Drake
—¿Estás seguro que eso fue lo que le dijo?
Golpeo el saco de boxeo por milésima vez.
—Estoy más que seguro —estallo mi puño con rabia
—Hablaban por teléfono cuando llegue a la habitación de torturas.
Con cada golpe el costal se balancea de un lado a otro, los chirridos de las cadenas que lo sostienen y el crujir de los huesos de mis manos, se hacen presentes.
—Eso es lo de menos. Si no escuchaste que le decía su localización, entonces no hay por qué alarmarse.
El costal de boxear se deforma momentáneamemte y vuelve a su forma original.
—Por supuesto que no me debo alarmar —ironizo—Solo esperaré a que le diga dónde se encuentra para que ella salga corriendo tras él.
—Son amigos. Es normal que se preocupe por él —bebe de su botella de agua.
—Si no se lo dijo él, se lo dirá Gael. Le encanta hacerme la vida imposible.
Cada estallido de mi puño ensangrentado contra el saco, hace eco en el gimnasio captando la atención de algunos humanos. Siento el sudor correr por mi frente.
—Debiste ver cómo lo defendió en la empresa. Apoyó cada opinión que dió ese maldito.
—Tienes muy mal concepto de mi cuñi si crees que te va a abandonar después de todo lo que has hecho por ella —se sienta en una banca, revisa su celular.
—Envidio tu calma.
—¿Calma dices? —niega con la cabeza —No sabes lo que estás diciendo. Tienes suerte que Ámbar y Júpiter solo tengan una amistad.
—Él no la ve así.
—Pero ella sí, lo ve como un hermano y le ha dejado las cosas claras —su tono de voz es apagado, dejo de golpear el saco para mirarlo —Creeme amigo. Cuando una mujer dice que no a alguien, será un no por siempre.
—¿Qué c*** te pasa? —le quito el celular para que deje de ignorarme —¿Hablamos de Neila o de Ámbar?
—Olvídalo, no tiene importancia —se pone en pie y me arrebata su teléfono para colocarlo en su bolsillo —Continuemos con tu entrenamiento. Golpea el saco —se para tras de mí para añadir: —Golpea el saco como si fuera Júpiter.
***
—Danos dos platos de fish and chips —hace nuestro pedido —Ah, y unas limonadas por favor.
—Dos cervezas —contradigo logrando que la camarera alterna su mirada entre Brandon y yo con confusión.
—Nos quedaremos con las limonadas.
La chica hace un gesto afirmativo con la cabeza y se retira.
—Quiero mi cerveza.
—Existen más bebidas
además del alcohol ¿sabes?
Lo miro mal.
—¿A qué vinimos?
—¿No lo ves? —pone sus mano sobre la mía —Tendremos nuestra primera cena romántica, cariño —sus palabras salen de su garganta como si de una mujer se tratase.
Todos nos observan con extrañeza. Es un ridículo.
Aparto mi mano con brusquedad.
—Déjate de mariconad**.
Se echa a reír.
—Tú tampoco me gustas, estoy muy enamorado de tu hermana —suspira con pesar —Allí... —me señala —en aquel muelle, en medio de una noche tormentosa, conocí a tu hermana, mi Conejita... Realmente me conoció ella a mí, yo ya la había visto antes...
Me estoy preocupando. Es la segunda vez en el día que lo escucho hablar con dolor, cabizbajo, con la mirada apagada. Como si alguien estuviera interfiriendo en su relación con Neila.
—¿Por qué lo dices como si te doliera ese recuerdo?
La camarera regresa con nuestros platos y bebidas. Los coloca sobre la mesa y se marcha después de que le agradecemos.
—Treinta y cinco.
—¿Qué?
—Derramó treinta y cinco lágrimas aquella noche.
Me desespera que oculte las cosas. Sé que su situación con mi hermana no ha sido fácil pero si quiere decirme algo, que lo haga sin rodeos.
—Deja de hablar en clave y dime ¿qué está pasando con Neila? ¿Es Eugin? ¿La está molestando de nuevo?
—Ojalá fuera Eugin, él no es quien toma las decisiones en nuestra relación, Drake —le quita el corcho a la botella y nos sirve cerveza a ambos.
—¿Qué haces? A ti no te gusta beber.
—Por una vez no pasará nada —se bebe medio trago del líquido —Nos quedaremos un poco más, debemos esperar a que las chicas lleguen —responde.
—Y ellas ¿a qué vienen? —permanece mudo —No debí hacerte caso. Ni siquiera sé por qué vine, el olor a humanos es asqueroso en este lugar.
—Te recuerdo que Ámbar es humana —come un poco de pescado.
—No es lo mismo. Mi gatita es una wicca, además, su exquisita fragancia a los tulipanes del jardín no se compara con el repugnante olor que desprenden estos mortales.
—Necesitabas salir de la mansión, hacer ejercicio...
—Podíamos quedarnos en la mansión. No tenemos un gimnasio para que permanezca sin uso.
—Deja de quejarte. Mira, échale un vistazo al lugar, la vista es única.
¿Única? No sabes el significado de esa palabra.
Única es el mujerón que se acerca con pasos pequeños pero precisos, con su mentón en alto como si fuera una estrella de Hollywood, esos rizos oscuros y su ropa gótica le dan un toque de maldad, transmitiendo esas vibras típicas de los demonios.
Es más que única. Es radiante, inalcanzable, hermosa, toda una diosa. Mi diosa.
—Vámonos. No hay tiempo que perder —ordena cuando llega a nosotros.
Permanece de pie observándonos con enojo.
«¿Qué le habrá dicho Gael?»
—¿A qué se debe tu mala educación, cuñada? —Brandon come una de sus patatas fritas.
—No te importa —responde mordaz —Neila vendrá cuando termine su entrenamiento cuerpo a cuerpo con Gael.
—¿¡Con mi suegro!? —se alarma —La matará, mi Conejita a perdido sus habilidades en combate.
—Dudo mucho que la vaya a matar, es su hija.
—Mejor voy a verla. Quedará hecha trizas cuando termine —me lanza las llaves del auto y las atrapo —Nos vemos en la manada —se va andando.
En el primer callejón que encuentre se transformará en lobo para llegar más rápido a Neila. No le importa el caos se puede armar si algún humano lo ve, cuando se trata de ella no piensa.