Drake
—No llores, gatita—limpio sus mejillas húmedas con mi pulgar.
—No me toques —empuja mi mano con desagrado.
Se calza con el tacón que estaba en el suelo y se aleja caminando. La falda corta que lleva puesta le resalta las caderas, su pequeño cul* y esas piernas largas de modelo.
—Gatita ¿a dónde vas?
—Lejos de ti —grita histérica saliendo del estacionamiento.
La persigo, varios trabajadores se le quedan viendo a causa del aspecto que luce, se ve hermosa incluso con el maquillaje arruinado y la ropa estrujada.
Más tarde les arrancaré los ojos por mirar lo que no deben.
—Gatita, deja de caminar. Vamos a hablar —hace caso omiso a lo que le digo.
Pasamos por la recepción de la empresa, cruzamos las puertas. Desde la acera detiene varios taxis, está apunto de subirse a uno cuando fulmino con la mirada al chófer. Toco la ventanilla oscura dos veces, él baja el cristal.
—Si dejas que suba al auto, enviaré tu cabeza de regalo a tu esposa e hijos —palidece, se me queda viendo diciendo que sí con la cabeza.
—No es cierto, señor, solo quiere asustarlo —intenta calmar al hombre pero este se marcha sin más.
«Sabe lo que le conviene»
—Eres un imbécil. ¿Por qué te empeñas tanto en molestarme? —golpea mi pecho con rabia, las personas que pasan por nuestro lado se nos quedan viendo, ella les muestra una sonrisa fingida.
—Deja de armar tanto escándalo y sube al auto —estamos tan cerca uno del otro que puedo sentir su aliento.
—No, me iré caminando —agarro su brazo con fuerza impidiendo que se mueva.
—Nos vamos en mi auto. Sube.
—¿Tienes problemas auditivos o solo te haces el sordo? Me iré caminando, puedo volver por mi propia cuenta —hago más fuerte mi agarre, me está colmando la paciencia —¡Suéltame!
Subo su frágil cuerpo a mi hombro, entre quejas y rabietas de niña pequeña logro hacer que entre en el auto. Le pongo seguro a las puertas, está tan loca que no me sorprendería que intente tirarse a la calle aunque el auto esté en movimiento. Enciendo mi Lamborghini y nos ponemos en marcha.
Durante todo el camino no dice palabra, está molesta. Sus brazos están cruzados y su ceño contraído, la espalda está más erguida que nunca.
—¿Qué tanto me miras?
—Te ves sexy estando enojada.
—No quieras saber de lo que soy capaz estando enojada.
—Me encantará descubrirlo. Tendremos tiempo de sobra para eso.
—Céntrate en la calle, no quiero tener un accidente por tu culpa.
Llegamos a la mansión, bajo del auto y le abro la puerta, sale de mala gana y entra por la puerta principal.
—Espera, vamos a hablar.
Ignorado otra vez, la sigo hasta su habitación. Saca ropa de su clóset, busca una maleta, la pone sobre su cama y guarda todo en ella.
—¿Qué estás haciendo?
—¿No es obvio? Haré lo que debí haber hecho desde un principio.
—Deja eso —saco las cosas que guardó, ella las vuelve a arreglar —No seas terca, vamos a hablar.
—No tengo nada que hablar contigo —coloca la maleta en el suelo e intenta salir de la habitación pero se lo impido.
—¡Quítate de en medio!
—No seas infantil —en un forcejeo inútil para ella, le arrebato la maleta y la muevo a una esquina —Ven aquí, te quiero contar algo —tiro de su brazo hasta la cama.
—¡Suéltame! —se deshace de mi agarre— Si no dejas que me vaya con un poco de ropa pues me iré sin nada.
Camina en dirección a la puerta, soy más rápido y la cierro. La acorralo con mis brazos y comienza a quejarse.
—¡Déjame en paz!
—Sabes que no lo haré.
Tocan la puerta.
—Niños ¿qué pasa? Allá abajo escuchamos sus gritos.
—Su hijo no permite que me vaya, señora Rebecca.
—Pollito recuerda lo que te dije, trátala con cariño y no seas abrumador. Necesita su espacio —finaliza y se marcha.
—No, señora Rebecca, no se vaya.
—Tranquila, mamá, solo tenemos nuestra primera discusión como pareja.
—Ni en tus mejores sueños seremos pareja.
—Y ¿no lo somos?
—Por supuesto que no. Estábamos fingiendo, no te hagas el tonto.
—A mí no me pareció fingido ese beso que me diste en la cocina. De hecho... —juego con uno de sus rizos— me pareció que lo disfrutabas bastante.
—No disfruto nada que venga de ti —mueve la cabeza con brusquedad para que no continúe tocando su cabello.
—Eso tengo que comprobarlo.
Acerco mi rostro al de ella, nota mis intenciones, se remueve entre mis brazos. Sostengo su cintura para que deje de moverse. Uno mi boca a la suya, chupo sus labios carnosos, quisiera ser delicado pero mi bestia interior no me lo permite. Justo cuando pretendo intensificar el beso me aparta.
—No vuelvas a besarme —me abofetea y me lanza una patada en mi entrepierna que me deja adolorido— Me das asco.
Aprovecha mi debilidad para escapar.
—Gatita, espera.
Me duele el miembro, pero más duelen sus palabras: “me das asco”. Lo dijo tan furiosa, con tanta rabia, repulsión...
***
—No te preocupes, mamá está con ella en el jardín. Todo estará bien.
Me sirvo otro trago de vodka.
—¿Drake? ¿Me has escuchado?
Continúo bebiendo y mirando al vacío.
—¡DRAKE! —Neila golpea mi escritorio con fuerza.
—¿QUÉ CARAJ* QUIERES?
—Que dejes de beber como un maldito alcohólico —me arrebata el vaso y la botella de vodka —Tienes novecientos años, compórtate como tal.
—Métete en tus asuntos —camino hacia ella —Dame la botella, Neila —tropiezo con los muebles que hay en la oficina, ella hace a un lado lo que tiene en las manos y me ayudaa sentarme.
—¿Estás bien? ¿Crees que esto es correcto? Tú no eres así Drake, gobiérnate.
—Es fácil decirlo porque Brandon no te repudia ni sale corriendo cuando te aproximas.
—Claro que te repudia. Aprovechas la situación para engañarla con tus mentiras, la manipulas, lastimas a su amigo y encima la obligas a besarte. Yo habría hecho mismo en su lugar.