El réquiem de las hojas caídas

La capital y la catedral

A mitad de camino encontré un gran árbol, pudiendo descansar bajo su sombra por un rato, luego retome la marcha por aquellas planicies que parecían no tener fin, hasta la posada de los mercaderes, era un pequeño puesto, que servía de descanso, durante los largos viajes que realizaban los comerciantes y en el lugar también se llevaban a cabo intercambios de mercancía y transacciones.

Más que una ciudad como tal, el lugar era el resultado de la colocación al azar de muchos puestos temporales de mercancías, que desaparecían cuando los comerciantes continuaban su recorrido, pero dado que era un lugar muy estratégico para el comercio y a que cruzaban muchas rutas por ese punto, el lugar siempre permanecía lleno de carpas y puestos de mercancías muy variados habían puestos de frutas, joyas, telas, ropa, y toda variedad de artículos inimaginables.

Dentro del lugar había personas de todo tipo y de todos los lugares, no lo había pensado antes, pero en el momento que entre supe que debía aprovechar la oportunidad para averiguar, información útil sobre el cilindro que me había llevado de la ciudad de los guerreros y sobre los libros que llevaba conmigo, aunque el problema era buscar a las personas correctas entre tanta gente.

Comencé a caminar entre los puestos de mercancías, mirando a las personas que se encontraban cerca, buscando una señal que me indicara que debía hacer; de vez en cuando me acercaba a algún puesto y preguntaba por algún artículo.

Pensé que ya no encontraría nada, hasta que me tropecé con un puesto de instrumentos musicales, descubriendo un cilindro exactamente como el que tenía, aunque de diferente color, aquel era verde como la esmeralda, mientras el que yo tenía era plateado. Al acercarme también note que era un poco más pequeño.

Pregunte primero por otros instrumentos para que el mercader no notara mi ansiedad por saber sobre aquel instrumento. Así que comencé preguntando el valor de una guitarra que estaba en el frente de la tienda, el mercader vestido con una capucha clara, me indico que solo cambiaba sus objetos por oro y en el caso de la guitarra costaba al menos 35 gramos, me sorprendí por el precio, y seguramente el mercader lo noto en mi mirada ya que me aconsejo que no le hiciera perder el tiempo, si no traía nada de valor.

Le mostré la cadena de oro que me había regalado mi esposa, haciéndola sobresalir de mi cuello. Aquel hombre coloco el extremo de la cadena junto con su dije de azul en sus manos, mirándola fijamente, mientras el resto de la cadena colgaba todavía colgando de mi cuello-.

- guarda mucho amor, debió de ser de una persona muy importante, para haber colocado un hechizo de protección tan fuerte sobre ella y el precio del zafiro es incalculable- dijo el mercader

Aleje la cadena de sus manos, sorprendido al descubrir que llevaba un hechizo encima, y adicional que era un zafiro, ya que siempre había pensado que era un cristal cualquiera.

- ¿quisiera saber que tiene de especial la guitarra para valer tanto? es mucho más de lo usual para una guitarra tan simple como esa – le pregunte a aquel hombre.

El hombre se rio y luego me explico que los instrumentos que el vendía tenían historias particulares, la guitarra había sido de uno de los miembros de la realeza y entregada a un famoso músico durante un banquete especial y ese era el motivo de que valiera tanto. Luego me mostro un laúd que había sido maldecido por su propietario antes de morir, guardando una gran energía y un pandero con el poder de tranquilizar a las bestias. Todos de gran valor.

Cuando termino sus explicaciones le pregunte por aquel cilindro verde, preguntándome como se podía generar música con él.

- es una flauta, o eso creo. La adquirí porque había escuchado rumores de una flauta creada por los dioses que había caído a la tierra muy parecida a esta, y como sentí que tenía un poder mágico, pensé que era original, pero empiezo a pensar que es una estafa, ya que hasta el momento no le he logrado sacar un solo sonido- dijo aquel hombre

- ¿por qué? -

- porque tiene un estuche encima, que solo puede ser retirado por una magia especial, o eso fue lo que me dijo el extraño hombre que me la cambio por uno de mis instrumentos. Pero hasta el momento no he logrado abrirla, así que sigo sin saber qué es lo que realmente hay en su interior -

Seguí caminando por el lugar, sin haberle comprado nada al mercader, que en un lenguaje extraño lanzo alguna oración, a forma de maldición, mientras yo me alejaba de su tienda.

Recorrí varias calles hacia la periferia, hasta llegar a una tienda de frutas, producidas en todos los lugares del continente, algunas con formas y colores extraños que parecían sacadas de otro mundo. Pensé en comprar una, cuando escuché una explosión que provenía del otro extremo de la ciudad, una gran llamarada se alzó a lo lejos, haciendo que el lugar se convirtiera rápidamente en una confusión, la gente corría en todas direcciones intentando escapar, mientras el polvo se esparcía en una ráfaga que meció todas las carpas que había alrededor, botando algunas cosas de los puestos a las calles.

Intente salir del lugar alejándome rápidamente por la angosta calle que cruzaba la frutería hasta la salida oriental. Inesperadamente en medio de los gritos escuche a dos personas asustadas, que cruzaron por el lado mío, hablar de una mujer indígena y un guerrero que habían quedado atrapados en la explosión. Di algunos pasos más, y luego frené en seco, quedándome paralizado por un momento, recordé a Liana y Ares y giré mi cuerpo corriendo en dirección contraria, mientras me estrellaba con las personas que buscaban salir del lugar.

Cubrí mi nariz con mi brazo, intentando no aspirar el humo que se hacía más denso a medida que me acercaba a las llamas que se esparcían hacia el sur a causa del viento. En medio del fuego, vi por unos instantes y de manera borrosa a Ares y a Liana espada contra espalda, ambos con sus espadas en la mano y ella mal herida sangrando por uno de sus brazos.




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