El Renacimiento del Rey

"Siete años de silencio"

En el continente de Velkanis, un vasto terreno que se extiende desde las áridas llanuras del norte hasta las selvas misteriosas del sur, los reinos se hallan divididos por intrincadas luchas de poder, pero todos se ven unidos bajo el dominio del Imperio Drakarn. El emperador Drakar IV, un hombre de inmenso poder político y militar, sostiene las riendas de un imperio que ha conquistado vastas tierras, mas su ojo no alcanza a vigilar todos los rincones. El sol siempre parece brillar sobre el trono de Drakarn, pero las sombras se extienden más rápido de lo que él podría imaginar.
Este mundo no es de magia pura, sino de una magia selectiva: solo aquellos con la bendición de los Ancestros, llamados Portadores de Aura, poseen el don de la magia. Los nobles y los guerreros más poderosos disfrutan de este privilegio, mientras que el resto de la población vive ajeno a las maravillas que los elegidos pueden realizar. Las artes marciales, con una mezcla de combate físico y control de aura, son el arte que define el rango social. Los caballeros, aunque poderosos, no tienen acceso a magia, pero su destreza en combate es indiscutible.
"Durante los últimos siete años, he aprendido a jugar con la máscara de un niño inocente, mientras el mundo revelaba lentamente sus secretos."
Desde el momento en que mi alma despertó en este nuevo cuerpo, la vida había seguido un curso sin mayores alteraciones. La nobleza me había recibido, no como un simple huérfano, sino como el hijo que había sido dado a los dioses. Aurelio, así me llamaban, pero dentro de mí, lo único que resonaba era el eco de Vorgath, el antiguo rey tirano que conocía cada rincón de la oscuridad humana.
A mis siete años, no era un niño común. Mi mente, ágil como el filo de una espada, procesaba información a una velocidad desconcertante. Aprendí de historia, economía, esgrima, y sobre todo, del poder de este mundo, con una rapidez que desconcertaba a mis maestros. Lady Lirien me enseñó a controlar mi aura, esa extraña energía que parecía fluir dentro de mí, dándome una conexión más profunda con la naturaleza que cualquier otro ser humano.
—Tu aura es más poderosa de lo que imaginas, Aurelio. Es como si el viento mismo respondiera a tus deseos —me decía ella con una sonrisa de complicidad.
Pero Lord Arin, mi otro padre, un hombre de carácter férreo, me entrenó en las artes del combate físico. En sus ojos, veía una fría preocupación, como si deseara prepararme para algo más que una vida tranquila.
—Un guerrero debe ser más que un noble. Debe ser un líder. Debe tener el control —me decía, mientras me mostraba una y otra vez el arte de la espada, la lucha sin piedad.
Mi entrenamiento nunca cesó, y con cada día que pasaba, me convertía en algo más que un niño prodigio. La gente me veía como el futuro de los Drakarn, el heredero potencial, y mi destino parecía estar sellado. Sin embargo, mientras me formaba en todas estas disciplinas, una pregunta persistía en mi mente: ¿por qué reencarné en este cuerpo?
Mis padres me amaban, sí, pero no dejaban de ser nobles. Serios. Tiranos, por momentos. Su afecto era rígido, condicionado por el respeto a las tradiciones, por el miedo al qué dirán, por las expectativas del Imperio. Aunque me criaron como su hijo, sabía que nunca seríamos iguales.
Pasaron los años, y mis habilidades crecían. En secreto, estudiaba viejos grimorios que encontraba en las bibliotecas del castillo. Magia, encantamientos, historia prohibida. Me sumergí en el conocimiento arcano, buscando respuestas, buscando pistas sobre mi reencarnación, sobre el poder que despertaba en mí.
Me había dado cuenta de que no era un niño común. Mis padres no sabían que mi aura estaba más allá de lo que ellos comprendían. En ocasiones, sentía que mi poder podría superar el de muchos nobles de este mundo, pero me mantenía en silencio, jugando el papel de un niño gentil y obediente.
Todo parecía continuar sin sobresaltos, hasta aquella tarde. Mi vida cambió de la forma más inesperada.
La tragedia ocurrió sin previo aviso.
Era una noche tranquila, casi cálida. Los sirvientes se apresuraban a preparar la fiesta de la nobleza, mientras mi familia se preparaba para recibir a los dignatarios. Nadie podía prever lo que sucedería.
Una traición interna. En un abrir y cerrar de ojos, estaba rodeado. El palacio entero estaba en caos. Me arrojaron un saco sobre la cabeza. Los gritos se apagaron al instante. La oscuridad me abrazó, y una sensación de impotencia me invadió. No podía ver, no podía moverse.
La última imagen antes de caer en un vacío completo fue la de Lady Lirien, de pie frente a mi cuarto, con una expresión de dolor y terror en su rostro.
No entendía. ¿Cómo? ¿Por qué?
Mi vida, que había transcurrido como un plan perfecto, fue arrebatada en un instante.



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En el texto hay: fantasia, renacimiento, antiheroe

Editado: 11.05.2025

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