El Repartidor De Media Noche

Capítulo 6 - La Caja en el Ascensor

Miércoles. 18:00 hs.

Intento volver a la rutina.

Salgo a la calle. Camino tres cuadras. Tomo aire.

Pero ya nada me huele igual. El pan caliente parece podrido. El perfume de la vecina me da náuseas. El sonido de una moto me sobresalta.

Ya no soy el mismo.

Volver al edificio fue difícil. Mirar al portero, fingir que todo está bien. Que no sé lo de Tania. Que no la taché. Que no vi su sombra detrás de la ventana.

Mentiras. Capas sobre capas. Como una pizza de secretos.

Y entonces… decido bajar al sótano.

Quiero quemar las cajas que aún guardo. Quiero hacer algo útil. Cortar el ciclo. Apagar el horno.

Entro al ascensor.

Presiono el botón "-1".

La puerta se cierra.

Pero no baja.

Sube.

Y el panel parpadea.

-2

¿-2?

Ese piso no existe.

Es miércoles, son las 18:01hs.

El ascensor se detiene.

No hay sonido. Solo una leve vibración. Como si algo respirara entre los cables.

La puerta se abre con lentitud.

Delante de mí: un pasillo.

Negro. Estrecho. Mal iluminado por un tubo que chispea como un ojo cansado.

Las paredes están húmedas. El suelo, de cemento áspero.

Y al fondo…

Una puerta de hierro oxidado.

Con un número grabado a fuego: 000

La curiosidad es más fuerte.

Avanzo.

---

La puerta se abre sola.

Un tirón suave. Como una invitación.

Dentro… hay una única caja.

Negra. Gigante. Con cadenas que la rodean.

En la tapa: un solo nombre.

TOMÁS

Y debajo, grabado con cuchillo:

ESTO NO ES UNA ENTREGA.

ESTO ES TU FACTURA.”

Mi garganta se cierra.

La caja late. Lo juro.
Como un corazón podrido.
Como si me sintiera cerca.

Y entonces escucho pasos detrás mío.

Me giro.

Nada.

Pero el aire… cambió. Ya no es humedad. Es ceniza. Es carne quemada.

---

Miércoles. 18:07.

Intento huir.

Corro al ascensor. Presiono todos los botones.

La puerta se cierra.

Pero no sube.

El panel muestra:

000

000

000

Y luego, en rojo:

ENTREGA EN PROCESO

Empiezo a golpear la pared. A gritar. Nadie escucha.

El ascensor desciende.

-3

-4

-5

Pero no hay más pisos.

Entonces se detiene.

Se apaga la luz.

Oscuridad total.

---

Una voz. Seca. Grave. Como si surgiera de debajo del mundo.

—Tomás… ¿cuántas cajas más vas a ignorar antes de entender que vos sos una?

Mis rodillas flaquean.

—¿Qué querés de mí?

Silencio.

Luego, una risa infantil.

La de Nahuel.

—Te lo dije, Tomás. Todos tienen hambre de algo.
Vos… tenés hambre de perdón.

Y de pronto, la luz vuelve.

Estoy de pie, dentro del ascensor.

Solo.

Y en mis manos…

una caja pequeña.

Tibia. Viva. Con un espejo dentro.

En el espejo no me veo a mí.

Veo a Nahuel.

Mirándome desde el otro lado.
Con los ojos vacíos.
Y la boca manchada de queso.

---

Miércoles. 20:00.

Subí hasta mi departamento sin mirar atrás.
Cerré todas las puertas. Apagué las luces.
Y sin embargo, la caja está sobre mi cama.

Ya no necesito entregarla.

Ya me eligió.

Y sé que el próximo martes no llevaré pizza.

Llevaré nombres.



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En el texto hay: fantasia, terror, suspenso

Editado: 15.07.2025

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