El Repartidor De Media Noche

Capitulo 2 - Yo también la recibí

Martes siguiente. 23:31.

Estoy despierto. Sentado en el sillón del living, con las luces apagadas y la televisión encendida sin volumen. Las imágenes bailan frente a mí sin que les preste atención. Solo estoy esperando, realmente estoy preocupado.

Afuera, la lluvia tamborilea suave contra las ventanas. El clima perfecto para el horror.

En mi regazo, una caja vacía. La de la semana pasada. No tuve valor para tirarla. Tampoco la foto. Ni los sobres. Los guardé en una bolsa que ahora descansa bajo mi cama. Algo en mí no quiere que desaparezcan. Algo quiere entender.

Porque esta historia… creo que no es solo mía.

Hace tres días, me crucé con la vecina del 4C en el ascensor. Una mujer mayor, de esas que suelen dar charla solo cuando quieren saber más de lo que deberían. Me preguntó si había escuchado ruidos extraños los martes. Si había olido algo “raro”, como masa horneada con ceniza.

Me dijo algo más. Algo que me congeló:

- "Yo también recibí una pizza que no pedí. Pero la mía tenía un trozo de tela... como si fuera parte de una camisa. Estaba quemada.”

Y entonces me miró con una sonrisa incómoda, de esas que esconden más miedo que cortesía.

- "No la comí. Pero sí la guardé. ¿Vos también?”

Desde esa noche, supe que debía hablar con ella, pero no pude coincidir de nuevo, así que quedó en eso nada más.

---

23:33.

El timbre suena. Me sobresalto igual que siempre.

Pero esta vez, no abro.

No todavía.

Camino con cuidado hacia la mirilla. Miro.

Nada.

Ni un alma en el pasillo, de igual manera creo que es como un fantasma, así que no esperaba ver a nadie.

Pero cuando entreabro la puerta, ahí está: la caja.

Igual que siempre. Blanca. Impecable. Una X roja en la tapa. Pero esta vez, también tiene algo más: una flor seca, aplastada en una esquina, pegada con cinta.

Y debajo, una nota:

"Ella sabe. Vos también podés saber. Pero alguien va a pagar.”

Agarro la caja con manos temblorosas. La cierro con fuerza. No la abro aún. No quiero mirar lo que hay dentro… hasta hablar con ella.

Con la mujer del 4C. No tengo otra opción, ni mucho menos ideas, solo quiero respuestas, me pregunto si ¿Ella sabrá algo? Quizás una broma suya.

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Son las 23:41 cuando toco la puerta del 4C. Me tiemblan las piernas. Escucho pasos, lentos, del otro lado. La mirilla se oscurece un instante. Luego, un clic. La puerta se abre.

—Sabía que vendrías —me dice ella, sin saludar.

Tiene el pelo suelto, canoso, y un batón de madera con manchas pero de tanto usar, parece limpio. Me huele a alcanfor, pero también… a masa cruda. A horno viejo.

Me hace pasar. Su departamento está desordenado, pero cálido. Hay velas encendidas en el comedor, aunque no se cortó la luz. Siento que algo no encaja, el ambiente es muy denso, siento que podría contarla con un cuchillo.

—¿Guardaste la pizza? —le pregunto, casi susurrando.

—No. Pero sí lo que vino dentro.

Se dirige al aparador. Abre un cajón con cuidado, como si fuera un relicario. Saca una bolsa de tela negra. De ella extrae el trozo de camisa quemado que me había mencionado. Lo deja sobre la mesa. Al lado coloca una hoja arrugada, escrita con tinta azul:

“Mi hermano también las recibía. Nunca supimos por qué. Hasta que desapareció.”

—¿Tu hermano?

—Vivía en el piso de arriba. Departamento 6B. Siempre pedía pizza todos los martes. Hasta que un día… recibió sin pedirlo. Como vos y como yo. Tres semanas después, desapareció. Y solo quedó una caja… vacía, pero con marcas de uñas por dentro. Como si alguien hubiera intentado salir, no se que pensar, no tengo ideas, pero ya era viejo, quiso dar misterio a su vida, tal vez solo se fué, nunca lo encontramos.

La sangre se me hiela.

—¿Y por qué vos?

Ella me mira, y sus ojos se llenan de lágrimas. Pero no de tristeza. De culpa.

—Porque no denuncié. Porque cerré la boca. Porque la caja del martes siguiente no vino a mí. Vino a la chica del 2A. Una estudiante. La encontraron con los ojos abiertos, mirando al techo, con una porción mordida aún en la boca.

Siento náuseas. Me levanto, tambaleando. No sé si creerle. No sé qué está pasando. Pero entonces recuerdo mi caja. La que traje esta noche.

La abro.
Y ahí está.

Una fotografía.

Pero esta vez… no soy yo.

Es la mujer del 4C.

Durmiendo.

Y a su lado, la misma sombra.

La misma figura con la caja.

Ella la ve. Sus labios se abren. Llora.

—¡Basta! —grita— ¡Yo no pedí esto!

Se aleja. Se encierra en su habitación. Grita desde dentro.

—¡Ya no tengo hambre! ¡Ya no tengo más hambre!

Me quedo solo. Con la caja, la foto, y el silencio.

---

Salgo del departamento corriendo. Me encierro en el mío. No llamo a nadie. No puedo. Solo escribo esto. Porque sé que alguien más la va a recibir. Tal vez vos, que estás leyendo.

Y te lo advierto: si te llega una pizza que no pediste, no la comas.
No la abras.
No la mires.
Y sobre todo…
No te duermas esa noche.



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En el texto hay: fantasia, terror, suspenso

Editado: 15.07.2025

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