Miércoles. 02:17 a.m.
No puedo dormir.
La casa está en silencio, pero siento un zumbido en los oídos. Como si algo invisible se moviera en las paredes. O dentro de mí. La caja está cerrada sobre la mesa. La foto, doblada en mi bolsillo. Pero el pensamiento que no me deja en paz… está en mi cama.
O mejor dicho, bajo ella.
Desde anoche, siento algo extraño cuando me acuesto. Como si el colchón flotara, apenas. Como si hubiera… peso. O una presencia. Algo que respira muy despacio. Algo que no está en los informes policiales, ni en las fotos, ni en las notas.
Algo que me eligió.
Me levanto. Enciendo la luz de la mesa de noche. El cuarto se baña en un tono ámbar enfermizo. Miro al suelo. Dudo.
¿Y si no quiero saber?
Pero ya es tarde. El saber me abrió el apetito, y ahora tengo hambre de respuestas.
Acuclillado, levanto la sábana que cuelga de la cama. Miro debajo.
Al principio, no veo nada.
Solo oscuridad.
Pero al enfocar mejor… sí. Ahí está.
Una caja más.
Pequeña. Negra. Hecha con la misma cartulina que las otras. Pero distinta: no tiene X, ni flor, ni olor a pizza. Esta huele a humedad, a encierro… a algo rancio.
La tomo con las dos manos.
Está tibia.
Pesa.
Me siento en el piso con las piernas cruzadas. Abro la tapa con lentitud.
Y ahí lo encuentro:
Una cuchara oxidada.
Un mechón de pelo castaño atado con una cinta negra.
Una tarjeta amarillenta que dice:
"Vos también supiste. Vos también lo ocultaste."
¿Yo?
Leo la frase varias veces.
¿A qué se refiere? ¿Qué oculté?
Mi corazón late fuerte. El aire se me escapa. Siento que algo se rompe adentro.
Porque de repente recuerdo algo.
Un nombre.
No lo pensaba hace años. Tal vez lo bloqueé. Tal vez no quise recordarlo. Pero ahora aparece, nítido, como si alguien me hubiera abierto el cráneo y lo arrojara al centro de mi mente:
Nahuel.
Mi amigo de la infancia.
Vivía en este mismo edificio. Piso 6. Departamento 6B.
El mismo donde vivía el “hermano desaparecido” que mencionó la mujer del 4C.
Pero Nahuel no tenía hermanos.
Yo lo sabía.
Entonces… ¿por qué mintió esa mujer?
Y más importante aún…
¿Por qué yo olvidé a Nahuel durante todos estos años?
Salto del suelo. Saco una caja de fotos viejas. Remuevo papeles, sobres, boletos antiguos. Y ahí está.
Una foto de nosotros dos. En este edificio. En la terraza. Comiendo pizza. Sonrientes. Manchados con queso. Felices.
Un escalofrío me recorre el cuerpo. Porque detrás de nosotros, borroso, está él.
La sombra.
La misma figura.
La del pasillo.
La de las fotos.
Él ya estaba ahí.
Desde entonces.
Miércoles. 04:19 a.m.
Intento dormir, pero cada vez que cierro los ojos, siento la caja bajo mi cama… aunque ya no esté. Porque la tiré. La quemé. La rocié con alcohol.
Y sin embargo, la siento.
Y algo peor: siento hambre.
Una que no es de comida.
Una que me consume por dentro.
Una que no tiene nombre.
Reviso el celular. Un solo mensaje, sin remitente.
> “Ahora recordás. Te toca pagar.”
Debajo, una imagen borrosa. Una captura de pantalla.
Es mi rostro, dormido.
Y mi brazo extendido.
Y debajo de mi cama… una caja negra.
Pero esa foto no es vieja.
Es de esta noche.
---
Jueves. 03:03 a.m.
No como. No duermo. No hablo.
Miro el pasillo de casa como si fuera una garganta negra que quiere tragarme. Me encierro en el baño. La luz parpadea. Los grifos gotean. El espejo está empañado, pero no hay vapor.
Escribo esto en un papel. Lo dejaré dentro de la caja vacía, para el próximo que la reciba.
Si vos estás leyendo esto, recordá:
Esto no es solo una historia.
Es una advertencia.
Y un castigo.
Porque si alguna vez supiste algo…
Y lo olvidaste.
Y lo callaste;
Alguien lo va a recordar por vos.
Editado: 15.07.2025