Drake
Desde que nacemos tenemos la habilidad de volar. Antes de pronunciar nuestras primeras palabras, aprender a caminar o a reconocer a nuestros seres queridos, sabemos volar. Surcar el cielo es libertad, poder, lo que nos identifica de las demás criaturas. Ya no me siento pleno, inalcanzable.
Me volví nada cuando intenté atravesar una barrera mágica para salvar a mi chica.
Mis alas no son un juego o un medio para marcar territorio. Depende ellas la supervivencia de mi gatita.
Había un crepúsculo sombrío cuando llegué a Pendle Hill. Ahora hay una noche oscura sin Luna.
Gruño con molestia. La hora que invertí diciéndole improperios a Júpiter, fue tiempo que pudo haber aprovechado para llegar aquí. Es más obstinado que una mula. Los vampiros lo volvieron puré y probablemente se convierta en híbrido. Sus condiciones no eran las mejores así que le "pedí con mucha dulzura" que se quedara quieto en casa de Lilith.
—No te angusties. Estamos cerca —me dice mi cuñada wicca.
Decidió hacer a un lado sus diferencias con Asher y aceptar que él la trajera en su lomo, en lugar de ir con Brandon.
—Siento una fuerte presencia de magia.
Yo siento un dolor atroz en el pecho, como si un incendio se propagara en mi interior. La densidad del aire aumenta, cada movimiento de mis alas se vuelve una lucha desesperada contra la gravedad que me atrae hacia abajo. Me desestabilizo y caigo en picada. Dos lágrimas brotan de mis ojos escamosos. El impacto en el suelo es estruendoso.
Espero no haber caído encima de alguno de los licántropos que nos acompañan.
Retomo mi forma humana. Todo a mi alrededor pierde sentido. Mi corazón late más rápido de lo normal.
—Ámbar —la imagen de su rostro no se borra de mi mente —Ámbar.
Siento una lengua húmeda recorrer mis mejillas. Abro los ojos con agobio y con las manos aparto a Brandon. Me impide respirar bien.
—Ya sabes lo que pienso de tus demostraciones de afecto.
Él retrocede para darle espacio a Gael, no porque de verdad quisiera dejar de lamerme la cara. Me ayuda a levantarme y me pongo un jersey que encontró en el bosque. Como este sitio es territorio de licántropos, es común que hayan prendas de ropa por aquí.
—Aquí había un campo protector —nos grita Lilith desde la colina —Vengan.
Los licántropos están respáldandola, todos excepto Brandon. Él, Asher y Gael me miran con compasión, como si me hubiera ocurrido el peor de los males.
Comienzo a caminar hacia donde está Lilith. Necesito consolar a mi chica, abrazarla. Sé que me necesita.
Gael se interpone en mi camino. Típico de él.
—Llevo prisa. ¿Qué quieres?
—Ambos sabemos por qué te estrellaste en el suelo —empieza con su palabrería barata —Es difícil de aceptar pero podrás superarlo, hijo...
Hago oídos sordos a su discurso.
«No hay nada que superar. Nadie ha muerto»
El vínculo de las almas gemelas es tan especial que si alguno de los amantes muere, el otro sentirá la misma agonía. El vacío en mi pecho, la desesperación que me está volviendo loco...
No. Eso no pasará.
«No puedo perderla»
Llego al punto en el desde el que Lilith nos llamó. Me cuesta caminar. Mis músculos están tensos, listos para salir corriendo. Como si tuviera miedo de lo que pueda encontrarme pero a la vez quiero acercarme. Quiero rodearla con mis brazos, cubrirle el rostro de besos y decirle cuánto la amo...
Noto una mancha rojiza en la tierra. Me acuclillo para comprobar si es lo que estoy pensando. Paso mis dedos índice y corazón por el suelo que definitivamente está maldito. Mi olfato nunca me engaña. Hay un olor metálico, fresco mezclado con el aroma terroso.
«Ignora eso. La sangre no es suya»
Me pongo en pie para buscar a mi gatita. Su ausencia me está molestando más de lo que esperaba.
—Deberías esperar abajo... —Lilith, alias atravesada, aparece en mi campo de visión.
—Hazte a un lado.
Primero me dice que venga y ahora quiere que me vaya. Incoherente.
Pretendo acercarme al círculo que han formado los lobos alrededor de algo o alguien que les llamó la atención. No me gusta la expresión de tristeza de sus ojos, mucho menos sus aullidos suaves, lastimeros. Otra vez, Lilith juega con la poca paciencia que me queda.
—Lo digo en serio. Si Ámbar estuviera aquí ya la habríamos encontrado...
—¿Te mueves del medio o te moveré yo?
—¡Me apartaré en cuanto bajes la maldita colina! ¿Qué te cuesta hacer lo que te digo?
—¡Que te quites del medio, caraj*! —bramo exasperado y ella retrocede dos pasos por el susto.
—No desquites tu prepotencia con ella —Asher al rescate protege a la inmetible, la toma del brazo y la desaparece de mi vista.
Internamente me lamento de haberle gritado a Lilith porque ahora tendré que enfrentarme a la realidad.
Camino tres pasos hacia el grupo de licántropos.
Siento las gotas de sudor correr por mi frente.
Ellos se apartan, cabizbajos, para permitirme ver por qué se estaban lamentando.
El temblor de mis manos aumenta. La punzada de dolor regresa.
Ahí está. Mi Afrodita de cuerpo pequeño descansa en el suelo teñido de sangre, vistiendo un bañador de dos piezas cubierto de barro. Su rostro permanece impasible, los labios están separados como si dejaran escapar un suspiro. Se ve tan calmada, tan concentrada en conectar con la naturaleza, con el elemento tierra que me sentiré mal si la interrumpo.
De igual forma la despertaré. El silencio me está matando.
Me arrodillo a su lado y la zarandeo.
—Venga. Despierta. Es hora de volver a casa —no responde así que la agito con más fuerza, me enloquece no escuchar su voz —Despierta ya. Se terminó el descanso.
—Detente. No te sigas torturando —Gael me aleja de ella, como buen entrometido que es.
—Suéltame. ¿No ves que tengo que despertarla? Pescará un resfriado —me abraza imponiendo su fuerza, con un amor que nunca me había mostrado cuando era niño —Déjame. Estoy ocupado. Debo despertarla. Durmió demasiado.