Ámbar
Brandon me sostiene su mirada afligida y a la vez, amenazadora, en espera de mi respuesta. Debo elegir las palabras adecuadas para que la herida no sea tan profunda, debo encontrar la manera de ser sincera sin lastimar a nadie.
Brandon es el mejor amigo de mi âme souer y el alma gemela de mi hermana del alma, también es un hombre lobo. Cualquier sentimiento que experimente lo sentirá mil veces más intensificado que las emociones de los humanos o cualquier especie sobrenatural.
No merece lo que diré a continuación.
—Los ama a ambos —mi corazón se oprime.
Frunce el ceño. Su mirada se pierde entre los libros. Me tortura su silencio.
—Lo ama a él —susurra.
La expresión de su rostro es de puro abatimiento, dolor. Me transmite una terrible tristeza.
No sé que haría si Drake amara a otra mujer. Lo he lastimado pero lo he hecho muy consciente de que me seguirá amando.
Camina a pasos lentos hacia la puerta. Lo hace con calma, con pesar. Como si no supiera que le duele más, si aceptar la realidad que le he dicho o enfrentarse a mi amix, esta vez conociendo sus verdaderos sentimientos.
—Gracias por decirme —expresa dándome la espalda —No te sientas culpable.
Se retira de la biblioteca con los ánimos por el suelo. Quedo sola pensando en el Brandon jovial que disfrutaba molestarme con sus comentarios absurdos, y ha sido sustituido por un desconocido de cara larga.
***
Después de permitir que mi consciencia me torturase recordándome que la relación de mi mejor amiga se irá a pique por mi causa, decidí colocar en su lugar el libro que leía sobre dragones e irme a mi habitación. Se me hizo imposible continuar mi lectura después del bajón emocional.
He invertido casi tres horas en un vano intento de dormirme. El sonido estruendoso de los relámpagos me impide conciliar el sueño, la lluvia cae de forma rítmica y constante, cada gota golpea la ventana con un sonido suave similar a un murmullo que no cesa.
Doy varias vueltas en la cama, cubro mi cabeza con una almohada, aprieto los ojos por un rato en espera de la llegada de Morfeo.
Es inútil. Nada funciona.
No puedo ver películas con este clima, leer me da pereza, mi móvil no tiene batería. Tendré mirar al vacío hasta que logre conciliar el sueño, no hay nada que hacer.
—Búscalo... Busca al dragón.
Esa voz melódica resuena en mi cabeza.
Ha pasado un tiempo desde que no la escuchaba. Sigo sin saber por qué me habla.
Decido ignorarla y volver a acurrucarme entre las cobijas.
—Busca a Drake. Él te ayudará a dormir —dice pícara la mujer que quiere volverme loca.
—¿Quién eres? ¿Por qué no puedo verte?
—Yo soy tú, querida. Estoy en tu interior.
—Claro y yo soy cosmonauta —digo irónica.
—Piensa lo que quieras pero no te dejaré dormir mientras no estemos en los brazos de Drake.
—Lo que tú digas —pongo los ojos en blanco.
Cierro mis ojos con más fuerza que la vez anterior.
Todo se torna blanco, mi cuerpo se vuelve ligero, solo hay silencio a mi alrededor.
Una puerta se abre ante mí despertando mi peligrosa curiosidad. Camino hacia ella, subo los escalones de piedra, al cruzar al otro lado la puerta se cierra tras de mí.
La oscuridad que me acompaña limita la visibilidad de mi entorno. Doy pequeños pasos en línea recta. El sonido de mis pisadas resuena en el lugar sobre lo que supongo que son hojas o ramas secas. Gracias a mi audición logro distinguir el ulular de un búho y el cantar de algunas cigarras. Miro hacia arriba para encontrar un cielo sin Luna, tan oscuro como el ambiente.
Descubro a lo lejos un punto ardiente y brillante. Camino en su dirección. Cuanto más me acerco mayor se hacen las sombras proyectadas en el suelo y en los árboles.
—No debiste traerla al mundo —grita una voz masculina —Es una maldita abominación.
Me acerco un poco más a ese resplandor de color naranja. A mis fosas nasales llega el olor a leña quemada que se dispersa en el aire.
—Es mi hija —expresa con voz temblorosa una mujer.
El crepitar de las llamas de fuego se hace más intenso. El sombrío bosque es iluminado por la luz que emanan las llamas de la hoguera.
Permanezco como espectadora oculta tras un árbol. El hombre de tez albina y baja estatura arroja más leña a la hoguera en la cual solloza la mujer atada.
Oh, Dios mío. La está quemando viva.
—No podía criar a una bastarda, menos aún siendo una espécimen de demonios —dice cerca de la mujer, su cuerpo resplandece.
Ese hombre está loco. ¿Por qué no se queja del dolor? ¿Acaso el fuego no le hace daño?
No alcanzo a vislumbrar su rostro con detalle pero puedo asegurar que la mujer es de piel y cabello oscuros. Ella no se queja de la proximidad del hombre que me da la espalda, solo reacciona con repulsión hacia él al escupir su rostro.
Él se aproxima mucho más, la toma del mentón para decir:
—Eres muy hermosa, Natalia. Siempre lo has sido, pero elegiste al demonio equivocado para engendrar a tu pequeña bastarda.
¿Natalia? ¿Dijo ese nombre? No. No es posible. Debe ser otra Natalia. No puede ser mi...
—Nunca la encontrarás. Me aseguraré de ello —afirma con certeza absoluta.
Detecto un potente olor a carne ahumada. La está matando, debo hacer algo.
—Oh, Natalia —incluso yo siento asco hacia él —Que ingenua eres. Ya la he encontrado —le da un beso forzado, baja de la plataforma para pronunciar :—Fervete igne, ardere flamma. Crescere, crescere, potentiam exurge.