El Renacimiento del Rey

El Nacimiento del Dolor – Parte II

“Yo formo la luz y creo las tinieblas, hago la paz y creo la adversidad. Yo, el Señor, hago todas estas cosas.”
—Isaías 45:7
El que devora la luz no fue creado por error, sino por designio.
Porque incluso la oscuridad tiene un propósito.
La niebla no descendió. Se alzó.
Como si la tierra misma susurrara secretos que no debían llegar al cielo. Y cuando emergió del núcleo del laberinto —silencioso, informe, inevitable—, el Devorador de Luz no hizo un solo sonido.
No necesitaba hablar. El mundo ya lo había sentido llegar.
Su forma era la negación misma de la existencia: un vacío con brazos, una ausencia que caminaba, una herida en la realidad que se movía con la gracia letal de un danzarín. Donde debería haber estado su rostro, solo había una oscuridad que dolía contemplar, como mirar el sol al revés.
Kai retrocedió dos pasos, el sudor helándosele en la frente.
—¿Qué clase de broma macabra es esto? —murmuró, su voz quebrándose como cristal bajo presión—. ¿De verdad tenemos que pelear contra "eso"?
Marcus apretó su espada hasta que los nudillos se le pusieron blancos como hueso mondado.
—No es una broma —gruñó, su voz ronca como piedra contra piedra—. Es una pesadilla que respira.
Amelia tensó la cuerda de su arco, pero sus manos temblaban imperceptiblemente. Una flecha ya descansaba entre sus dedos, pero su punta no encontraba objetivo.
—No puedo... no puedo apuntarle —susurró, frustración y miedo luchando en su garganta—. Es como intentar disparar a una sombra que no existe.
Thane alzó su martillo como si fuera un talismán contra el mal, el metal reflejando una luz que parecía apagarse al acercarse a la criatura.
—He aplastado dragones, he roto montañas... —murmuró, pero su voz carecía de su arrogancia habitual—. Pero esto... esto es diferente.
Elena, con su brazo aún en cabestrillo, tembló sin saber por qué. Una náusea extraña le subía por la garganta.
—¿Qué... qué es eso? —preguntó, su voz apenas un hilo de sonido—. Siento como si me fuera a desplomar solo de mirarlo.
Selene, siempre firme como roca, dio un paso hacia atrás por primera vez en su vida.
—Es hambre —dijo con voz plana, pero sus ojos delataban una comprensión terrible—. Hambre pura. Y estamos en el menú.
Lira se había quedado paralizada, sus bastones eléctricos chisporroteando débilmente en sus manos.
—La electricidad... se está apagando —susurró, incrédula—. Como si "esa cosa" se la estuviera comiendo.
Viktor, apoyándose en su lanza herida, escupió sangre al suelo.
—He visto demonios en las guerras fronterizas —murmuró—. Pero esto no es un demonio. Es algo peor. Es la ausencia de todo lo que importa.
Y entonces todo se volvió silencio.
No el silencio de la calma, sino el silencio de la muerte. El Silencio del Vacío cayó como una manta húmeda sobre el campo de batalla. Las voces se distorsionaron, las órdenes se perdieron en el aire como ecos que nunca encontraron su origen.
Marcus intentó gritar una orden táctica:
—¡Formación en cruz! ¡Elena ,Viktor y zara a los flancos!
Pero lo que llegó a los oídos de sus compañeros fue un murmullo ininteligible, como palabras dichas bajo el agua.
—¡¿Qué dijiste?! —gritó Elena, pero su propia voz sonaba lejana, extraña, como si proviniera de otra persona.
—¡No puedo escuchar nada! —bramó Thane, golpeando el suelo con frustración—. ¡Es como si estuviéramos en una tumba silenciosa!
La percepción se alteró como un espejo roto. El Devorador parecía estar en tres lugares a la vez. Su forma se desdoblaba, temblaba, se multiplicaba y volvía a fundirse. Cada movimiento era una ilusión dentro de otra ilusión.
Kai giró desesperadamente, buscando el verdadero objetivo.
—¡¿Dónde está?! ¡¿Cuál es el real?! —Su voz se quebró con pánico—. ¡Es como intentar pelear contra mi propia sombra!
Amelia apuntó hacia una de las formas, disparó, y la flecha atravesó el aire vacío.
—¡Maldita sea! —gruñó, ya cargando otra flecha—. ¡Es imposible acertar a algo que no existe!.
Selene atacó primero, porque Selene siempre atacaba primero.
Su katana cortó el aire en un arco perfecto, la hoja brillando como plata líquida bajo la luz distorsionada. Pero la hoja pasó a través de una forma que se disolvió como humo.
