Los pecados de nuestras manos

Capítulo 7 Ep. 7 - "Una decisión"

Iván acomoda los puños de su camisa mientras ve reflejados sus ojos en el espejo. En la cama de ese hotel, Miranda lo observa desnuda mientras fuma un cigarrillo, feliz. A Iván le parece que está feliz luego de que le dijera que abandonaría todo para irse a vivir con ella al Barrio Mayek.

Tomó la decisión por la mañana. Ya no hay nada más que hacer. La quiere a ella y quiere rehacer su vida. O más bien, comenzar a vivir su propia vida. Dejar su trabajo, olvidar lo que sus ojos han contemplado todos estos años.

Wintercold jamás será un lugar seguro, donde alguien que busque hacer justicia pueda ser feliz. Para ser feliz, se debe ser ignorante. Y él ya sabe muchas cosas. Sabe que hay asesinos y criminales haciendo de las suyas por todas partes. Sabe que hay niños hambrientos que prefieren fumar cigarrillos antes que recibir alimento. Drogadictos y alcohólicos que no puede culpar porque quieran huir de esta realidad.

Pobreza en la periferia de la ciudad, como en ese distrito que Miranda se rehúsa a abandonar, mientras los ricos se amontonan en el centro y acaparan la mayor porción del pastel. Olvidará todo y será un ignorante. Olvidará a Eric y al maldito de Gabriel. Dejará atrás lo que alguna vez fue, por su salud mental, y en aras de su propia felicidad.

Que Miranda lo haya entendido y esté de acuerdo con él, lo llena de alivio, pues su mayor miedo era que Miranda le dijese que no, que era una completa locura intercambiar una vida cómoda en el Centro para ir a soportar las miserias del Barrio Mayek. Temía que ella no quisiera abandonar su trabajo y sus clientes. Gracias a Dios que estuvo de acuerdo con él.

Pensar en ello le llena el pecho de esperanza. Una nueva oportunidad, es lo que es.

—Si eso es lo que quieres —dice Miranda luego de que él le explicase y le detallara todo aquello y lo que hará para construir una vida juntos—, si en verdad crees que esto te hará feliz, entonces ¿por qué te ves como si te hubieses rendido?

Iván Prado queda helado. La ve tras el reflejo unos instantes antes de girar a ella con duda en sus ojos. Ella sigue:

»Me has hablado tantas veces sobre tu trabajo… lo único que sabes hacer y que amas. Hoy me dices que vas a abandonarlo, pero no por mí —le sonríe triste, cubriendo su cuerpo con el vestido de satén azul que él le regaló.

—Nadie valora mi trabajo. —Iván agacha la cabeza con un hundimiento en sus entrañas.

—Entonces ve a hacer lo que tienes que hacer —dice Miranda, y él ríe con un deje de exasperación en su voz.

—¿Insinúas que te arrepentiste de decirme que sí?

—Sabes que no es así —responde Miranda, sosteniendo la vacía mirada del hombre.

Iván Prado reflexiona en aquello. ¿Qué debería hacer? ¿Acaso Miranda intentaba decirle que no valía la pena la decisión que había escogido?

—No puedo —dice finalmente, y hay amargura en su voz. Debería ir contra Eric, contra Gabriel… Sin duda solo no podrá hacerlo. Iván repite—: No puedo.

—¿Por qué?

—Hay muchos obstáculos.

—Supéralos. —Miranda le sonríe—. A veces lo que puedes hacer es muy diferente de lo que es correcto.

—¿Lo correcto? —Iván jadea, mofándose—. Siempre he hecho lo correcto, Miranda.

—Tú siempre has hecho lo que es justo, Iván. —dice Miranda—. Pero escúchame bien: a veces solo tienes que hacer lo que tú crees que es correcto. Incluso si todo el mundo se pone en tu contra por eso.

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—Dios mío. Cuánto desastre.

Gabriel exhala audiblemente cuando aparece por la puerta de la oficina de Iván Prado donde lo más común es hallar a Gris, pero ella ha salido. Y mientras la espera, barre el sitio con sus ojos como es habitual.

Sobre unas cuantas sillas yacen archivos en carpetas de papel, algunos más amarillentos que otros, y restos de cigarrillos sobre el escritorio. El tapiz de las paredes está rasgado y es de un descolorido tono café espantoso. La patética luz áurea apenas enseña los numerosos gabinetes contra las paredes, cubiertos por una gruesa capa de polvo. Todo apesta a cartón viejo, y a fresco humo de tabaco. Como es evidente, Gris tiene mucho de la personalidad de su padre. Y para ser sincero, no podría sorprenderse si se enterase de que ella es una enérgica bebedora nocturna también.

Gabriel intenta no inspirar demasiado dentro de ese microambiente denso de oficina y se endereza a medida que sus ojos divagan aburridos. Un libro llama su atención. Uno que es igual al que tiene en casa. Misma edición, mismas palabras plateadas en el lomo…

El director de Inteligencia ojea el libro, leyendo las notas que Gris ha pegado junto con palabras y textos resaltados hasta que una notita adhesiva llama su atención:

Dir. V. Samaras. Adm. de Empresas. M.N. 3557

Cod: C109 "Construcción en masa y proyecto de urbanización."

Reunión: lunes 28 a las 12:00hs.

«Lo encontraste». Gabriel Samaras sonríe torcidamente, y alza los ojos del libro cuando oye a Gris detrás.

—Buenas… tardes —dice ella, y él gira en sus pies para enfrentarla.




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