El réquiem de las hojas caídas

Una ciudad en lo alto de las montañas

Después de que Caroline se marchara, revise el mapa que había conservado, en compañía de Liana, encontrando solo dos opciones para continuar nuestro camino hacia el pueblo de Adur, después de habernos desviado de la ruta trazada. Uno era por la ciudad desolada de las hadas y el otro punto era por la tribu guerrera del lago.

Nuestra primera opción, la ciudad de las hadas era un lugar incierto, considerada por algunas personas como una ciudad sagrada y por otras como una utopía. Según las historias durante la última guerra que había afectado el continente, un escuadrón militar del rey encontró una hermosa ciudad llena de fuentes, riquezas y de seres voladores que ellos consideraron eran hadas, así que con gran asombro llevaron la noticia al rey, llevando unas pocas joyas y cosas del lugar, pero al final habían sido castigado por engañar al rey, cuando regresaron en compañía de este, sin hallar la ciudad por ningún lado, desde entonces las leyendas sobre esta ciudad misteriosa se han extendido, dividiendo las opiniones entre los que piensan que la ciudad solo esta oculta y entre los que creen que todo fue una excusa tonta de los soldados para encubrir el origen de las joyas que había traído de vuelta; aunque había un tercer grupo de personas que pensaban que todo había sido una alucinación causada por el bosque.

Nuestra segunda opción, la tribu del lago había sido formada varios años antes de que el bosque fuera encantado, así que sus orígenes eran desconocidos y esto hacia que se supiera muy poco de su cultura y sus habitantes, ya que evitaban la entrada a la mayoría de extranjeros. Hasta el momento lo único que había escuchado sobre ellos, era que la mayoría de sus miembros carecían de magia, con excepción de la familia real, pero en vez de ser vulnerables por esto, compensaban su deficiencia con grandes habilidades innatas para la batalla, la infiltración, y para el escape, siendo habilidades únicas que pasaban de una generación a otra.

Mi plan era cruzar siguiendo el camino de la ciudad del lago, teniendo en cuenta que, a pesar de ser una tribu de guerreros, se caracterizaban por evitar conflictos innecesarios, atacando solamente cuando sentían peligro o consideraban que era necesario, además si les pedíamos ayuda y nos la negaban todavía podíamos rodear el lugar para cruzar al otro lado. En cambio, el otro camino estaba lleno de terrenos inexplorados e impredecible. Pero Liana objeto mi decisión, asustada de tener que tropezarse con la tribu de guerreros.

Intente razonar con Liana explicándole mi preocupación por la falta de provisiones, principalmente de agua, sabiendo que nuestra única opción segura de reabastecernos, era tomar el camino hacia el lago, ya que, aunque no nos dejaran entrar, podíamos usar las fuentes de agua cercanas. En cambio, tomar por el otro camino, era arriesgarnos a no encontrar nada más que bosque sin tener certeza de que aquella ciudad de leyenda realmente existiera. Al final de mi explicación, Liana acepto, aunque de mala gana seguir el camino hacia el lago.

Caminamos por el bosque frondoso, de altos árboles, sobre los que traspasaban algunos rayos de sol que llegaban al suelo, dejando entrever los múltiples insectos que habitaban allí, algunos de ellos iluminándose por sí solos. Al terminar el día, llegamos a una zona con vegetación dispersa en las colinas centrales, a la entrada de la montaña Yostok, sobre la que se ubicaba el lago del mismo nombre y donde habitaba la tribu guerrera, pero la noche se cernía sobre nosotros, así que tomamos refugio dentro de una gran cueva para protegernos de las bestias y los espíritus.

El ambiente era extrañamente caliente y húmedo dentro de la cueva, lo que nos permitió pasar la noche sin prender fogatas, que pudieran llamar la atención, especialmente de los ladrones que últimamente se habían concentrado en esta zona. Esa noche comimos las ultimas provisiones con las que contábamos y dado que el punto donde nos encontrábamos era peligroso decidimos hacer turnos de vigilancia. Liana se ofreció a tomar el primero turno, ubicándose cerca a la entrada de la cueva, con su espada, mientras yo descansaba. Me desperté al escuchar un sonido de algo que golpeaba ruidosamente contra alguna rama o árbol, Liana que estaba sentada en el suelo, se colocó de pie rápidamente buscando el origen del ruido, pero la detuve colocando mi brazo frente a ella, antes de que saliera de nuestro escondite, entonces se escucharon más ruidos en el exterior similares al primero. Coloque mi mano sobre la pared de la cueva como apoyo y camine lentamente, deslizándola por la áspera piedra, hasta quedar a pocos centímetros de la entrada, cuando vi en el exterior la lluvia caer, y a unos pocos metros, a un hombre que por su vestimenta parecía un ladrón, corriendo desesperadamente por la hierba. Movido por instinto me eché hacia atrás, para evitar ser descubierto, percatándome en ese momento de una sombra extraña que acababa de aparecer en la mitad del camino. El hombre freno repentinamente al notar la sombra, mirándola de frente, sin poder escapar, la sombra que parecía estarlo esperando, alzo su brazo con lentitud, y sin siquiera tocar a su víctima hizo que cayera muerto.

Tape la boca de Liana con mi mano y ambos nos quedamos petrificados, después de ver el desplome del hombre. Sin poder desviar la mirada de aquel asesino, desee con toda mi mente que no nos encontrar, pero aquella sombra giro su cabeza fijando su mirada en nosotros, al ver su rostro encontré a un hombre de mediana edad, con una túnica negra que cubría su cuerpo y su cabello y en su mentón una bandana de algodón oscuro que solo dejaba ver la parte media de su rostro.

Liana saco su daga y yo intenté tomar mi hacha, cuando sentí un pinchazo en mi mano. Sin darme cuenta aquel hombre me había lanzado una aguja de metal, que había terminado incrustada en el dorso de mi mano, provocando una parálisis temporal en mis dedos.

- qué quieres de nosotros – pregunto Liana, pero aquel hombre, solo se marchó en silencio, con su túnica humedecía, desapareciendo entre los árboles. Yo intenté seguirlo sospechando que era miembro de la tribu de guerreros, así que salí apresuradamente de la cueva, mirando hacia ambos lados, pero solo encontré la lluvia que caía diluyendo la sangre de aquel ladrón asesinado.




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