El Renacer del Fénix

Capítulo 26 “Somos wiccas”

Ámbar

Hogar. Es la definición perfecta para resumir esta tormenta de sentimientos encontrados. Desde que conocí a Drake supe que perdería la cordura, que él dejaría de ser un desconocido con ataques impulsivos para convertirse en el amor de mi vida. Pero esta sensación que ahora alberga en mi ser, es extraña... diferente. No se compara con el amor que siento por él, es mucho mayor, o eso quiero creer.

Drake es pasión, seguridad, amor. Un hombre que realmente ha llegado a mi vida a llenarla de luz. Mamá es también es amor, pero no uno pasional, más bien es uno de esos amores que no conocen límites, de esos que con el paso del tiempo y las adversidades crece cada día más. Un amor equivalente a un refugio, un hogar, un puerto seguro.

Extrañaba sentir esta sensación tan cálida. Sin duda alguna no hay nada como el abrazo de mamá.

—Estás aquí, mamá... —no puedo parar de llorar —Estás aquí.

—Estoy aquí, mi cielo, estoy contigo y nunca más te dejaré sola —seco mis lágrimas afirmando con la cabeza —No nos volverán a separar —le sonrío —Eres tan hermosa. Dios, creciste mucho.

—Sí, ya no soy la niña a la que solías leerle cuentos antes de dormir —ella sonríe con melancolía —Tengo muchas cosas que contarte pero empezaré por la más importante —volteo a ver a Drake quien me sonríe incómodo con las manos en sus bolsillos.

Él no me quita los ojos de encima pero sin sutileza alguna noto como mamá lo taladra con la mirada. Cómo si viera en él a alguien de su pasado que solo le trajo miedos y dolor a su vida.

Como no comprendo lo que está pasando, más tarde le preguntaré a mamá por qué le lanza varios cuchillos a mi novio tan solo con mirarlo. Ahora me voy a concentrar en lo importante: Drake.

Me alejo lentamente de mamá para acercarme a Drake y tomar su mano.

—Él es Drake, mamá —lo miro con ternura —Es el amor de mi vida, mi âme souer.

Estoy impresionada. Hace años que no veo a mamá, no ha cambiado su físico y mucho menos su forma de ser. Lo que si me preocupa es la manera hostil en que mira al hombre que amo. Nunca la había visto así, tan enojada, tan ¿resentida?

Podría jurar que en su rostro se formó una mueca de asco en cuanto entrelacé mi mano a la de Drake.

—Un gusto, Natalia —Drake extiende su mano y mamá la toma después de pensarlo unos segundos.

—Un gusto —repite ella y aparta su mano con rapidez.

Los murmullos de las señoras que antes nos iban a atacar no se hacen esperar. Algunas nos observan con asombro o desprecio, otras como si fuéramos bichos raros. Todas nos escudriñan con la mirada.

«No me siento cómoda»

Drake parece haber escuchado mis pensamientos ya que acaricia mi mano para transmitirme tranquilidad.

—Hermanas —mamá les habla a las señoras —Esta es mi hija, mi primogénita: Ámbar —me presenta —Cariño, sé bienvenida a casa.

—Muchas gracias —le digo a mamá.

Las mujeres se dispersan dando un asentimiento de cabeza en mi dirección. Sus miradas son menos severas, pero aún me molestan. Siento que estoy en un ambiente peligroso.

—No es nada. Te tengo una sorpresa —por primera vez desde que llegué cambia su mirada de desaprobación por una de ilusión.

—¿Otra sorpresa? —pregunto emocionada.

Mamá me mira sin comprender de qué hablo y Drake me dedica una mirada cómplice. Es la segunda sorpresa que tendré en el día.

—Alguien te espera ahí dentro —señala la pequeña casa azul de la que salió.

—Vale. Iré a ver. Vamos, sugar —tiro de la mano de Drake pero la voz de mamá me toma por sorpresa.

—Ve tú sola —eso sonó más a una orden —Drake se quedará aquí. Tenemos cosas de que hablar.

«Cierto. Asuntos suegra y yerno»

—Ve, gatita. Te esperaré aquí.

—Vale —le doy un beso de pico y corro hacia la casa que me indicó mamá.

No es necesario tocar la puerta ya que está abierta. La casa es sencilla pero bonita. Hay decoraciones de plantas y cristales brillantes, algunos athames o cuchillos espirituales sobre una mesa junto a un cuenco que contiene agua. Un atrapasueños blanco cuelga de la pared entre una estantería de libros mágicos y lo que pienso que debe ser un altar sagrado. Todo aquí tiene tonos claros. No sé por qué pero no me siento bien aquí.

—Hola. ¿Hay alguien aquí? —todo rastro de temor desaparece en cuanto veo a la adolescente de rizos con rasgos similares a los míos.

Es un poco seria, sus labios son carnosos como los míos, al igual que su cabello alborotado. El color de ojos y la forma de sus cejas son definitivamente de él. De Cedric, el malnacido de mi padrastro, el que una vez me golpeó, el hombre al que mi mamá amó o al que sigue amando, no estoy segura. Solo sé que ella está aquí y estoy feliz.

Es ella, Emily Young, mi hermana pequeña.

—Mily... —susurro el apodo que le había puesto de pequeña —Mily... eres tú.

Ella deja de ver por la ventana y se voltea a verme. Me estaba viendo, a mí y a Drake a través de la ventana, ¿cuánto tiempo llevaba ahí parada? ¿por qué me mira de esa forma tan maligna?

—Ámbar —me escanea de pies a cabeza —Pensé que no te volvería a ver —dice con voz monótona.

La última vez que la ví tenía apenas unos cinco años. Era una ternura. Ahora es una adolescente hermosa con un aura ¿roja?

El aura roja solo me la da Agatha. Ella me da miedo, sus vibras... No me gustan. Son incluso más oscuras que las que me daba Agatha.

—Mily —me acerco a abrazarla lo cual la toma por sorpresa —Ha pasado mucho tiempo. Estás hermosa, hermanita —ella intenta abrazarme, casi no siento sus brazos a mi alrededor pero voy a ignorar eso.

—Así que tú eres Ámbar —dice como una buena analítica de una desconocida —No te recordaba tan... cambiada.

—El tiempo no pasa por nada —le sonrío pero ella no me devuelve el gesto, permanece seria —Ambas crecimos. Estoy feliz de poder verte de nuevo. Pensé que este día nunca llegaría.

—Yo pensé lo mismo —no sé por qué noto sarcasmo en su voz —Nunca supimos nada de ti. Ya te dábamos por muerta —ella voltea a ver en dirección en la ventana, su atención ha estado ahí desde que llegué —Deberías ir a despedirte. Tu novio se va.




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