El Renacer del Fénix

Capítulo 20 “Dagas al corazón”

Drake

—Ese es, Júpiter. Siempre olvido su nombre. Te puedes ir Magdalena —la sirvienta se retira, el alpha voltea a verme —¿Conoces al pelirrojo? ¿Te suena su nombre de algún lugar? —niego.

Júpiter siempre será nada y nadie al mismo tiempo. Aquí, en la Luna, licántropo o humano, siempre será insignificante, inexistente.

No lo conozco.

—Ahora todos los ataques tienen sentido. El emperador no está de acuerdo con la unión que ha creado la Diosa Luna, por ello asesina a las lobas jóvenes, no entregará a su hija así por así.

—En eso estamos de acuerdo, amigo. Los vampiros nunca han cumplido con las alianzas, son muy traicioneros, les da igual el destino —es cierto, negociar y seguir reglas no es algo que les agrade a los vampiros —Tampoco nos podemos fiar de los comentarios. La gente es muy chismosa, solo son rumores sin importancia.

«Rumores que me vienen como anillo al dedo»

Que Júpiter tenga a su alma gemela tan cerca me facilita muchas cosas con mi gatita. Me desharé de él más rápido de lo que pensaba.

—Del mismo modo que hoy hablan de él, mañana hablarán de otro lobo, inventarán otra situación, así que nada es creíble —tiene razón pero necesito que la gente siga hablando de Júpiter, debe haber alguna solución —Mientras no lo vea con mis propios ojos, no sabré quien es el supuesto "soulmate" de la princesa vamp...

—Con permiso, alpha —interrumpe la sirvienta.

—¿Cuántas veces debo repetir que no quiero interrupciones cuando tengo visita? —grita logrando que la empleada baje la cabeza más de lo normal.

—Dis... disculpe alpha... pe...pero la reina... dra...dragones... —tartamudea impidiendo que comprenda lo que quiere decir.

—¡Habla ya, Magdalena! Habla claro que no entendemos lo que dices.

A este paso la mujer esconderá su cabeza bajo tierra.

—La... rei...reina de los dra...dragones... está...af...afuera... —dice en un hilo de voz.

—¿Y qué esperas para hacerla pasar? No se deja esperando a una reina.

Primera cosa en la que concordamos.

Aterrada, la empleada sale corriendo, literalmente. No regresa. En su lugar aparece la causante de todos mis dolores de cabeza.

—Buen día, alpha. Soy Ámbar Okland, encantada —hace un reverencia indebida.

«¿Cuántas veces debo decirle que una reina nunca baja la cabeza?»

Le haré una lista de las cosas que no debe olvidar para evitar que me salgan canas verdes por su culpa.

—Déjate de formalidades y levanta la cabeza —ella alza el mentón —Se bienvenida al castillo, mi reina —le sonríe y besa cada mejilla con toda la confianza del mundo —Menuda sorpresa, hace un momento el rey y yo hablábamos sobre ustedes y su futuro compromiso.

A mí ni siquiera me ha sonreído en todo el día, y a él que apenas lo conoce, le da incluso dos besos en las mejillas. Que bien.

—Como dijo, mi alpha, será en un futuro. Por el momento debo adaptarme a esta nueva realidad.

—Por supuesto, todo es cuestión de tiempo. Te puedo tutear ¿no?

Sin disimulo alguno escanea su cuerpo de pies a cabeza, se detiene en su pecho donde la tela de su jersey se adhiere a su piel a causa del sudor.

Le sacaré los ojos, le arrancaré los dientes con pinzas, lo enterraré o lo quemaré vivo. Cualquiera de las dos, o tal vez, ambas opciones.

—Claro que puede, alpha. Estamos en confianza —a él le sacaré los ojos y a ti te nalguearé hasta que dejes de ser tan amable —Lamento la interrupción pero necesito llevarme al Dragón Rojo, tenemos asuntos que resolver.

—No te disculpes. Es todo tuyo.

Desvergonzado.

Su señora está arriba, embarazada de su pequeña, y él se come a mi mujer con la mirada como si fuera lo más normal del mundo.

—Espérame afuera, gatita —acaricio su espalda baja, descubierta y sudorosa transmitiéndole al alpha un claro mensaje de "ella es mía" —Quiero decirle algo importante al alpha.

Intercambiamos miradas fugaces y a la vez profundas. El momento es breve pero dura lo suficiente como para notar la maldad que alberga en su corazón. Por alguna razón me encanta que esté furiosa conmigo, el enojo resalta su belleza oscura y siniestra, deja más que claro el tipo de sangre que corre por sus venas.

—Un gusto conocerlo, alpha. Ya nos veremos.

—El gusto es todo mío —besa su mano —Vuelve cuando quieras. Aunque la próxima visita pienso hacerla yo.

—Por supuesto, será más que bienvenido —sostienen miradas cómplices y un par de sonrisas que no me agradan.

Ámbar se va contoneando las caderas, orgullosa de su éxito provocándome celos.
Aprieto las manos, tenso la mandíbula y fulmino con la mirada a la próxima víctima de mi furia.

—Sus vibras oscuras son envolventes. Es una wicca ¿cierto?

—Es una nefilim.

—Pensé que esa especie estaba extinta en la Tierra, que los pocos que aun siguen con vida se encuentran en en el Infierno.

—Ella es una excepción —no le daré explicaciones que no le corresponden —Respecto a los vampiros, cuatro de los exiliados atacaron a mi reina hace algunos días, dos murieron en mis manos y los otros dos... —no he olvidado el miedo reflejado en los ojos de mi diosa aquel día que la encontré en la cabaña.

—Les daremos cacería —eso quería escuchar —Estaré pendiente del tal Júpiter, le seguiré el rastro a todos los machos de la manada. Presiento que alguien oculta datos importantes, y omitir información puede tomarse como una traición al alpha —plantea con firmeza.

Algo de lo que nunca dudé del alpha Austin es de su inteligencia. Siempre ha sido un mujeriego, sinvergüenza y oportunista pero tonto no es.

En esta etapa oscura que está viviendo su manada lo que más le conviene es seguir mis órdenes, convertirme en su aliado, en su protector.

—No pierdas de vista al aquelarre wiccano —ellas realmente me preocupan

—Esas mujeres se traen algo entre manos.

—Lo haré. Te mantendré al tanto.

—También envía noticias sobre el estado de la Luna y el bebé. Me gustaría saber el sexo —sonríe genuinamente —Le haremos un baby shower a su altura.




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