Ámbar
Tomo un taxi para llegar a la mansión.
¿Qué querrá esta mujer?Para que Leticia me haya "ordenado" venir a su casa algo serio debió haber pasado.
¿Habrá sido Luca?¿Estará enfermo por algo que tenía la comida?¿Se le habrá perdido algún juguete?¿Perderé mi trabajo?
Llego rápidamente a la mansión. Bajo del auto, le entrego al taxista su respectivo pago junto a un agradecimiento.
Subo las escaleras para llamara a la puerta. El silencio del lugar es interrumpido por el resonar de los tacones de la señora Leticia. Ella me mira con desdén, rabia irradia de sus ojos
—Buenas tardes —saludo, la maleducada es ella, no yo —¿Ocurrió algo grave, señora?
—Aún tienes el valor de preguntarme que ha pasado, ¿no tienes vergüenza? ¿Dónde está mi anillo? Dámelo
—¿Cuál anillo, señora?¿De qué habla?
—¡¡¡MI ANILLO DE MATRIMONIO!!!— dice lanzándome una fuerte cachetada— Devuélvelo, maldita ladrona ¿Creíste que no me daría cuenta? Este ha sido tu objetivo desde el principio ¿no es cierto? Entrar a mi casa pidiendo trabajo para acabar robándome.
—¡NO TENGO NINGÚN ANILLO SUYO, SEÑORA!No sé de qué habla. Solo vine a trabajar y me fui a mi casa. No tengo nada suyo—repito —No sé de qué anillo me habla. Jamás le robaría a alguien.
—No entiendes por las buenas, entonces será por las malas—tira de mi mochila y comienza a sacar todas mis cosas, las lanza al suelo.
—Señora, no puede hacer eso. Son mis pertenencias— intento acercarme pero los tipos de seguridad me agarran por los brazos —Deténgase, señora. Está invadiendo mi privacidad.
Leticia saca algo pequeño y brillante de mi mochila, es el anillo.
Mi boca se abre en forma de "oh" a causa de la sorpresa.
Quedo estupefacta.
Sin palabras que decir.
—No entiendo como llegó eso a mi mochila— lágrimas comienzan a escapar de mis ojos— Señora escúcheme, yo no tomé su anillo, nunca antes lo había visto.
—¡Cállate ladrona de mierd*!!! —estampa su mano en mi rostro nuevamente—Llegaste aquí pidiendo trabajo, diciendo que necesitabas dinero para mantener a tu hermana y yo de estúpida te abrí las puertas de mi casa. Te di un buen sueldo y tu me pagas de esta forma. No vales ni lo que comes, morirás pobre, me encargaré de eso. Llamaré a la policía, informaré a mis amigos y conocidos para que eviten contratarte—escupe con veneno, con su típico desprecio —No permitiré que vuelvas a engañar a más personas como lo hiciste conmigo—los hombres de seguridad me sacan hasta la entrada de su casa mientras ella continúa faltándome al respeto —No sé como permití que te acercaras a mi hijo. No vuelvas a aparecer en nuestras vidas— me lanza mis cosas y cierra las puertas.
Observo hacia la ventana del segundo piso. Luca me mira con maldad, desprecio, hay un destello de orgullo en sus ojos; como si hubiera logrado lo que quería.
No. No debo pensar eso. Un niño es demasiado inocente como para hacer daño
¿Cierto?
Unas gotas de agua cae sobre mi hombro, observo el cielo nublado. Genial. Para completar este pésimo día regresaré a casa empapada. Llueve a cántaros, logro guarecerme bajo el techo de una casa junto a otros desconocidos también afectados por la lluvia.
Después de un rato deja de llover. Camino despacio hasta llegar a la pensión para encontrarme con un montón de mis cosas tiradas en la calle. Entro a la pensión irradiando fuego, busco la casa de la señora Paula. Esto debe tener alguna explicación.
Toco el timbre. En cuestión de segundos la arrugada cara de la dueña de la pensión está frente a mí.
—¿Qué quieres niña?
—Señora Paula ¿por qué mis maletas están en la calle?
—¿No está claro? Te dije que pagaras la renta y no lo hiciste.
—He tenido problemas económicos. Le dije que a finales de mes le pagaría. Necesito un poco de su comprensión —digo al borde del colapso —Le pagaré, se lo aseguro. Solo deme un poco más de tiempo.
—Patrañas. Siempre dices los mismos cuentos, las mismas excusas—dice con frialdad —Tenías tres meses de atraso. Ya vete niña— me da la espalda y continúa en lo suyo.
¡BRAVO!
Hoy se celebra el día humillemos a la huérfana, que se las arregle como pueda.
Mi día no puede empeorar. Es la segunda vez en el día que me cierran la puerta en la cara. He ganado un excelentísimo cero en mi expediente, Peter no me ha hablado en todo el día, perdí mi trabajo, mi casa, no tengo dinero; para rematar el vestido que compré al igual que mi teléfono se han estropeado.
Que me parta un rayo, que la tierra se abra y me trague para que termine mi desgracia.
Camino con paso de hormiga a la salida de la pensión. Cabizbaja, tomo mis pertenencias. Estoy disgustada, harta de tantos problemas. ¿Por qué no puedo tener una vida simple y feliz como la de cualquier adolescente?
Voy andando sin rumbo fijo, no quiero estar detenida en un lugar, necesito pensar que haré de ahora en adelante.
—Malakti, suba al auto— dice un desconocido que va en una limusina, interrumpiendo el análisis que le hacía a mi vida.
—¿Habla conmigo señor? No lo conozco.
—Pero yo sí a usted, Malakti. Al'amira Neila me ha enviado por usted.
Desconozco algunas de las palabras con las que me habló. De todo lo que dijo solo entendí que mencionó el nombre de mi amiga. Tal vez es su chófer.
«¿Cómo lo olvidé?»
Nely dijo que enviaría un auto a buscarme para llevarme a su casa.
—Lo siento pero no iré a la cena, no puedo.
—Malakti, por favor suba al auto, debo cumplir las órdenes de la señorita Neila.
—De acuerdo— subo al auto apenada.
El chófer guarda mis pertenencias en el maletero. ¡Qué vergüenza! Conoceré a la familia de Nely con estas fachas, doy lástima. Si yo me autocompadezco, no me imagino que pensarán ellos de mí en cuanto me vean.
Durante el trayecto se hace de noche. En pocos minutos llegamos a una mansión enorme. El desconocido amable abre mi puerta invitándome a bajar del auto.