Ámbar
¡Hoy es el gran día! Por fin veré a mi pelirrojo y a mi cuñado sudando, corriendo y pateando el balón en el campo de fútbol. Ambos capitanes de sus equipos, ambos delanteros y muy buenos jugadores —según la opinión de Neila, ella ha visto a su hermano jugar durante años, yo conozco a Peter desde que era pequeño y soy consciente de su talento en el fútbol—, con muchas ansias de ganar el partido ya que será el último de nuestro curso.
Neila y yo caminamos juntas entre el bullicio del pasillo de la escuela. Estamos en los últimos días de curso así que revisaremos nuestros lockers para tomar nuestros materiales, antes de ir al último ensayo de la coreografía que estrenaremos en el partido de fútbol en unas horas.
—No creo que haya funcionado. El profesor Brown me detesta, dudo mucho que me dé una segunda oportunidad.
—Yo sé lo que te digo —gira la llave en la cerradura de su locker hasta lograr abrirlo —Sí podrás hacer tu examen, solo debes hablar con él para acordar el día.
—Mmh. No estoy segura. Le caigo demasiado mal como para que tenga semejante acto de bondad conmigo.
—¿Estás dudando del poder de mi palabra? —se pone las manos en la cintura y me mira enojada.
—No he dicho eso. Simplemente creo imposible hacer el examen —digo rendida —Si hubieras visto como me habló aquella vez en la cafetería.
—Deberías creerme. Si te digo que harás el examen, es porque puedes hacerlo —la ayudo a guardar los libros en su mochila —El profesor Brown no es estúpido. No quiere tener la mandíbula rota.
—¿Mandíbula rota? No me digas que Drake... —ella asiente con la cabeza y me dedica una mirada tipo "es demasiado obvio" —Pero ¿cómo? ¿En qué momento? —indago alarmada, la actitud de Drake me está molestando, le encanta resolver todo a golpes, no me imagino al profesor Brown con el rostro destrozado por él —¿Por qué lo hizo?
—Cálmate, Aby —me dice a la vez que cierra la cremallera de su mochila —Dije que: el profesor Brown no quiere tener la mandíbula, no que ya la tenga destrozada.
—¿Lo juras? —ella me escanea de arriba a abajo como si buscara cuál es el tornillo que me falta —¿Juras que Drake no golpeó a Michael? Puedo resolver mis problemas yo sola, no es necesario tu hermano golpee a alguien cada vez que quiera defenderme.
—No te preocupes. Si Drake tiene que arrancarle la cabeza por ti, lo hará encantado —pienso quejarme pero no me lo permite —No te preocupes. Quien habló con el profesor de Matemáticas fui yo, no Drake.
—¿Sabes qué? No me gusta la violencia, se lo diré a Drake cuando llegue a casa — me agacho para atar los cordones desatados de mis zapatos —Además, si Drake no le pegó ¿por qué dices que el profe Brown no querría tener la mandíbula rota?
—Porque desde el día que le arranqué el cabello a Taylor... —prestaba atención a sus palabras mientras me ponía de pie cuando de repente siento un fuerte azote en el trasero.
Me volteo para ver quién fue el atrevido que me tocó y me encuentro nada más y nada menos que a Carlos, alias el macho alfa del colegio. Es el típico chico popular, el tipo que más foll*, el que se cree que todas las chicas caeremos rendidas en sus encantos, que somos trozos de carne ansiosas por abrirle las piernas.
—¿Quién te crees que eres para tocarme? —la bofetada que le doy elimina inmediatamente la sonrisa de su rostro.
Insisto, no me gusta la violencia. Fui bastante maltratada cuando era pequeña, así que no me gusta darle ese tipo de tratos a las personas, como dice esa frase popular no le hagas a nadie lo que no te gusta que te hagan a ti; pero este caso es la excepción. Él me tocó. Mi cuerpo es mi templo, nadie lo tocará sin mi consentimiento.
—¿Qué pasa, putit*? ¿No te gustó que te tocara? —se acerca a mí sonriendo otra vez, como si no le hubiera afectado mi bofetada —Que pena. Pensé que te gustarían mis caricias.
La forma de actuar de Carlos me recuerda muchísimo a ese tipo millonario que pretendía comprarme cuando estaba en el orfanato. Su forma de hablar, el modo en que me mira y su expresión facial me causan... repulsión.
—¿De qué rayos estás hablando? No me gusta nada que venga de ti.
—¿Eso crees? —me acorrala entre su cuerpo y la fila de lockers en mi espalda —No tuve esa impresión cuando te ví de la mano de ese hombre que te dobla la edad.
—Hazte a un lado —Neila se interpone entre nosotros —Vámonos, Aby —tira de mi mano para apartarnos de ese loco, para mi desgracia él me agarra por la otra muñeca y tira de esta, lo hace con tanta fuerza que mi cabeza termina golpeándose con los casilleros.
—Aún no terminamos de hablar.
—Déjala en paz, Carlos —mi amiga lo empuja, él le devuelve el gesto, las piernas Neila se enredan y termina en el suelo.
—¿Qué te pasa? ¿Eres estúpido? —bramo.
—¿Por qué tan desafiante, Ámbar? ¿Ese viejo con el que andas te ha enseñado ser así?
—No necesito que nadie me enseñe nada. Deja de entrometerte en mi vida.
—Esa boquita, Ámbar —acerca su cochina mano a mi rostro y la aparto con brusquedad.
—No me toques —es inútil que intente librarme de su agarre o ayudar a mi a amiga a levantarse, su fuerza es superior a la mía —Que me sueltes.
—¿Por qué no dejas de comportarte como si fueras una mojigata y actúas como la ramera que eres? —estos son los momentos en los que agradecería un poco de ayuda pero no la recibiré, de eso estoy segura, Carlos es un líder negativo, su voz es respetada en la escuela así que nadie intervendrá, todos le lanzan comentarios alentadores y desagradables para que continúe incomodándome —Estoy seguro que me podrías dar una buena mamad*. Aunque aún no comprendo qué estás haciendo con un anciano. No hay nada que él pueda enseñarte —la gente a nuestro alrededor continúan haciendo comentarios despectivos hacia mí, con sus celulares en la mano, tomando fotos del momento como su fuera un buen espectáculo —¿O es que te gusta que te foll** suavemente?