Ámbar
Los primeros rayos del Sol pintan el cielo en tonos rosáceos y dorados y se filtran a través de las copas de los árboles. Es un paisaje hermoso, la vista perfecta para comenzar un nuevo día con energía positiva mientras escucho la voz de mi amado.
—¿Cómo dormiste anoche? —pregunto con coquetería.
—Muy mal porque dormí sin ti. Extraño escucharte cantar y decir tonterías mientras duermes.
Continúo curioseando por el bosque mientras escucho el crujir de las hojas secas bajo la botas militares que me envió Neila. Sin duda alguna ella debió empacar mis maletas, incluso tengo un bloqueador solar.
— ¿Soñaste conmigo?
—De las formas más pervertidas que te puedas imaginar —dice con voz gutural.
Relamo mis labios. Esa era la respuesta que quería escuchar.
—¿Cómo va todo con Natalia? ¿Te explicó los detalles de tu vida que no conocías?
—Sé algunas cosas sobre mis padres, cómo se conocieron, algunos motivos para que estalle una guerra —le cuento de forma resumida mi charla con mamá —Lo mejor de todo es que conocí a papá. Fue genial —digo con ilusión.
—Me alegra que estés feliz. Eso es muy importante para mí —suspira —Dime más sobre tu padre. ¿Lo viste en persona? ¿Lograron tener su momento padre e hija?
—Fue en mi ritual de iniciación. No logré verlo pero sí escuché su voz. Dijo que me ama, Drake. Papá dijo que me ama y siento que puedo creerle.
Me detengo a escuchar el sonido de los animales. Hay ardillas, ciervos y conejos jugando entre los arbustos, el aire es refrescante y los colores del amanecer le dan un toque único al bosque. Este lugar es muy pacífico, es una pena que las vibras que me rodean sean tan oscuras.
—Claro que te ama. Solo un estúpido podría odiarte —sonrío por su comentario —¿Has desarrollado tus poderes? ¿Descubriste algo más sobre las wiccas?
—Ayer conocí dos símbolos importantes para las wiccas: Metatrón y la Triple Diosa, descubrí que todas las mujeres que están aquí son unas rencorosas con el corazón roto y bueno... No he desarrollado mis poderes. Ni siquiera he utilizado mi magia desde que llegué aquí.
Lo escucho gruñir algunas maldiciones con el nombre de mamá en voz baja.
—Recuerda que tu objetivo en ese lugar es desarrollar tu magia. Si no logras hacer eso, dímelo para no perder el tiempo —su voz es ronca, se ha enojado.
—Vale. Te diré pero ¿estás enojado?
Me siento en una gran roca que hay en el suelo y acaricio a un pequeño conejo que se acerca a mí. Su pelaje es abundante, de color gris y blanco. Es la cosita más tierna que he visto.
—No tengo por qué estar enojado.
«Mentiroso. Te conozco muy bien»
—¿Estás seguro? ¿No hay nada que te moleste? —decido jugar un poco con él —¿No hay algo que te frustre o alguien a quien extrañes mucho?
—Extraño tu olor en mi cama, que me abraces como si no hubiera mañana —su voz tiene ese tono juguetón que me encanta —Te echo de menos, gatita. Ven pronto. Deja a esas amargadas y vuelve conmigo.
—No digas eso. No son amargadas, solo son un poco rencorosas —continúo acariciando al conejito y el emite un sonido de satisfacción.
—Es lo mismo —dice despreocupado —Solo vuelve a casa. Necesito sentirte cerca, a mi lado.
—Yo también te necesito mucho pero aquí tengo a mamá. Ella me ayudará a controlar mis poderes, a conocerme mejor a mí misma —él bufa por mis palabras.
—Yo te enseñaré a controlar el poder que tienes sobre mí —siempre cederé ante esa imponente voz —Vuelve conmigo.
Una sonrisa ladina se forma en mis labios. Me encanta volverlo loco, lo tengo en la palma de mi mano.
—He tomado una decisión y debemos hablar seriamente cuando regreses.
—Depílate —finaliza antes de colgar la llamada.
—¿Escuchaste eso, conejito? —hablo con el tierno animalito con emoción —Creo que Drake y yo pasaremos a la siguiente fase de nuestra relación —el conejito comienza a dar patadas con sus patas traseras, sus orejitas están rígidas y me observa fijamente como si intentara advertirme de algo —¿Qué pasa, pequeño? ¿Por qué estás asustado? —el conejito se va corriendo, temeroso de algo o... de alguien.
Noto una sombra proyectada en el suelo.
Decido voltearme para ver quién está tras de mí y me encuentro nada más y nada menos que a Emily, mi hermana enojona.
En un movimiento rápido ella oculta algo detrás de su cuerpo. Soy tan observadora que noto que lo que tiene en su mano es un cuchillo y su mirada es más oscura de lo normal.
—¿Qué haces despierta a esta hora, Emily? —me levanto de la roca en la que estaba sentada, no me gusta sentirme pequeña cuando estoy cerca de ella, soy más alta pero a su mirada altanera parece no importarle ese detalle.
—Me gusta apreciar los primeros rayos del Sol —dice de forma hostil —Por lo que veo a ti también te gusta la naturaleza.
—Me fascina —respondo con la misma hipocresía con la que me habló, ya basta de ser buena con Emily cuando ella solo me trata mal sin motivo.
Se me hace imposible apartar la mirada del cuchillo que oculta.
«¿Qué pensaba hacer con él?»
—Iba a matarte. Pero yo quiero vivir. Debemos salir de aquí ya mismo, esta niña no me da buena espina —por primera vez en mucho tiempo, estoy de acuerdo con esa loca voz.
Emily se fija en mi mirada poco discreta y responde:
—Estos árboles son excelentes para practicar el tiro al blanco.
—No confíes en tu hermana— las palabras de papá resuenan en mi cabeza como una alarma de vida o muerte que no pienso ignorar.
—Seguro que sí —le regalo mi sonrisa más falsa —Bueno, iré a la casa a desayunar. Nos vemos más tarde.
Comienzo a caminar pero ella se interpone en mi camino. No me gusta tener a Emily cerca mientras estamos en un lugar apartado, solas.
—¿Más tarde? ¿Irás a algún lugar?
—A la escuela, obviamente.
—Mamá no te dejará ir —arrugo mi ceño ya que sus palabras no tienen sentido —Nunca cruzamos los límites del campo protector. Esta es nuestra casa y escuela. Lo que quieras saber, lo aprenderás aquí.