Los pecados de nuestras manos

Capítulo 10 Ep. 4 - "Huida"

No es natural que esté ansioso. Hace dos días que Sam desapareció con Gris.

—¿Cómo puede un chico de veintitantos años, desaparecer de mis narices? —murmura en un tono monótono y aburrido mientras hace girar un bolígrafo entre sus dedos, muy inquieto por lo que ella pudiera haberle contado.

—Lo vamos a encontrar —le contesta Eric para tranquilizarlo, aunque Eric tiene sus propios asuntos de qué ocuparse.

Gabriel dirige su mirada hacia él y reflexiona en lo apagado y triste que se ve Eric últimamente. Pero él está demasiado preocupado por Sam como para pensar en Eric y su enfermedad ahora mismo.

"¿Nada todavía?"

Gabriel envía el mensaje de texto por debajo de la mesa, e inspira profundamente mientras espera una respuesta. Aunque está furioso con Sam, no puede evitar sentirse satisfecho también. Su hijo ahora es un fugitivo que había burlado no solo a la policía de la ciudad, también lo había burlado a él, cosa que lo hace sonreír de la ironía. Sam es bueno para asimilar rápido todo lo que él le enseña, y prácticamente todo lo que Sam ha aprendido, es lo que lo mantiene justo lejos de él ahora.

Está feliz de que la policía no tenga posibilidad de hallarlo antes que él mismo; la responsabilidad de encontrarlo está completamente en sus manos.

Unas oficinas más allá, un joven cruzado de brazos escucha las quejas de un detective nervioso. El hombre bate sus manos en el aire con exasperación, pero el chico no parece perturbarse por eso. El pobre infeliz debe estar harto de hablar con los policías.

—¿Ese es el amigo? —le pregunta a Eric, y el otro asiente en silencio—. Parece que hay problemas —agrega, y sale de la oficina.

Dante: Estoy haciendo todo lo posible por dar con Sam, aunque probablemente él me encuentre primero.

Gabriel: Exactamente ¿qué significa eso?

Entra a la sala con el ceño fruncido y, con un gesto de cabeza, le ordena al detective inexperto que se largue de ahí.

Sebastián y Gabriel se miran a los ojos fijamente antes de que él tome asiento frente al chico, entrelazando sus manos sobre la mesa.

»No suelo hacer las interrogaciones personalmente —empieza, bajando la mirada un momento antes de seguir—. Mis compañeros me dicen que tengo técnicas muy inusuales para hacer hablar a la gente y digamos… que es incómodo para ellos. Pero siempre obtengo lo que quiero.

Sebastián arquea las cejas.

—¿Y puede conseguir información que no existe? —pregunta lentamente y luego se inclina hacia adelante en la mesa—. Escuche, ya le dije a cien hombres distintos lo que sé. No tengo idea de dónde está él. Acababa de llegar a casa cuando me enteré, y me quitaron todo. He estado más tiempo aquí que en horas de clase, así que, si esto sigue así, deberían considerar la idea de conseguirme una buena cama, una de esas lindas oficinas, y una maldita TV con cable para hospedarme ahí y así ustedes puedan fastidiarme cuando les plazca.

—Hm, dime eso a mí… —murmura Gabriel contemplando la situación con cansancio, y toma la carpeta marrón que el otro detective olvidó—. Entonces, Sebastián ¿no? —le pregunta mientras lee— ¿Hace cuánto que conoces a Aion Samaras?

Sebastián titubea.

—Tres años… y medio… tal vez más.

—Tengo entendido que ustedes no se llevaban bien al principio.

—Era difícil de manejar. Todo el tiempo parecía estar enojado y cansado. Como si nunca durmiera. Pero se las arreglaba para estar en un estado de alerta obsesivo. Era… exasperante.

Gabriel menea la cabeza.

«Siempre fue así», piensa.

—Y nadie ha pasado más tiempo con él que tú. Dime, ¿tenía él algún lugar que frecuentara? ¿Conocía a alguien más en la ciudad o fuera de la ciudad?

—Solo sé que hay un gran caos porque un agente aquí dentro lo está ayudando. —La mirada de Gabriel se oscurece, pero suprime sus expresiones de inmediato. Sebastián agrega—: Una chica con la que creo que está saliendo a escondidas.

—Ah. Gris Ledesma.

—Sí. Y no sé nada más. Es… todo lo que él me ha dejado saber.

—Pero eres su amigo más cercano —dice Gabriel—. ¿Por qué un supuesto asesino mantendría cerca a un amigo? Eso no tiene un valor estratégico, ¿tienes un valor estratégico?

Sebastián se mueve en la silla, inquieto. Gabriel nota el esfuerzo que hace por mantenerse calmado.

—Tengo muchos amigos. Pero desde que lo conocí a él, supe que era algo diferente —dice tragando saliva—. No me imaginaba que fuera capaz de tanta… aniquilación. —Se detiene para respirar profundamente—. Tengo un hermano autista —confiesa.

Gabriel frunce el ceño.

—Háblame de eso.

—Vi algo en Aion que me era familiar. Pasé tiempo con él porque sentí que debía hacerlo. Era parte… No, me hacía sentir que estaba cerca de mi familia, de mi hermano, ¿sabe? Quería que conociera a Owen, porque quizá podría entender a Owen y mi hermano se abriera un poco más a hacer amigos. Nunca pensé… Es decir, él era extraño, pero era una buena persona. —Sus ojos se tornan vidriosos, pero alza la vista al techo y parpadea rápidamente antes de seguir—. ¡Por Dios! ¡Nunca salía de casa y leía revistas todo el tiempo!




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