crees que eres para andar apostándome como si fuera un premio? No soy tu trofeo personal.

—No quise hacerlo.

—Claro que no quisiste. Él te obligó a apostar una noche con tu amiga y tú aceptaste.

—Solo lo hice para callarle la boca, no iba a permitir que siguiera hablando mierd* de ti, te miraba con malas intenciones.

—No me jod**, no me uses de excusa. Lo hiciste para ganar más dinero porque yo no te importo nada.

Siempre ha sido así. Le encanta el juego, gastar dinero que no tiene en apuestas.

—Sabes que eso no es verdad. Quería demostrarle que eres mía, que nadie puede mirarte como él lo hacía. ¡Solo te estaba defendiendo!

—Pues si esta es tu forma de defenderme, no quiero conocer tu manera de odiarme —digo exaltada —Eres un hipócrita. ¿Cómo puedes decir que soy tuya? Quedamos en ser amigos, pensé que lo habías entendido.

—¡Yo no quiero ser tu amigo y lo sabes!—se acerca a mi de forma amenazante —¿Crees que puedo aceptar esto?¿Actuar como amigos cuando realmente te deseo bajo mis sábanas?¿Crees quee voy a permitir que alguien te falte al respeto o insinue que quiere sexo contigo?— se detiene, respiro profundamente, sé lo que viene después de este show —Te amo, morena. Te deseo desde aquel día que entraste al orfanato como una niña indefensa.

—¿Por qué te cuesta tanto entender que no siento lo mismo? No me gustas y nunca me vas a gustar —recalco —Solo te veo como un amigo, como si fueras mi hermano. Se suponía que este tema ya estaba zanjado pero insistes en sacarlo a la luz.

—¡Te amo jod**! Entiéndelo. No estoy preparado para verte con alguien más.

—Yo te escucho hablar de mujeres todo el tiempo y no me quejo. Y no sé de que hombre hablas. No me interesa nadie hasta el momento pero si así fuera no tienes ningún derecho de reclamar— él intenta hablar pero se lo impido—No seguiré discutiendo este tema contigo porque no vale la pena. Cuando seas un hombre maduro y hayas superado la situación, búscame, te estaré esperando.

Beso su mejilla golpeada y me retiro decepcionada de la discoteca.

No puedo creer esto.

Recuerdo a la perfección el día que Júpiter y yo nos conocimos. Tenía ocho años cuando llegué al orfanato de Stratland. No tenía amigos, era la burla de todos, lloraba por cualquier motivo, me forzaban a comer esa asquerosidad de comida, extrañaba a mamá... aún la extraño.

Júpiter me salvó un día que me encerraron en un cuarto oscuro, junto a ratones y cucarachas, sin beber agua, perdiendo cada vez más peso. Él consiguió la llave y me sacó de ese lugar, aunque después se llevó una buena tunda por parte de la directora. Nos atendieron varios psicólogos, unos más crueles que otros. Nos hacían sentir inútiles, despreciables; las enfermeras cada vez aumentaban sus exageradas dosis de medicamentos... Apesar de todo, él continuaba visitándome a oscuras cada noche para saber cómo me estaba, me contaba historias para dormir, robábamos los chocolates de la directora para comer a escondidas, me enseñó a no dejarme pisotear. Duermo con un cuchillo bajo la almohada desde que lo conocí. Él es valiente, un rebelde con ganas de vivir aventuras, tiene una gran imaginación. Su personalidad me recuerda a Peter Pan, por eso lo llamo así. Me encantaba pasar tiempo con él, disfrutaba su amistad hasta ese momento después de escaparnos que me confesó lo que sentía...lo que siente por mí.




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