Narrador Omnisciente
Tres semanas después...
El Big Ben está destruido. Está marcado por grietas profundas y escombros esparcidos a su alrededor. El reloj que antes marcaba la hora con precisión, ahora está detenido señalando la hora maldita. Los autos tienen marcas de las patas de dragones en el techo, los cristales fragmentados reflejan el rojo carmesí de las calles desiertas. Los carteles de neón parpadean intermitentemente, añadiendo un toque surrealista a la ciudad. Los edificios consumidos por las llamas, desprenden un humo denso que dificulta la respiración de los pocos niños que se ocultan entre los destrozos de lo que alguna vez consideraron su hogar.
Por un lado están los ángeles caídos con atuendos góticos. Mueven sus alas de fuego a través de las sombras para atacar por la espalda a sus contrincantes. Para defenderse, utilizan sus espadas fundidas en los volcanes del Infierno, moviéndose con agilidad.
Frente a ellos se encuentran los seguidores de Aradia. Hacen uso de su vista aguda para ser certeros en el momento de enterrar sus garras en el torso de sus oponentes. El sonido del choque entre sus cuerpos resuena en medio del caos. El aire está impregnado de un hedor a azufre y humo, el pavimento tiembla bajo el peso de las coaliciones demoníacas.
Eleister toma autobuses —o lo que queda de ellos— para lanzarlos a aquellos que acompañan a Elijah. Esquiva ataques, trepa por los edificios para emboscarlos por sorpresa, se balancea en los cables eléctricos para lanzar patadas, sacar provecho de su colosal tamaño, fuerza y todo aquello que le rodea. Sin embargo, nunca roza ni por casualidad a su hermano. Puede ser considerado un traidor de marca mayor, idólatra, hipócrita, un faltó de carácter por ser incapaz de negarle hasta lo más mínimo a la mujer que ama; pero jamás lastimaría a Elijah —al menos no físicamente—. Incluso si sus padres deciden darle la espalda, seguirán compartiendo sangre. Es algo imposible de cambiar.
Elijah tampoco pretende herirlo. Es su hermano pequeño. El niño de ojazos azules con el que compartía sus juguetes, con quien se sentaba a la mesa todos los días, aquel al que enseñó a no temerle a la oscuridad, a correr siempre a sus brazos para sentirse acompañado, amado.
«Cuando éramos niños, te defendía de los mayores. Ahora soy yo quien debe cuidarse de ti» Elijah inicia su propia tortura mental. Por un instante, se oculta tras un taxi para tomar un respiro. Sangre negra brota desde su frente. Se siente desorientado, humillado. Los cuernos son importantes para los demonios. Son símbolos de poder, representan el linaje al que darán continuidad. Sin cuernos no son nada, y no me refiero a los que le puso Aradia bajo su propio techo.
«Te amo aunque no lo parezca. Te amo tanto que mantengo mi boca cerrada cuando Seth te llama "papá"» el pecho de Eleister se oprime. Cuánto daría por poder decirle esas palabras a su hermano. No logra verlo pero puede sentir su dolor.
Aradia no disfrutará, en su larguísima vida, satisfacción superior a la que siente ahora mismo. Logró separar a dos hermanos tal como lo hizo con Natalia y sus hijas, aunque sea ella quien esté lejos de su unigénito, el picarón de Seth.
Él fue inteligente cuando eligió proteger a "su" familia por encima de sus dos padres y su falda madre. Cuando de conflictos familiares se trata, es preferible mantenerse en una posición neutra.
Al fin y al cabo, cada decisión que se toma en la guerra, vale oro pero todos las opciones conducen a un mismo destino: una mujer.
¿Qué es lo peor que puede pasar? Fue gracias a una mujer que ardió Troya, es el turno de Aradia de ser la tea incendiaria que vuelva cenizas toda la humanidad.
***
Drake debería hacerle frente a sus problemas, o más bien al "problema". Cuando Rebecca le sugirió dar un paseo por la cripta D'Angelo no se refería a que sumergiera su cabeza entre las pláticas acerca de las pláticas acerca de la guerra, las estrategias de lucha son cosas de Gael y Gabriel. Él debería arrodillarse junto a la lápida de Ámbar y decirle al menos un "hola", aunque parezca absurdo. Al contrario, ha decidido meter la cucharita donde no lo llaman porque siente que es el máximo responsable de la muerte de su gatita.
Mencionar la se ha vuelto un tema tabú.
—Reforzaremos la seguridad de las manadas con nuestros sistemas automatizados —afirma el nuevo rey. Fue un proceso apresurado y sin mucho protocolo pero Drake logró ascender al trono —Algunas de nuestras wiccas más poderosas y los híbridos con mayor experiencia en batalla, apoyarán en la defensa de Dark Dynasty.
—Me parece bien. Pondremos cinco cámaras inteligentes con verbena en cada casa —Brandon apoya el criterio de su amigo —Podemos compartir algunos alimentos de la reserva de Everblood Empire.
—Podríamos organizar clases de baile para los niños. Es importante mantenerlos distraídos en situaciones como estas —chilla Neila con emoción.
Su amor por los niños ha aumentado desde que se volvió la niñera del pequeño Alex.
—No te preocupes. Cuando esté ajetreo termine prometo hacerte muchos cachorros para que les enseñes a bailar —Brandon le pellizca un muslo por debajo de la mesa, ella le da un manotazo.
Drake se remueve incómodo en su asiento. Es triste escuchar como los demás hacen planes de parejas. Él debe conformarse con soñar.
—Entonces, ¿qué pasará cuando perdamos de vista a alguno de esos chiquillos? —Asher se mofa de la idea de su hermana —¿Se defenderán bailando salsa o harán una porra para mantenerse animados?
—¿Se te ocurre algo mejor? —Neila se cruza de brazos, observa a su hermano con seriedad.
—Enséñales defensa personal. Oh, espera. ¿Cómo podrías hacer eso cuando fuiste incapaz de quedarte de pie el día que te pateé el abdomen? —se vanaglorea de su triunfo.
Unos días atrás, Asher se ofreció voluntariamente para ser el entrenador personal de Neila cuando su padre no pudo hacerlelo. Con Drake no se podía contar porque andaba en su nebulosa, Gabriel desborda delicadeza —nótese el sarcasmo—, y con Brandon ni se diga. Se vuelve un queso cuando de su conejita se trata.
Sin querer, Asher la pateó con tanta fuerza que cayó al suelo retorciéndose de dolor, con un moretón que hasta hoy le molesta. Como venganza, una noche después Neila intentó empujarlo por las escaleras, forcejearon y ambos cayeron escalones abajo. Cosas de hermanos.