El Renacer del Fénix

Capítulo 43 “Antes de la tormenta”

Narrador Omnisciente

El pasado es irreversible.
Algunos errores son imperdonables, otros pueden ser olvidados con el paso de los años. Duele recordar. Es difícil de aceptar pero los errores más graves son aquellos que lastiman a nuestros seres queridos, los que marcan sus vidas para siempre.

Natalia desearía nunca haberle creído, no haberlo conocido. Tanto ella como Elijah sufren de maneras distintas la agonía de mantenerse alejados, de saber que la mayor afectada en su lío amoroso es su princesa inocente.

«Ojalá tuviera una máquina para regresar en el tiempo» piensa el rey de los demonios antes de apoderarse una wicca que ha cazado durante las últimas semanas.

Fue complicado. Las wiccas poseen varios símbolos protectores, poderes intuitivos y una coraza de odio y magia que las vuelven casi indestructibles.

Nada es imposible para el rey del Infierno. Si Natalia pensó que con un campo protector podría librarse de él, está muy equivocada.

Elijah penetra en la zona desprotegida en la que vive quien desearía que fuera su esposa. Su presencia en el lugar envía una señal de alerta a las mujeres que lo miran horrorizadas. La luz del Sol es sustituida por la penumbra que emite el demonio. Un olor putrefacto —típico de los cazadores de almas— invade las fosas nasales de las wiccas, varias sombras distorsionadas danzan en el césped que antes era verde, ahora se tiñe de un color grisáceo.

—Deja de esconderte. Vamos a hablar —exige de mala gana, detesta la idea de introducirse en el cuerpo de una mujer para lograr entrar en un terreno que no es suyo, habría preferido entrar con su forma natural —Fui muy paciente contigo, Natalia.

Sí que lo había sido. Corrió tras ella la noche que lo pilló en la cama con Aradia, en lugar de acorralarla con sus explicaciones baratas, le dió su espacio y "tiempo" para que procesara la información. Dos días después, se presentó en Dark Dynasty para pedirle perdón y rogarle que le permitiera formar parte de la vida de su bebé.
Ella se negó, como era de esperarse. Se convirtió en madre soltera —porque Elijah se lo permitió, no le arrebató a su hija para no hacerla sufrir—, se ocultó en vano y cubrió su corazón una áspera armadura de resentimiento.
Aunque continuó insistiendo, de cierta forma Elijah fue tolerante con ella.

—Dame otra oportunidad, Natalia. Juro que no te volveré a fallar —se acerca a grandes zancadas a la casita azul para golpear la puerta con un torrente de súplicas —Abre la puerta. Necesitamos hablar. Dame otra oportunidad —repite.

—Vete, por favor. No empeores las cosas entre nosotros —le pide Natalia con voz temblorosa, en el fondo de su corazón desearía darle otra oportunidad pero teme ser lastimada otra vez —Haz hecho suficiente, Elijah. Vete.

Emily permanece estupefacta por la reacción de su madre ante la vista inesperada de Elijah. Desde pequeña ya tenido muy claro —gracias a la influencia de su padre— el poder que ejerce el demonio sobre su madre. Por supuesto, una cosa es tener conocimiento al respecto y otra muy diferente es verlo con sus propios ojos.

—Abre la maldita puerta o la derribaré yo mismo —vuelve a gruñir.

Sin muchas opciones que elegir, no sin antes dedicarle una mirada de advertencia a su hija, Natalia abre la puerta para encontrar a un hombre con rasgos más maduros de los que recordaba.
Su barba no es muy espesa, tiene un color blanquecino que enmarca su mandíbula. Su rostro muestra pequeñas arrugas, apenas imperceptibles.

Ella siente que flaqueará, que derribará las barreras que la han protegido por las dudas que ejerce esa mirada enigmática que la cautivó una vez, la mirada que irrumpe en sus sueños cada noche.

—Hablemos afuera. No deberías estar aquí —toma su mano con firmeza y con un tirón sutil lo lleva al exterior de su zona de confort, fuera del campo protector.

Elijah retoma su forma demoníaca original, el cuerpo muerto de la wicca permanece en el césped fresco, oculto para los humanos a causa de un hechizo sus ojos, para los humanos que los rodean seguirá siendo un mortal como ellos.

—¿A qué has venido? ¿No es suficiente todo el daño que me has hecho?
—No quería que nada de esto sucediera —ella abre los ojos fingiendo sorpresa y muestra una sonrisa triste.

—¿Por qué me mentiste? —lo mira con atención antes de añadir: —No digas lo que ya sé. Tu compromiso con Aradia siempre ha sido más importante que nosotras ¿cierto? No podías dejar a tu familia en segundo lugar.

—Sé que lo que pasó fue mi culpa pero no niegues que me preocupé por ustedes.

—¡No lo hiciste! —intenta mentirse a sí misma para tranquilizar su consciencia, recuerda bien las miles de veces que Elijah la buscó, le pidió explicaciomes sobre su hija pero ella nunca se las dió —La crianza de Seth te mantuvo muy ocupado.
—Seth no es culpable de nada. No enredes más este asunto.

—Por tu culpa mi niña creció lejos de mí, sufriendo en un orfanato

—Tú fuiste negligente y egoísta al dejar que Cedric entrara en tu vida. Tú dejaste que se relacionara con Ámbar...

—Eres un...

Antes de que concluya su insulto, una horda de demonios descienden a la tierra, atacando a seres inocentes y sembrando caos por doquier.

Las llamas de fuego se esparcen por el césped, creando un incendio que arrasa con la flora y la fauna del Hyde Park. Las personas gritan con pánico a medida que intentan escapar de las garras de los demonios que se les acercan, el humo apenas les permite respirar y ver con claridad cada vez que dan un paso.

Elijah y Natalia deciden dejar sus diferencias a un lado para salvar a los desvalidos. Pocos son los que logran salir con vida del incendio, unos con más heridas que otros.

—¿Qué has hecho, Elijah? Los guiaste hasta nosotras —lo acusa la wicca mientras conjura hechizos que protegen a los que huyen —No debiste venir.

—No sabía que esto pasaría.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.