El Renacer del Fénix

|Everblood Empire|

Narrador Omnisciente

Bajo la luz de la Luna y un cielo estrellado, la princesa vampiro vuela a toda velocidad en dirección a su hogar. Esquiva árboles frondosos, algunas casas de los altos miembros del Consejo, vampiros exiliados —masoquistas que buscan el perdón del emperador —que aún rondan por los alrededores del castillo.

Sí, exiliados. Muertos vivientes más pálidos que de costumbre,alejados de la sociedad vampírica, condenados a vivir el resto de sus días en condición humana como castigo por desafiar al emperador. Marginados de su especie gracias al hechizo que alguna wicca hizo en su contra como cumplimiento estricto a las órdenes del poderoso emperador.

Una vez que se encuentran fuera de los territorios del imperio, se refugian en la oscuridad del mundo humano para evitar ser descubiertos. Otros poco inteligentes, toman decisiones arriesgadas que hacen más corta su existencia. Decisiones precipitadas como asaltar un mercado, por ejemplo, para adquirir productos de forma rápida y de paso envíar señales de humo que son detectadas por las autoridades vampíricas y más tarde, deciden ejecutarlos para acabar con su tortuosa existencia. Como simples mortales, que comen alimentos nutritivos y comida chatarra, que beben jugos, malteadas, y otros líquidos deliciosos excepto ese que es rojo y corre por nuestro cuerpo. Ese líquido que nos mantiene con la vida que ellos nos solían arrebatar hasta saciar su sed.

Jia entra a su habitación a través de esa ventana que siempre mantiene abierta para recibir los rayos del Sol, deleitarse con la hermosa vista que le brinda la Luna y, por supuesto, para hacer más fáciles sus entradas y salidas cada vez decide visitar a su amado en la manada Dark Dynasty.

Su lobito pelirrojo, su pareja destinada. El lobo al que se plantea conquistar pero aún no sabe como. Se pone nerviosa cada vez que lo tiene cerca, sus piernas tiemblan al escuchar su voz, la cabeza le da vueltas y su corazón late frenéticamente como si quisiera escapar de su pecho.

Tan solo pensar en él, imaginarse un futuro juntos, hace que su estómago experimente esa maravillosa sensación de las maripositas revoloteando en su interior.

Cambia su de forma murciélago a su forma humana. Cierra la ventana y se dirige al baño para tomar una ducha y ponerse su pijama.

Entra al baño, se desnuda e introduce en la ducha para comenzar a higienizarse.

El agua corre por su cuerpo bien proporcionado y sus piernas de modelo. Esas fueron las palabras exactas que el pelirrojo utilizó para referirse a ella aquel día que lo observó a distancia en la cafetería. Sonríe genuinamente.

Recuerda aquel día como si hubiera sido ayer. Ella sacaba algunos libros de su locker cuando sintió un fuerte manotazo en su trasero. Se volteó rápida y peligrosamente para buscar al atrevido. Encontró a Júpiter en su campo de visión, alegre, con una sonrisa descarada adornando su rostro como si no acabara de faltarle al respeto. Reaccionó mediante la violencia, le propinó tal puñetazo en el rostro que lo dejó con un moretón en el ojo.

Ríe a carcajadas ante el recuerdo. La manera en que conoció a su alma gemela fue... muy original.

—Jia. ¿Estás ocupada, hija? —la voz de su padre interrumpe su momento feliz, así que permanece callada —Hija —vuelve a tocar la puerta de la habitación —Jia, sé que me estás escuchando —la vampira está enojada —Debemos hablar, hija.

Jia sale de la ducha, cubre su cuerpo con una toalla y sale del baño para ponerse la primera ropa que encuentre en el armario.

Su aspecto es lo que menos le importa. Está furiosa con su padre, no desea hablar con él y aún así, este insiste.

—Jia, no te enojes conmigo —vuelve a hablar causando cansancio en su hija —Solo te estoy cuidando, cariño— dice su padre con voz afectuosa —Me preocupas, hija.

La joven termina de vestirse, con el cabello mojado y una fea mala cara, se dirige a la puerta para por fin abrir y darle la cara a su padre.

—¿Qué deseas, padre?

—No me hables así —dice con voz apagada —Volviste a salir, Jia —dice al notar su cuerpo mojado.

Conoce muy bien a su hija. Jia es tan pulcra como él. Siempre que regresa a su hogar después de alguna salida —indebida— toma un baño para eliminar la suciedad de su cuerpo.

—Volviste a buscarlo ¿cierto? —Jia lo mira con obviedad —¿Por qué no lo dejas en paz?

—Porque lo amo, padre. ¡Es mi soulmate! —brama enojada.

—Eso no es excusa, hija. Podemos solucionarlo —los ojos de Jia se abren como platos, se imagina lo que su padre dirá a continuación: —Podemos deshacer el enlace. Hablamos con Agatha, es muy poderosa. Ella nos ayudará.

—No haré eso. Amo a Júpiter. ¿¡Por qué no lo entiendes!? —grita —Nada de lo que digas o hagas me hará cambiar de opinión.

—No me grites, Jia —el emperador acaricia el puente de su nariz, suspira para tranquilizarse —Respétame ¿vale? —toma el rostro de su hija entre sus manos —Comprendo que esto es difícil para ti, cariño, pero debes entender que solo estoy haciendo lo mejor para ti.

—¿Lo mejor para mí o lo mejor para ti? —pregunta desafiante.

—Tú sabes que es por ti, todo lo que hago es por y para ti, Jia. Tú eres lo único que tengo en este mundo—su voz quiebra —No dejaré que te lastimen.

—Tú me lastimas cada vez que asesinas a cada inocente de la manada, papá —su voz se debilita poco a poco —Son niñas, padre. Niñas como yo. ¿Entiendes? —lágrimas escapan de sus ojos —Cada vez que las mandas a matar dejas una familia dolida, madres en duelo. ¡Personas inocentes mueren por tu culpa!

El frío y oscuro corazón del emperador se conmueve ante la escena. Una de las cosas que siempre ha odiado ha sido ver a su hija sufrir, detesta verla llorar y más aún cuando de licántropos se trata.

Se siente culpable por su dolor, es consciente de sus acciones y las consecuencias de estas pero no descansará hasta aniquilar a todas las jóvenes de la manada Dark Dynasty. Les hará pagar por haber asesinado a su emperatriz, los hará arrepentirse de haber dado caza a su vampiresa en la época en que los licántropos servían a la Iglesia.




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