El réquiem de las hojas caídas

El bosque mágico

Duré varios días caminando por la base de las montañas del sur, en un intento por rodearlas, para llegar a la entrada de los bosques que daban acceso al centro del continente. Muchas personas evitaban cruzar los bosques, y preferían tomar el camino más largo por el borde del continente ya que los bosques se habían convertido en un lugar muy peligroso, según las leyendas, después de la última guerra que habían tenido los dioses, donde Eredi la diosa de la mentira había caído herida y había sido atrapada en el interior del bosque. Desde entonces muchas criaturas salvajes habían aparecido en él y en ocasiones cuando el poder de Eredi despertaba, las personas que estaban cerca podían actuar extraño siendo afectadas por este. Además, se había convertido en un lugar de bandidos que aprovechaban la espesura del bosque y la falta de control por parte de la capital para robar a los viajeros. Aun así, había varios pueblos y asentamientos que habían permanecido viviendo dentro del bosque conservando su cultura y tradiciones, y entre ellos, el más cercano era el asentamiento de los Wayunis. Hasta donde sabia todos sus pobladores habían nacido dentro del bosque y jamás habían salido de este, conocido por ser un lugar pequeño y por ser la cuna de los mejore herreros y armas del continente.

Con solo poner un pie dentro del bosque sentí como un gran poder mágico me atrapaba, sintiendo a la vez un gran miedo. Así que cerré mis ojos y lancé una oración al dios de la cascada que cuidaba a nuestra raza y a los espíritus que nos protegían, antes de empezar a caminar dentro del bosque. Según mis cálculos el asentamiento de los Wayunis estaba a 15 minutos en línea recta desde el punto en el que yo había entrado al bosque, pero me inquiete al caminar por 45 minutos sin encontrarlo y mi preocupación empeoro al no encontrar algún pueblo antes del anochecer, andes de que aparecieran todos los fantasmas y criaturas que despertaban en la noche, incitados por el poder de Eredi.

Intente regresar, pero tampoco logre encontrar la salida, pasando más de 2 horas completamente perdido dentro del bosque, hasta que escuché el sonido del agua chocando contra las rocas. Caminé siguiendo este sonido, hasta encontrar un rio, el cual seguí rio-abajo hasta encontrar su desembocaba en un pequeño lago. Cuando llegué al final del rio, la luna ya había empezado a salir y con ella se empezaron a escuchar los ruidos de bestias salvajes y las voces de muertos que lloraban y gritaban a la vez, junto a múltiples destellos azules dentro de todo el bosque. Me quedé atónito mirando como el bosque se transformaba bajo los primeros rayos de la luna, frente a mis ojos. Mientras me encontraba completamente deslumbrado mirando la transformación del bosque, sentí como un brillo deslumbraba detrás de mí. Al girar encontré el lago completamente iluminado, me acerque a este y luego me agarre de un árbol alojado a la orilla del lago, para sostenerme, mientras llevaba mi cara sobre el agua, intentando ver el origen de la luz, entonces un rostro aparecio desde el agua tomándome por sorpresa; me quede paralizado, notando que no era un rostro humano, en vez de piel parecía estar hecho de una sustancia viscosa amorfa de color negro, sus ojos tenían su iris completamente opaco como un vidrio empañado y por ultimo su boca sin dientes ni lengua, era una abertura llena de aquel material viscoso, entonces escuche una voz que salía del interior de la criatura, quien acerco su ojos a los míos, mostrándome en sus corneas opacas, una imagen mía, en la cual estaba abriendo una especie de caja oscura, mientras el collar colgado a mi cuello brillaba. En ese momento cerré mis ojos y me sujeté al árbol con gran fuerza, impulsándome hacia atrás, lo cual me hizo caer de espaldas en el suelo. Me acerqué de nuevo al lago con gran rapidez, pero cuando volví a mirar otra vez, el lago ya no estaba brillando y la criatura había desaparecido.

Estaba mirando el lago con desconcierto, sin entender lo que acaba de suceder, cuando una manada de kubuts empezó a reunirse sobre el lago, mientras extendían sus alas como las de un murciélago, que surgían de un cuerpo ovalado y sin cabeza, del cual también brotaban un par de ojos ubicaban en la parte alta de su tronco y un par de colmillos sobre sus hocicos en la parte más anterior de este, hechos para desgarrar la carne de sus víctimas; motivo por el que eran evitados por la gente y más cuando estaban en manada.

Decidí alejarme rápidamente del lago, corriendo en dirección contraria al rio, en un intento por esconderme en lo profundo del bosque, pero extrañamente cuando los kubuts estaban a pocos metros de mí noté como cambiaban de dirección, pasando enfrente de mí, sin realizar un solo ataque, para introducirse de nuevo en el bosque siguiendo la dirección del rio. Me sentí aliviado, sin entender lo que acababa de pasar, hasta que escuche a los pocos segundos los gritos de una persona pidiendo auxilio, pensé en escapar alejándome del lago y alcance a dar un solo paso repitiendo en voz alta –no es tu problema - pero algo que podría llamar conciencia no me dejo escapar, entonces tome un pañuelo que llevaba en mi morral, lo arroje al suelo y luego corte mis manos dejando que la sangre se esparciera sobre este; cuando estuvo completamente lleno de sangre lo arroje a un árbol, luego introduje mis manos en el lago, las cubrí con unos vendajes y por ultimo me escondí entre los árboles, observando como parte de los kubuts regresaran nuevamente hacia el lago atraídos por el olor de la sangre, legando al árbol donde había colocado el pañuelo para empezar a desgarrarlo. Cuando tuve el camino libre, corrí por la orilla del rio, siguiendo la voz que pedía auxilio, encontrando a una joven de unos 14 años tirada en el suelo, vestida con ropas que sugerían un origen indígena y con una herida en su pierna llena de sangre, que seguramente era la causante de atraer a aquellos monstruos. Al acércame note que estaba inconsciente, así que lave rápidamente su herida con el agua del rio y la cubrí con algunos vendajes que llevaba en mi morral. Luego la alce para alejarla de los Kubuts que aún estaban cerca; caminando sin rumbo fijo, hasta que encontré una zanja cubierta de matorrales en medio del bosque, donde comí un trozo de pan y esperé por casi 3 horas a que aquella joven despertara.




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