—Imposible —murmuró, retrocediendo con la gracia de una felina—. Mi espada no puede cortar lo que no tiene sustancia.
Kai lanzó una tormenta de cuchillas mágicas hacia donde creía que estaba la criatura, cada proyectil brillando con energía azulada.
—¡Toma esto, demonio sin rostro! —gritó, pero las cuchillas pasaron a través del vacío y se estrellaron contra las rocas—. ¡¿Cómo se supone que matemos algo que no está ahí?!
Marcus rugió una orden que nadie pudo escuchar:
—¡Coordinen los ataques! ¡Cubran todas las posiciones!
Pero sus palabras se perdieron en el Silencio del Vacío, y cada guerrero luchaba en su propia burbuja de aislamiento acústico.
Fue entonces cuando el Devorador contraatacó.
No con ruido, sino con ausencia. Sus tentáculos de sombra se extendieron como extensiones de su voluntad, moviéndose con la fluidez del agua y la precisión de una espada. El primer tentáculo envolvió el tobillo de Lira.
—¡Algo me tiene! —gritó, pero su voz sonó como un eco distante—. ¡No puedo... no puedo moverme!
El tentáculo no la apretaba. La "vaciaba". Lira sintió como su energía vital se drenaba gota a gota, como si le estuvieran extrayendo la sangre con una jeringa invisible.
—Se siente... se siente como si me estuviera muriendo lentamente —murmuró, sus ojos perdiendo brillo—. Como si me hubieran abierto una herida en el alma.
Aurelio reaccionó instintivamente, su aura dorada flameando como el sol al amanecer.
—¡Suéltala, abominación! —rugió, y esta vez su voz cortó a través del silencio como una espada de luz.
Su espada encontró el tentáculo y lo cortó limpiamente. La extremidad sombría se disolvió con un siseo, pero inmediatamente brotaron dos más en su lugar.
Lira cayó al suelo, jadeando.
—Gracias... pero mi energía... está casi vacía —balbuceó, temblando—. Esa cosa... me bebió como si fuera un vaso de agua.
El Devorador se movió entonces con una gracia que desafiaba toda lógica. Sus movimientos eran fluidos como agua, precisos como bisturí, silenciosos como la muerte misma. Cada postura era una obra de arte oscura, cada golpe un verso en el poema de la destrucción.
Se deslizó hacia Thane con pasos que no produjeron sonido.
Thane alzó su martillo para bloquearlo, pero el Devorador esquivó con un movimiento circular que parecía desafiar la gravedad. Su puño —si es que se le podía llamar puño a esa extensión de vacío— impactó en el pecho de Thane.
El sonido fue el de un susurro, pero el impacto fue el de un rayo.
Thane voló hacia atrás, estrellándose contra una pared de piedra. Su coraza se agrietó como cáscara de huevo.
—¡Por todos los demonios! —escupió sangre—. ¡Golpea como si fuera la mismísima muerte! ¡No sentí que me tocara, pero es como si un tren me hubiera atropellado!
Marcus cargó desde el flanco izquierdo, su espada envuelta en llamas rojas.
—¡Esta vez te tengo! —rugió.
Pero el Devorador se giró en una pirueta imposible, sus brazos moviéndose en patrones hipnóticos. Uno de sus tentáculos bloqueó el ataque de Marcus, mientras otro se enroscó alrededor de su muñeca.
—¡Marcus! —gritó Elena, intentando ayudar, pero su propio brazo herido la traicionó.
Marcus sintió el mismo vacío que había experimentado Lira. Su fuerza se drenaba como agua por un colador roto.
—No... no puedo... —murmuró, sus piernas temblando—. Es como si me estuviera bebiendo por completo.
Aurelio apareció como un meteoro dorado, su espada cortando el tentáculo que sujetaba a Marcus.
—¡Manténganse alejados de sus tentáculos! —gritó—. ¡No pueden tocarlos directamente!
Pero el Devorador ya había aprendido. Sus movimientos se adaptaron, se volvieron más complejos. Era como si cada intercambio lo hiciera más letal.
Desde lo alto del coloso, Daemon y Darius observaban con la tranquilidad de ajedrecistas estudiando un tablero. El humo y la niebla envolvían la escena como un escenario maldito, pero sus ojos lo veían todo con claridad cristalina.
Daemon se recostó contra el lomo de la bestia, sus brazos cruzados con elegancia casual.
—Está funcionando mejor de lo esperado —murmuró, sin rastro de emoción en su voz—. Mira cómo Aurelio siente la presión. Su energía emocional comienza a fluctuar como una llama en la tormenta.
