Drake
Mis sentidos están nublados por la resaca y el agua helada no hace más que intensificar la punzada en mi cráneo. Un escalofrío recorre mi espalda, cada fibra de mi cuerpo protesta.
—Despierta. No seas holgazán.
Es inútil que intente escapar de su agarre, en especial porque su edad es equivalente a su fuerza. El dolor comienza a mermar y mi boca continúa pronunciando quejas que crean burbujas en el agua.
—Veamos —Gael saca mi cabeza del lavabo, el aire gélido golpea mi rostro —¿Cuántos dedos tengo aquí?
—Cinco.
—No. Son tres —vuelve a tomar control de mi cabeza para continuar con este método anti-resaca.
«Mentiroso. Mi vista es borrosa pero estoy seguro de haber visto cinco dedos»
Está claro que le hace gracia este juego. A medida que me sumerjo, la presión del agua se intensifica, esta vez, la incomodidad es más soportable. Incluso, llega a ser relajante. Los cubos de hielo que hacen contacto con mi rostro me recuerdan las consecuencias de los excesos, y que es peor aún cuando tu padre te acompaña en la embriaguez.
«Serán tus estúpidos celos los que acaben con nuestra relación» las palabras de mi gatita siguen resonando en mi mente. Los arrebatos de posesividad que me suelen controlar, son innatos. Aunque lo intente, nunca podré respirar el mismo aire que Júpiter sin necesitar romperle la mandíbula.
«Es evidente que Ámbar jamás ha sentido celos. De lo contrario, me entendería»
—¿Ordenaste tus pensamientos o aún no estás listo para comportarte como un adulto? —empuja mi cabeza más al fondo.
Mi relación con Ámbar es una montaña rusa.
«Él no me juzga ni me señala con el dedo como tú lo hiciste» mi cerebro sigue jugando en mi contra. Me siento traicionado. ¿Tan difícil es entender eso?
—Estoy bien —digo cuando mi cabeza es extraída del agua —Gracias por la ayuda —añado, con un tono sarcástico que lo hace reír.
—De acuerdo. Arréglate —me examina cuidadosamente de arriba a abajo, hace un mohín de desagrado —Tu aspecto es deprimente.
—Si tanto te avergüenzo ¿qué haces aquí?
Luego de que Ámbar fuera tan directa al decirme cuanto adora a Júpiter, decidí salir del restaurante para pensar con la cabeza fría. En la escala de cabreo, mi enojo superaba el nivel superior. Como Gael desconoce el significado de la palabra "privacidad", mis planes de estar solo fueron sustituidos por una noche loca de padre e hijo.
Por suerte para ambos, disfrutamos nuestra dosis de relajación en "Shadow", bar exclusivo de el Refugio de los Híbridos. Todos nos conocen muy bien aquí, están muy agradecidos con nosotros. Son nuestra segunda familia.
—No tengo opción. Mi esposa no aceptará que llegue a casa sin su consentido —se mofa antes de salir azotando la puerta.
***
Mi cabello rubio gotea mientras termino de rasurar mi barba. Me coloco una toalla blanca alrededor de la cadera y me siento orgulloso del guapetón que muestra mi reflejo. Si hay algo que siempre le agradeceré a la genética de mis padres es este cuerpo macizo con el que nací.
Escucho unos gritos lejanos, aullidos lastimeros provenientes del exterior. Espero estar alucinando. Alguien golpea la puerta de la habitación con insistencia. Seguramente es Gael.
—Cuanto más te desesperes, más me tardaré —me seco el cabello pero él vuelve a azotar la puerta con impaciencia —Ya voy. Maldita sea.
En el momento en el que decido abrir la puerta de mala gana, esta es empujada por mi cautivadora ex-amante. Su mirada delata el deseo perenne que siente por mí. Mi cuerpo ya no reacciona ante su presencia. No me quejo, disfruté de sus servicios. Siempre supo satisfacerme y yo cumplí sus fantasías, una más exótica que la anterior.
Su belleza es propia de una vampiresa, su resistencia en batalla es digna del apellido licántropo que posee. La hermosa Katherine White.
Lo que alguna vez sentí por ella quedó en el pasado en el momento en que conocí a Ámbar.
—Una legión de dragones dorados nos están atacando y Darius parece apoyarlos —dice alarmada.
—No es posible. Dudo mucho que desafíen a mi abuelo.
—Si les importara la opinión de Gabriel no harían una masacre.
Los gritos feroces se intensifican. Allá afuera debe haber un caos.
—Nos quieren muertos —masculla formando una línea con los labios.
Está furiosa. Es comprensible. Al igual que los demás híbridos, ha permanecido oculta entre las sombras, huyendo sin rumbo fijo. Eso no es vivir, es sobrevivir, también cuenta como uno de los motivos por los que amo a mi chica. Por ser fuerte y seguir adelante, por su resiliencia.
***
Cuando Katherine entró alarmada en mi habitación me alertó del ataque que Darius parecía apoyar. Pero olvidó mencionar que los cobardes, tanto Eugin como los gobernantes del imperio oscuro, estuvieron ausentes durante la masacre. El cobarde solo amenaza cuando está a salvo.
Lo que antes fue un hogar seguro, se ha reducido a nada. El suelo está tenido de un líquido carmesí, cada vez son más los pequeños cuerpos que son descubiertos bajo los escombros, las madres permanecen de rodillas sin aceptar la pérdida de sus hijos. Los humanos huyen despavoridos a refugiarse en sus casas.
El Refugio de los híbridos se ha convertido en una carnicería: alas desgarradas —doradas y negras—, licántropos con la mirada apagada y vampiros degollados yacen a mis pies. Los mestizos a los que prometí cuidar con uñas y dientes, han sido rostizados, quemados a sangre fría por haber cometido el peor de los pecados según los preceptos de los Legendarios: haber nacido y concebir "aberraciones".
Aunque no debería generalizar. Solo nos atacaron los imperios traidores. Aún contamos con el apoyo de los dragones azules y los nuestros, por supuesto.
He perdido una buena parte de mi familia: primero los abuelos, ahora la mayoría de mis protegidos. vampiros disecados. Siento que les he fallado, que me fallé a mí mismo y defraudé a mi gatita.