El Renacer del Fénix

Epílogo

Dos años después...

Veinticuatro de octubre

Ámbar

El espejo es el peor enemigo de una mujer embarazada. Aunque disfruto vestir ropas anchas, el suéter ajustado que me probé como un vestido me ha defraudado. Lo único que tiene de atractivo este vestido es que me deja la mitad de los muslos descubiertos.

Me volteo hacia la izquierda para ver si la prenda se acentúa un poco a la curva de mis nalgas. Para mi desgracia pasa lo contrario. Da la impresión de que no tengo trasero.

-Así estás hermosa. ¿Quieres bajar de una vez? -el reflejo de Drake se proyecta en el espejo.

-¿Me veo plana? -lo miro atenta a su respuesta.

Se acerca a mí con esa sonrisa oscura que me encanta.

-Mira al espejo - hago lo que dice porque el embarazo me ha vuelto sumisa -Te has vuelto tetas y mucho cul*. La palabra "plana" no tiene nada que ver contigo.

-Entonces ¿estoy gorda?

Aparto sus manos de mi cuerpo voluminoso, me volteo y miro sus gemas esmeraldas esperando una respuesta. Él se acaricia el puente de la nariz, inhala y exhala varias veces. Murmura un "esto no terminará bien".

-Gatita, estás bella. Ni gorda ni plana. Estás en forma.

-¿Quieres decir que antes del embarazo mi cuerpo carecía de curvas? -camino hacia el closet para buscar un vestido que se amolde mejor a mi figura.

-Claro que no. Antes eras más delgada pero atributos no te faltaban -escucho su argumento mal elaborado mientras me desnudo.

Me pongo el mini vestido acampanado que me obsequió Neila. El cuello de la prenda es tan pronunciado que deja parte de mi pecho al descubierto. Me inclino para tomar las sandalias que están junto a la cama pero Drake termina ayudándome.

-Siéntate, anda -da unos golpecitos en la cama. No sé si son las hormonas, lo guapo que se ve arrodillado o si ha tenido este poder sobre mí con solo mirarme, pero lo obedezco como una tonta.

-"Baja de una vez, siéntate, no hagas esfuerzos, pídeme lo que quieras, duerme bastante" -ennumero con los dedos cada orden suya -¿Soy tu mascota? Solo te falta ponerme una correa.

Es la verdad. Desde que supimos que que espero a nuestros bebés, no me ha quitado un ojo de encima. Se asegura de que me alimente según mis estrictos horarios, que mi dieta sea variada, que todo a mi alrededor esté limpio, silencioso y ordenado. No se queja cuando lo despierto a mitad de la noche como perra en celo o cuando estoy hambrienta. Incluso renovó mi armario con ayuda de mi suegra y mi querida amiga. Es un Sol.

No dudo que será un gran padre pero se ha vuelto una obsesión acompañarme cada minuto que respiro.

-La correa la llevas en el dedo, gatita -su sonrisa ladina me hace evadir su mirada con vergüenza, miro mi alianza plateada.

Masajea mi pie, hace movimientos circulares y suaves, hace presión en mis talones tal como me gusta.

-Estoy embarazada, no inválida -finjo molestia.

-¿Te incomoda que te cuide? -me concluye el masaje de mi pie izquierdo, me coloca una sandalia y procede a mimar mi otro pie.

-Me gustaría meditar en el jardín -afirmo con seriedad. Está apunto de responder cuando me le adelanto: -Sola. Nadie me va a secuestrar, Drake.

-Quiero aprender a meditar. ¿Me enseñas? -me hace cosquillas en la planta del pie. Juego sucio.

Es inevitable contener mis carcajadas. Con él, un momento de hostilidad se olvida fácilmente. Se ríe a la par, como si fuera él quien es atacado con cosquillas. Me dejo caer en nuestro lecho matrimonial. Río hasta que me duelen las mejillas y se me escapan las lágrimas.

***
-Vamos a abrir este -Asher toma una caja mediana que parece pesada -Pesa bastante. Drake tiene razón cuando te sobreprotege -sacude la caja repetidas veces -Aquí dentro puede haber una bomba nuclear. Recuerda que la alianza de paz solo durará cinco años.

Pongo los ojos en blanco.

En parte tiene razón. Cuando resucité la Tercera Guerra Mundial estaba en su mayor auge. Jamás en mi vida había visto tanta sangre derramada, cráneos y corazones esparcidos por el suelo. Los gritos quedaron grabados en mi memoria. Por obvias razones -o por mi terquedad- casi muero intentando ayudar a Drake.

Lo irónico es que fue Eugin quien intentó estrangularme.
Confié en él. Es por personas como él, como papá, mamá, Aradia y uno de mis nuevos parientes: Eleister, hermano de papá; que debes permanecer alerta las veinticuatro hiras del día. Nunca sabes con cuál mentira se acercarán a ti.

Por otro lado, duele aceptar que las palabras de Asher se cumplan. La alianza que se estableció tres meses atrás con todas las especies no puede durar solo cinco años.Tomamos un receso de la guerra porque a nadie le conviene que destruyamos los sistemas de defensa con IA que nos llegaron los humanos.

-Deja eso, Asher. Los regalos son para Ámbar, no para ti -lo regaña Lilith. Ella es su madre y esposa.

-Estoy ayudándola, pequeña. Recuerda que es mi cuñada -le deshace el nudo del listón dorado -No te molesta que esté aquí ¿cierto?

-Claro que no, hombre -hago un gesto de despreocupación con la mano -A mí me encanta que revises los obsequios de mis hijos por "motivos de seguridad".

-Lo ves. Soy su cuñado favorito -afirma con orgullo, desenvuelve el regalo con cuidado y coloca el papel a un lado, doblado. Sabe cómo es de insoportable su hermano con el desorden.

-Lo que tú digas -se levanta del suelo y estira la alfombra -Iré a ayudar en la cocina. ¿Necesitas que te traiga algo? ¿Tienes hambre? -se preocupa por mí.

Todos aquí son súper atentos conmigo. Están pendientes hasta del más absurdo berrinche. Los amo un montón.

-Agradecería si me traes un bol de fresas con chocolate, porfa.

-Vale. Ahora vuelvo.

-Espera, pequeña -Asher le toma una muñeca antes de que se marche -¿No me preguntas si tengo hambre?

-Comiste tres raciones enteras de cereal antes de llegar aquí. No puedes estar hambriento -dice escandalizada.




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