Darius tocaba una gema flotante con su dedo índice, observando las ondas de energía que emanaban del campo de batalla.
—¿Crees que reaccionará con violencia o con miedo? —preguntó, con curiosidad académica.
—Violencia —respondió Daemon, una sonrisa fría curvando sus labios—. Siempre elige la violencia cuando se siente acorralado. Es tan predecible como el amanecer.
—Pero aún no ha llegado al punto de quiebre —observó Darius, estudiando los patrones de luz en la gema—. Para eso... se necesita más dolor. Dolor que corte más profundo que la carne.
Daemon asintió, sus ojos brillando con una anticipación siniestra.
—Entonces dejemos que el dolor lo esculpa. Como un artista tallando mármol, golpe a golpe, hasta que solo quede la forma que deseamos.
En el campo de batalla, la situación se deterioraba como una sinfonía cayendo en disonancia.
Amelia había gastado la mitad de su carcaj disparando a sombras. Sus brazos temblaban por el esfuerzo.
—¡No puedo seguir así! —gritó, frustración y agotamiento mezclándose en su voz—. ¡Es como intentar matar el viento!
Viktor, cojeando, se apoyó pesadamente en su lanza.
—En las guerras de frontera teníamos un dicho —murmuró, escupiendo sangre—. "Cuando no puedas ver al enemigo, conviértete en la trampa." Pero ¿cómo atrapa uno al vacío mismo?
Kai, siempre el optimista desesperado, intentó mantener el ánimo alto.
—¡Vamos, chicos! ¡Hemos enfrentado cosas peores! —gritó, aunque su sonrisa temblaba—. ¡Recuerden cuando pensamos que las quimeras eran lo peor del mundo hace cinco minutos!
—¡Las quimeras se podían tocar! —gruñó Thane, limpiándose sangre de la boca—. ¡Esta cosa es como pelear contra la muerte en persona!
Elena, pálida y temblorosa, mantenía su espada en alto con la mano buena.
—Watson sabría qué hacer —susurró, y el nombre del mago caído cayó sobre el grupo como una losa de mármol—. Él siempre sabía cómo enfrentar lo imposible.
Un silencio diferente se instaló por un momento. No el Silencio del Vacío, sino el silencio del luto que aún no habían procesado.
Selene, con los ojos cerrados, respiró profundamente.
—Watson nos enseñó que la magia más poderosa no está en los hechizos —dijo, su voz firme como acero templado—. Está en no rendirse cuando todo parece perdido.
Abrió los ojos, y en ellos ardía una determinación fría como hielo bajo el sol.
—Pero necesitamos una estrategia diferente. Esto no es una batalla convencional.
Aurelio, su aura dorada parpadeando como una vela en una tormenta, observó al Devorador con nuevos ojos.
—Tienes razón —murmuró—. No podemos matarlo con fuerza bruta. Pero tal vez... tal vez no necesitemos matarlo.
—¿Qué quieres decir? —preguntó Marcus, limpiándose el sudor de la frente.
Aurelio sonrió, pero fue una sonrisa afilada como cuchilla.
—Quiero decir que tal vez estemos enfrentando esto de la manera equivocada. Esta cosa se alimenta de nuestras emociones, ¿verdad? ¿Qué pasaría si le diéramos algo que no pudiera digerir?
El Devorador se deslizó hacia ellos como la muerte vestida de sombras, pero por primera vez desde que había aparecido, Aurelio no retrocedió.
Por primera vez, sonrió.
Y en lo alto del coloso, Darius frunció el ceño.
—¿Qué está haciendo? —murmuró—. Eso no es miedo. Eso no es desesperación.
Daemon se incorporó, prestando atención por primera vez en toda la batalla.
—Es algo más peligroso —dijo lentamente—. Es esperanza.
El aire mismo parecía espesar mientras ambos bandos se preparaban para el siguiente intercambio. El Devorador de Luz flotaba como una pesadilla materializada, sus tentáculos ondulando hipnóticamente en el aire espeso.
Los guerreros heridos se reagruparon, cada uno comprendiendo que esta podría ser su última oportunidad de cambiar el curso de la batalla.
Y en lo alto, los gemelos observaban con interés renovado, conscientes de que su plan perfecto podría no ser tan perfecto después de todo.
La verdadera batalla estaba a punto de comenzar.



#833 en Fantasía
#125 en Magia

En el texto hay: fantasia, renacimiento, antiheroe

Editado: 25.06.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.