Drake
Realidad dice. Es el colmo que un niñato quiera enseñarme lo que debo asimilar. Debí dejar que los vampiros lo tomaran como cenaran. Me servía más estando muerto.
El camino de regreso a casa es más corto que el de ida a Dark Dynasty. Pensar que perdí mi tiempo con Júpiter es peor que las patadas en los huev** que solía darme Ámbar.
Dios... Cuanto extraño sus patadas. Daría todo porque me golpeara ahora mismo, por verla defender a los pulgosos de Asher como si fueran sus hijos.
Me causa mayor impotencia saber que no existe algún hechizo o leyenda que me garantice que puede revivir. Lilith me diría si existiera esa posibilidad. No le agrado —ni ella a mí— pero tampoco me detesta tanto como para ocultar información sobre un tema tan importante.
Hacer eso sería típico de alguien como Natalia, o tal vez...
¿Ámbar tenía una hermana? El día que la llevé al aquelarre de su madre, ví a una pelirizada observandonos desde la ventana. No le presté mucha atención pero mi vista no falla, ella es parecida a mi chica.
Llego a casa con pesadumbre. Siento un hormigueo en mis brazos descubiertos, acompañado de un aire más frío de lo normal.
Abro la puerta principal y de inmediato soy recibido por los gritos histéricos de Natalia.
—No quiero escuchar más excusas. Exijo ver el cuerpo de mi hija.
—Natalia, por favor, intenta mantener la calma —mamá cumple su labor de pacifista —Todos estamos igual de dolidos por la muerte de Ámbar...
Muerte. Es extraño. Esa palabra solo tuvo un gran peso en mi vida cuando perdí a los abuelos. Matar siempre ha sido un placer pero perder a uno de los míos es tan... inaceptable.
—No. No compares tu dolor con el mío —a medida que me acerco al comedor los gritos de Natalia se escuchan más fuertes, dos lágrimas falsas salen de sus ojos, no creo en ninguna de las emociones de esta mujer —Tú no perdiste a ninguno de tus hijos.
Me quedo quieto tras una pared para evitar que cierta persona me vea. No estoy de humor para aguantar otro show como el que me dió el día que mi gatita desapareció.
—Tranquila. De este modo no resolveremos nada —le dice un hombre de aproximadamente la edad de Gael, la toma de la mano con gran confianza.
No sabía que mi suegra tuviera pareja.
—No me pienso tranquilizar —pasa de ser un tierno hamster a convertirse en una loba feroz —Tienes a tus tres hijos, Rebecca —la boca de mamá forma una "o", el argumento de Natalia la tomó desprevenida y no sabe que decir —La rubita, el más pequeño y Drake están contigo. Yo he perdido a mis dos hijas.
—¿Qué quiere esta señora? ¿Que hubiera muerto yo en lugar de Ámbar? —dice el lengua larga de Asher.
Neila lo pide que se calle y él se va a su habitación a hacer lo que mejor se le da: jugar con su consola. Gael, Neila y Brandon le piden a nuestros invitados que se retiren a sus respectivas habitaciones ya que por voluntad propia no pretenden hacerlo. Son muy chismosos estos híbridos.
—¿A qué te refieres con que las perdiste a ambas? Pensé que tu otra hija estaba contigo —indaga mamá preocupada. Su nivel de sensibilidad es envidiable.
Natalia rompe a llorar, como si su fibra frágil hubiera sido tocada por mamá.
—Nosotros también creímos eso pero lo más probable es que haya escapado cuando los demonios nos atacaron —plantea el que vendría siendo el segundo padrastro de mi gatita.
Todo lo que escucho son palabras sin importancia. Me da igual que Natalia esté sufrida y tenga brotes de maternidad, que su hija haya desaparecido o que una horda de demonios haya destruido su aquelarre y el Hyde Park.
Mi "Drake interior" me ruega que regrese al sitio del que no debí irme: junto a Ámbar. No puedo dejarla un minuto más sola. Mi habitación es demasiado inmensa para ella.
Brandon me pilla cuando retrocedo. Me dice algo sobre irme, ¿no subir a mi habitación?, no lo entiendo por completo. De cualquier forma camino hacia la salida. Pretendo salir sin hacerme notar y escalar por las paredes hasta llegar a mi dormitorio. Solo debo abrir la puerta y...
—¿Drake, estás "juando" a las escondidas? —dice una vocecilla infantil a mis espaldas.
Me volteo para ver a un enano que apenas me llega al muslo. Es Alex, el hermano pequeño de Mila. Está cubierto de lodo y hojas secas, incluso su rostro y cabello están sucios, no parece importarle.
—Sí. Estoy jugando pero no puedes hacer ruido si no quieres que nos descubran.
—¡Que guay! —chilla a alto volumen, me acerco a él para taparle la boca.
—Shhh.
Asiente con la cabeza y quito mi mano de su boca. Lo escaneo de arriba a abajo. Tiene unos ojazos negros que gritan peligro. A la vez me causa ternura. El cabello hecho un nido de pájaros, sus cachetes redondos, su manera graciosa de hurgarse la nariz, incluso los pies descalzos que mancharon el piso me hacen sentir pequeño. Su inocencia me recuerda el niño que fui antes.
—¿De quién nos "escodenos"?
Piensa, Drake. Piensa.
Nos acomodamos detrás de la pared, Alex con una sonrisa de oreja a oreja y yo desesperado por deshacerme de él. Veo a todos lados hasta que en mi campo de visión aparece...
—¿Sabes quiénes son Hansel y Gretel?
—¿Los niños que se "piedren" en el bosque y encuentran una casita de chocorato? —si abre los ojos un poco más, se le saldrán caminado —Sí, sí. Me "canta" ese cuento. Es mi "fabrito".
Se me escapa una sonrisa ante su intento de decir "favorito".
—Bueno, te diré un secreto. La bruja mala que se comió a esos niños está aquí —le señalo a la señora.
—¿La mujer de cabello alborotado es la "buja" mala? —hace una mueca, arruga la frente y junta las cejas.
Necesito más credibilidad. No. Necesito que se crea lo que le estoy diciendo y me deje de una vez.
—Así es. Si nos pilla nos cortará en trocitos y nos pondrá en su sopa como un ingrediente especial.